Había una vez una niña llamada Victoria que tenía el cabello rubio y rizado. Victoria vivía con su mamá, a quien ella llamaba Mami. Mami tenía el cabello castaño y siempre lo llevaba en una coleta. Juntas, Victoria y Mami pasaban días llenos de amor y diversión.
Un día soleado, Victoria se despertó temprano y corrió a la habitación de su mamá. «¡Mami, mami! ¡Despierta! Hoy es nuestro día especial,» dijo, saltando en la cama.
Mami abrió los ojos y sonrió. «Buenos días, mi amor. ¿Qué quieres hacer hoy?»
Victoria pensó por un momento. «¡Quiero hacer galletas contigo!»
Mami se levantó de la cama y, después de vestirse, ambas se dirigieron a la cocina. La cocina era un lugar cálido y acogedor, lleno de colores y aromas deliciosos. Mami sacó los ingredientes: harina, azúcar, mantequilla, huevos y chispas de chocolate.
«Primero, necesitamos mezclar la mantequilla y el azúcar,» explicó Mami, mientras Victoria observaba con atención.
Victoria ayudó a medir y verter los ingredientes en un tazón grande. «Esto es divertido,» dijo, riendo mientras un poco de harina volaba por el aire y caía sobre sus rostros.
«Sí, lo es,» respondió Mami, también riendo. «Ahora, vamos a añadir los huevos y la harina.»
Mientras mezclaban, Mami le contaba a Victoria historias sobre cuando ella era pequeña y hacía galletas con su propia mamá. «Siempre nos divertíamos mucho y luego disfrutábamos de nuestras galletas con un vaso de leche,» recordó Mami con una sonrisa.
Una vez que la masa estuvo lista, Mami y Victoria formaron pequeñas bolitas y las colocaron en la bandeja para hornear. «Ahora, solo tenemos que esperar a que se horneen,» dijo Mami, colocando la bandeja en el horno.
Mientras esperaban, Mami y Victoria decidieron hacer un pícnic en el jardín. Prepararon un mantel, algunos sándwiches y jugo de naranja. Victoria corrió al jardín con el mantel y lo extendió bajo su árbol favorito. Mami la siguió con la canasta de pícnic.
«Este es el mejor día,» dijo Victoria, sentándose en el mantel y mirando el cielo azul.
«Lo es, cariño,» respondió Mami, sirviendo los sándwiches. «Siempre es divertido pasar tiempo juntas.»
Después de disfrutar del pícnic, regresaron a la cocina justo a tiempo para sacar las galletas del horno. El delicioso aroma llenaba toda la casa. «¡Huelen increíble!» exclamó Victoria, saltando de emoción.
«Y saben aún mejor,» dijo Mami, dándole una galleta a Victoria.
Sentadas en la mesa de la cocina, disfrutaron de las galletas recién horneadas. «Gracias por pasar este día conmigo, Mami,» dijo Victoria, dándole un gran abrazo.
«Gracias a ti, mi amor,» respondió Mami, abrazándola de vuelta. «Me encanta pasar tiempo contigo.»
Después de comer las galletas, decidieron ir al parque. Victoria llevó su pelota y Mami llevó una cometa. El parque estaba lleno de niños jugando y riendo. Victoria corrió a unirse a ellos, mientras Mami volaba la cometa.
«Mira, Mami, ¡la pelota va muy alto!» gritó Victoria, lanzando la pelota al aire y corriendo tras ella.
«¡Muy bien, cariño!» respondió Mami, sonriendo mientras veía a su hija jugar.
Después de un rato, Victoria y Mami se sentaron en el césped para descansar. «Este día ha sido maravilloso,» dijo Victoria, apoyando su cabeza en el hombro de su mamá.
«Sí, lo ha sido,» coincidió Mami, acariciando el cabello de Victoria. «Me encanta ver lo feliz que eres.»
Al caer la tarde, regresaron a casa. Mami preparó una cena deliciosa y, después de comer, se acurrucaron en el sofá para leer un cuento. Victoria eligió su libro favorito y Mami comenzó a leer.
«Había una vez una niña llamada Victoria y su mamá, que pasaban días maravillosos juntas…» comenzó Mami.
Victoria sonrió, reconociendo que la historia era sobre ellas. Escuchó con atención, disfrutando de cada palabra.
Cuando el cuento terminó, Mami arropó a Victoria en su cama y le dio un beso en la frente. «Buenas noches, mi amor,» dijo.
«Buenas noches, Mami. Te quiero mucho,» respondió Victoria, cerrando los ojos con una sonrisa.
«Y yo a ti, mi vida,» susurró Mami, apagando la luz y cerrando la puerta suavemente.
Ese día, lleno de amor y momentos especiales, quedó grabado en el corazón de Victoria. Sabía que siempre tendría a su mamá a su lado, para compartir risas, aventuras y, sobre todo, mucho amor.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pero el amor entre Mami y Victoria vivirá por siempre en sus corazones, recordándoles lo especial que es pasar tiempo juntos.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.