Cuentos de Amor

Unos escalones hacia el destino

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, dos jóvenes que compartían un vínculo especial. Mayerli, una niña con cabello castaño y ojos brillantes como el sol, era conocida por su risa contagiosa y su amor por la aventura. Sebastián, un chico de cabello rizado y una sonrisa siempre dispuesta, era su mejor amigo desde la infancia. Juntos, exploraban cada rincón del pueblo, desde el sendero que conducía al viejo molino hasta el parque de las flores donde solían jugar.

Un día, mientras caminaban por el bosque cercano a su hogar, Mayerli y Sebastián se encontraron con algo extraordinario. En medio de un claro lleno de flores silvestres, había una escalera de piedra, cubierta de musgo y flores, que parecía llevar a ningún lugar. Curiosos, decidieron acercarse. La escalera tenía una sensación mágica, como si invitara a los dos amigos a descubrir lo que había más allá.

—¿Te imaginas a dónde lleva? —preguntó Mayerli, mientras acariciaba la superficie fría de las piedras con sus manos.

—Quizás a un mundo lleno de criaturas fantásticas —respondió Sebastián, con la mirada llena de emoción.

Decidieron que estaban listos para subir. Uno tras otro, empezaron a escalar los escalones, sintiendo cómo sus corazones latían rápidamente por la anticipación de lo desconocido. Cada escalón los acercaba a un nuevo destino, y aunque no sabían lo que encontrarían, la emoción de la aventura los llenaba de energía.

Al llegar a la cima, se encontraron con un hermoso jardín. Era un lugar que nunca habían visto, lleno de flores de colores inimaginables y árboles que parecían susurrar secretos al viento. Sin embargo, lo más impresionante de aquel paraíso natural era la pequeña casita que se alzaba en el centro, con una puerta de madera tallada y ventanas de vidrio esmerilado.

—¿Entramos? —preguntó Mayerli con un brillo travieso en sus ojos.

Con un ligero empujón, Sebastián abrió la puerta de la casita, que chirrió levemente al abrirse. Al cruzar el umbral, se encontraron con un interior acogedor. Había estanterías llenas de libros, una chaise longue de terciopelo y una mesa de madera en el centro con un mapa extendido. En la mesa estaba una anciana de ojos azules, que los miró con una sonrisa cálida.

—Bienvenidos, jóvenes aventureros. Yo soy la señora Eloísa. He estado esperando su llegada —dijo con una voz suave.

A pesar de su aspecto frágil, había una chispa de energía en su mirada. Ella les explicó que había un secreto escondido en aquel jardín: una flor mágica que tenía el poder de unir a las personas de maneras inesperadas. “La Flor del Destino”, la llamó. Sin embargo, había una condición para poder encontrarla: debían demostrar su valentía y su amor.

—¿Cómo lo hacemos? —preguntó Sebastián, un poco nervioso.

—Debéis realizar tres tareas. Si las completan con amor y valentía, la flor aparecerá ante ustedes —respondió Eloísa.

Los amigos asintieron con determinación, listos para enfrentar cualquier desafío. La señora Eloísa les explicó que la primera tarea era encontrar el tesoro escondido en el bosque, un cofre lleno de sueños que solo se podía abrir con la risa más auténtica. Mayerli, conocida por su risa contagiosa, se llenó de energía y comenzó a buscar maneras de hacer reír a Sebastián mientras ambos se adentraban en el bosque.

Mientras buscaban, cada pequeño momento se convirtió en una oportunidad para reír. Sebastián intentó contar chistes, pero sus ocurrencias parecían aún más divertidas cuando era Mayerli quien los reclamaba. Tras varios intentos fallidos, encontraron a un grupo de ardillas jugando, lo que desató una risa sincera y feliz entre ellos. La risa retumbó en el bosque y, como si el propio destino lo hubiese decidido, un claro se abrió ante ellos, revelando un pequeño cofre.

Al abrirlo, encontraron hojas llenas de colores y sueños escritos en palabras delicadas. La primera tarea había sido cumplida con éxito. Regresaron emocionados donde la señora Eloísa, quien les sonrió con orgullo. La segunda tarea consistía en construir una casa para los pájaros, donde se sentirían seguros y felices. Posteriormente, Mayerli y Sebastián se pusieron manos a la obra.

Recogieron ramas, hojas y todo lo necesario para construir la casa más acogedora para las aves del jardín. Mientras trabajaban juntos, su conexión se volvía más fuerte. Cada momento compartido en la construcción se convertía en un fragmento de amor y amistad que se atesoraría para siempre. Al final, se erguía una pequeña cabaña con un techado colorido que parecía sacar una sonrisa hasta a los árboles.

