En un soleado rincón del parque central de Villa Alegría, vivía Blass, un perro golden retriever cuyo pelaje dorado brillaba tanto como el sol. Blass no era un perro común; su sonrisa y su cola que no dejaba de moverse lo convertían en el amigo favorito de todos los que lo conocían.
Desde pequeño, Blass había vivido en el parque, bajo el cuidado amoroso de la señora Marta, la jardinera del parque. Blass la ayudaba en todo lo que podía, desde mantener a las ardillas alejadas de las flores hasta recibir a los visitantes con un ladrido amigable.
Un día, mientras Blass descansaba bajo su árbol favorito, un enorme roble cerca del estanque, escuchó a unos niños hablar de un concurso de talentos para mascotas que se celebraría en el parque. El ganador recibiría un año de golosinas gratis y un nuevo collar. Blass, que siempre había sido un perro bastante talentoso, decidió que participaría. Después de todo, ¿quién podría resistirse a tantas golosinas?
Blass comenzó a prepararse para el concurso. Cada mañana, después de ayudar a la señora Marta, practicaba sus trucos. Saltaba aros, bailaba al ritmo de las melodías que los músicos tocaban en el parque y, su truco especial, pintaba con sus patas sobre un lienzo grande que la señora Marta le había regalado. Blass pintaba todo lo que veía: desde las mariposas y las flores hasta retratos de sus amigos del parque.
El día del concurso llegó, y Blass estaba más emocionado que nunca. Llevaba puesto su pañuelo rojo favorito y una sonrisa que no cabía en su rostro. Los niños y sus mascotas llenaron el parque, cada uno mostrando su talento único. Había perros que hacían piruetas, gatos que tocaban el piano y hasta un loro que sabía contar hasta diez en tres idiomas diferentes.
Cuando fue el turno de Blass, todos los ojos estaban puestos en él. Con una confianza que solo un perro feliz como él podría tener, comenzó su rutina. Saltó aros, bailó con la música y al final, presentó su obra de arte. La pintura mostraba el parque lleno de vida y color, visto desde los ojos de un perro que amaba cada rincón de su hogar.
El aplauso fue ensordecedor. Blass movió su cola más rápido que nunca, y cuando anunciaron que había ganado, no solo por su talento, sino por la alegría que transmitía, todos corrieron a felicitarlo. Blass se había convertido no solo en el perro más talentoso del parque, sino también en el más querido.
Gracias a su premio, Blass y la señora Marta nunca tuvieron que preocuparse por las golosinas. Y el nuevo collar tenía grabado «Blass, el perro feliz». Pero para Blass, lo mejor no fueron los premios, sino la oportunidad de compartir su felicidad y su arte con todos los que amaba.
Desde entonces, cada año en el parque de Villa Alegría se celebra el «Día de Blass», un festival donde todos están invitados a mostrar sus talentos y celebrar la alegría de estar juntos. Y en medio de la celebración, siempre se puede ver a Blass, corriendo feliz, saludando a viejos amigos y haciendo nuevos, siempre listo para pintar un nuevo cuadro o aprender un nuevo truco.
Así, en un pequeño pero alegre rincón del mundo, Blass demostró que la felicidad y el amor pueden transformar cualquier lugar en un escenario de alegría y amistad, recordándonos que los verdaderos talentos vienen del corazón.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.