En un rincón acogedor del mundo, donde los sueños se tejen entre copos de nieve y las luces de Navidad parpadean promesas de felicidad, vivían La Laura y La Jordina. Su amor era como un cálido refugio en medio del frío invierno, un lugar donde la risa y los susurros de ilusión se entrelazaban en una melodía eterna.
Cada día juntas era una aventura, un nuevo capítulo en su libro de memorias compartidas. Pero ese invierno, decidieron emprender un viaje especial, un viaje al corazón de la Navidad en Bacares, Francia, donde se decía que las estrellas bajaban a visitar la tierra una vez al año en el gran mercado navideño.
Prepararon todo lo necesario para su viaje, envolviéndose en abrigos y bufandas tejidas con hilos de afecto. Subieron al coche, sus corazones latiendo al unísono con la emoción del camino que les esperaba. Durante dos horas, el mundo fuera de sus ventanas se transformó en un lienzo blanco, pintado con la suave brocha del invierno.
Al llegar, descubrieron que el destino les había regalado un momento mágico: el mercado, normalmente bullicioso y lleno de almas en busca de alegría, les recibía en calma. Bacares se desplegó ante ellas como un cuento de hadas, sus calles y plazas bañadas en una tranquila luz dorada, invitándolas a ser las protagonistas de su propia historia de amor y descubrimiento.
Anduvieron de la mano entre las paraditas, cada una un pequeño universo de maravillas. La Laura, con su mirada curiosa, se detenía ante cada artesano, maravillándose con las creaciones que nacían de manos hábiles y corazones apasionados. La Jordina, con su sonrisa contagiosa, encontraba alegría en los sabores y aromas que danzaban en el aire, llenando el ambiente de una dulzura casi tangible.
Comieron allí, compartiendo bocados de felicidad en forma de delicias locales, cada sabor un nuevo recuerdo grabado en el paladar de su viaje. Reían, sus voces uniendo a la música de fondo que adornaba el mercado, una melodía compuesta de risas, conversaciones y el crujir de la nieve bajo sus pies.
Por la tarde, cuando las sombras comenzaron a alargarse y los primeros visitantes llegaban, envueltos en abrigos y expectativas, La Laura y La Jordina decidieron que era hora de regresar a su hogar. El mercado, ahora despertando a su bullicioso ser, les despedía con gratitud por haber compartido su paz matutina.
El viaje de regreso estuvo lleno de silencios cómodos y miradas que decían más que mil palabras. Habían vivido un día perfecto, un día que guardarían como un tesoro en el corazón de su relación. Un día que, a pesar de su simplicidad, había sido una aventura, una demostración de que el amor, en todas sus formas, es la verdadera magia de la Navidad.
Al llegar a casa, se abrazaron, agradecidas por el amor compartido, por las aventuras vividas y por las que aún estaban por venir. En ese momento, entendieron que no importaba dónde se encontraran, mientras estuvieran juntas, cada día sería un regalo, cada momento una celebración de su unión.
La historia de La Laura y La Jordina es un recordatorio suave pero poderoso de que el amor es el viaje más hermoso que dos almas pueden emprender. Un viaje que no necesita destinos exóticos ni grandes gestas, sino simplemente la voluntad de caminar juntas, de la mano, a través de los mercados navideños de la vida y más allá.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.