Había una vez una perrita juguetona llamada Cleo. Cleo era de color marrón claro y tenía unas orejas grandes y suaves que se movían de un lado a otro cuando corría. Lo que más le gustaba a Cleo era salir al campo a explorar. El campo era su lugar favorito, lleno de flores, árboles altos y, sobre todo, muchos otros animales con los que podía jugar.
Un día, el sol brillaba en lo alto y las flores estaban más coloridas que nunca. Cleo, como siempre, decidió que era un buen momento para salir a correr por el campo. Con sus patitas rápidas, empezó a saltar y correr entre la hierba alta, sintiendo el viento fresco en su cara. Mientras corría, de repente vio algo moverse detrás de unos arbustos. Curiosa, Cleo se acercó despacio.
—¿Quién estará ahí? —se preguntó Cleo.
Cuando asomó su nariz por los arbustos, vio a un conejito blanco que mordisqueaba una zanahoria. El conejito levantó la cabeza y miró a Cleo con sus grandes ojos.
—¡Hola! —dijo Cleo alegremente—. ¿Te gustaría jugar conmigo?
El conejito, que era un poco tímido, dudó por un momento, pero luego sonrió.
—¡Claro que sí! —respondió el conejito, saltando de alegría—. Me llamo Coco.
Cleo y Coco comenzaron a correr juntos por el campo. Saltaban sobre las flores y jugaban a las escondidas detrás de los árboles. Era un día lleno de risas y diversión. Mientras jugaban, escucharon un ruido en lo alto de un árbol. Miraron hacia arriba y vieron a una ardilla de color gris que los observaba desde una rama.
—¡Hola, ardilla! —gritó Cleo—. ¡Baja a jugar con nosotros!
La ardilla, que era muy curiosa, bajó saltando de rama en rama hasta llegar al suelo.
—Me llamo Chispa —dijo la ardilla—. ¿Puedo unirme a su juego?
—¡Por supuesto! —respondieron Cleo y Coco al mismo tiempo.
Ahora los tres, Cleo, Coco y Chispa, corrían por el campo, riendo y jugando. Cada vez que Cleo se acercaba corriendo, sus orejas se movían tan rápido que hacían reír a todos los animales. Corrieron y corrieron hasta que, de repente, escucharon un suave canto en el cielo.
Al levantar la vista, vieron a un pajarito de colores brillantes volando en círculos sobre ellos. El pajarito bajó y se posó en una flor cercana.
—¡Hola! —dijo el pajarito con una voz dulce—. Me llamo Pluma. Vi que se están divirtiendo mucho. ¿Puedo volar con ustedes?
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.