En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía una jovencita llamada Enedina. Era conocida por su contagiosa risa y su gran espíritu aventurero. Enedina pasaba sus días explorando la naturaleza con su mejor amigo, Tomás, un chico amable y curioso que siempre llevaba consigo una libreta para anotar sus observaciones sobre el mundo que los rodeaba. Los dos compartían una profunda amistad, llena de risas y secretos.
Un día, Enedina y Tomás decidieron explorar un rincón del bosque que nunca antes habían visitado. Mientras caminaban entre árboles altos, descubrieron un claro iluminado por el sol, donde crecía un hermoso árbol de flores lilas. En la base del árbol, encontraron un pequeño refugio, hecho de ramas y hojas. Era un lugar mágico, un verdadero escondite donde podrían compartir sus sueños y planes.
—¡Mira, Enedina! —exclamó Tomás, señalando la libreta—. Deberíamos escribir nuestros sueños aquí. ¡Así siempre recordaremos lo que queremos lograr!
Enedina sonrió, emocionada por la idea. Juntos comenzaron a escribir: Enedina soñaba con ser una gran aventurera, viajando por diferentes países y conociendo nuevas culturas. Tomás, por su parte, quería ser un gran científico para descubrir los secretos del universo. Poco a poco, el refugio se convirtió en su templo de sueños, un lugar seguro donde podían compartir sus aspiraciones más profundas.
Con el paso del tiempo, lo que había comenzado como una amistad pura comenzó a transformarse en algo más. Enedina se daba cuenta de que sus sentimientos por Tomás estaban creciendo, y aunque le asustaba un poco, estaba segura de que eran amigos lo suficientemente cercanos como para hablar sobre cualquier cosa. Sin embargo, cada vez que intentaba abrirse a él, una especie de nerviosismo la invadía y prefería mantenerlo en secreto.
Un día, mientras estaban en su refugio, escucharon un ruido extraño. Era un suave llanto que provenía de detrás de un arbusto. Intrigados, se acercaron y encontraron a una pequeña niña, que parecía perdida y asustada. Tenía el pelo rizado y grandes ojos azules que reflejaban tristeza.
—Hola, ¿estás bien? —preguntó Enedina con ternura—. ¿Por qué lloras?
La niña, que se presentó como Lila, dijo que se había perdido mientras recogía flores para su madre. Enedina y Tomás, preocupados, decidieron ayudarla a encontrar el camino de regreso a su hogar.
—No te preocupes, Lila, contigo estaremos seguros —dijo Tomás con una sonrisa reconfortante—. Nosotros conocemos este bosque como la palma de nuestras manos.
Mientras caminaban, Lila les contó todo sobre su vida: su amor por las flores, su perro llamado Bongo y su deseo de ser artista. Enedina y Tomás se sintieron inspirados por la pasión de la pequeña, y juntos compartieron sus propios sueños. A medida que se adentraban en el bosque, la relación entre los tres se iba fortaleciendo.
Tras un rato caminando y explorando, se dieron cuenta de que la tarde empezaba a caer y las sombras se alargaban. Decidieron que era mejor encontrar el hogar de Lila antes de que oscureciera. Tras varias aventuras, avistaron una pequeña cabaña de madera al final del camino.
Cuando llegamos a la casa, Lila se lanzó para abrazar a su madre que la esperaba preocupada en la puerta.
—¡Lila! —gritó la madre abrazándola con fuerza—. ¡Estaba tan asustada! ¿Cómo te fuiste tan lejos?
Lila sonrió y presentó a Enedina y Tomás, quienes la habían ayudado. La madre agradeció amablemente su ayuda y les ofreció un delicioso refrigerio como recompensa. Mientras comían galletas caseras y jugo, Enedina sintió un cálido cosquilleo en su corazón cuando Lila les habló de cómo quería pintar un cuadro de su aventura en el bosque. La idea era tan pura y llena de amor que Enedina no pudo evitar sentirse emocionada.
Más tarde, cuando se despidieron, la madre de Lila les dijo:
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.