Cuando terminaron, tanto las aves como los pájaros llegaron rápidamente al nuevo hogar que construyeron. Era un espectáculo maravilloso verlas sentándose en la techumbre, haciendo su canto que resonaba como un himno de alegría. La señora Eloísa apareció de nuevo, admirando el trabajo que habían realizado.

—Esto es un verdadero acto de amor —dijo—. han demostrado su conexión con la naturaleza y su aprecio por los seres vivos que comparten este mundo con nosotros.

Finalmente, la señora Eloísa les explicó que ahora debían realizar una última tarea: escuchar los secretos del viento. Necesitaban encontrar un lugar donde el viento soplara con mayor fuerza, así podrían descubrir lo que significaba la verdadera conexión. Esto parecía más complicado que las anteriores, pero Mayerli y Sebastián estaban decididos.

Se dirigieron a una cumbre en el bosque, donde los árboles eran más bajos y el viento corría libremente. Allí, sentaron en una roca grande y cerraron los ojos, dejando que el viento acariciara sus rostros. En ese momento, Mayerli sintió que el viento estaba trayendo consigo susurros de amor, de promesas y de sueños compartidos. Sebastián pudo escuchar la risa de su infancia y el mensaje de que la amistad era lo más importante del mundo.

Cuando abrieron los ojos, el viento se detuvo, y una luz brillante apareció ante ellos. La señora Eloísa los esperaba con una gran sonrisa y señalaron un pequeño camino que se extendía hacia el centro del jardín. Allí, en un claro iluminado por la luz del sol, podían ver la Flor del Destino.

Ambos se miraron, llenos de asombro y felicidad. Sin pensarlo dos veces, se acercaron juntos. La flor resplandecía con colores vibrantes, brillaba en medio del jardín, y parecía estar viva, danzando suavemente al ritmo del viento. Así, en ese instante mágico, Mayerli y Sebastián entendieron que la flor no solo era un símbolo de amor, sino también de todo lo vivido juntos.

—Me alegro tanto de que hayamos compartido este viaje —dijo Sebastián, especialmente sincero—. No solo por la flor, sino por todas las risas y aprendizajes.

—Yo también, Sebastián. Nuestra amistad es la mayor aventura que he tenido —respondió Mayerli, sonriendo alegremente.

Cuando tomaron la mano del otro, la Flor del Destino floreció aún más, iluminando todo el jardín con una luz cálida y reconfortante. Decorándolo todo con colores de amor y amistad. En aquel momento concluyeron que el verdadero tesoro no era solo la flor o los desafíos superados. El verdadero tesoro era la conexión que habían construido a lo largo de toda su travesía.

La señora Eloísa reveló que el amor y la valentía que habían mostrado no solo unieron sus corazones, también les había enseñado la importancia de cuidar de los demás y compartir experiencias. Así, los jóvenes amigos regresaron al pueblo, con historias que contar y un vínculo que se haría más fuerte con cada día que pasara.

Mayerli y Sebastián nunca volvieron a ver la escalera de piedra, pero siempre llevarían con ellos su viaje hacia el descubrimiento del amor y la amistad. Y en el fondo de sus corazones, sabían que estaba bien soñar y aventurarse juntos.

A menudo, regresaban al jardín secreto en sus pensamientos, recordando aquel magnífico día. La conexión que compartían, el amor verdadero que habían cultivado en su viaje, era un recordatorio de que a veces, los más grandes tesoros no se encuentran en objetos materiales, sino en las relaciones que creamos y los momentos que compartimos con quienes más amamos.

A medida que crecieron, ambos siguieron siendo amigos incondicionales. Su amistad resistió la prueba del tiempo, llena de risas, secretos y aventuras. Aprendieron que el amor puede manifestarse de diferentes maneras y que cada pequeño gesto de cariño puede transformar el mundo. Era el inicio de una hermosa historia, donde cada día era un nuevo escalón hacia un futuro brillante.

Así concluyó la mágica aventura de Mayerli y Sebastián, que descubrieron que el verdadero amor no solo está en historias de príncipes y princesas, sino también en la amistad sincera y duradera que construyen a lo largo de los años. Llevaron siempre en sus corazones la certeza de que juntos podían enfrentar cualquier desafío, y que cada escalón hacia su destino era una oportunidad para crecer y ser felices.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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