El Baile de los Ratones Valientes

Había una vez en una acogedora casita, un grupo de ratoncitos muy traviesos y juguetones. Sus nombres eran Tim, Tom, Lila, Pipo y Mía. Estos cinco ratoncitos vivían felices en un rincón de la casa, siempre listos para una nueva aventura. Había otro ratoncito llamado Tito, pero él era el más pequeño y a veces un poco tímido.

A los ratoncitos les encantaba salir a bailar cada vez que el gato negro no estaba cerca. Este gato negro se llamaba Sombra y siempre andaba merodeando por la casa, intentando atrapar a los ratones. Cada vez que Sombra se iba a dormir o salía a pasear, los ratoncitos aprovechaban para divertirse y bailar. Su baile favorito era el Twist, un baile que los hacía reír y saltar por toda la casa.

Un día, mientras Sombra estaba fuera cazando mariposas en el jardín, Tim, Tom, Lila, Pipo y Mía decidieron salir a bailar el Twist en la sala de estar. Tito, aunque un poco asustado, se unió a sus amigos. Estaban tan felices bailando y girando que no se dieron cuenta cuando Sombra regresó silenciosamente a la casa.

Sombra, con sus ojos brillantes y sigilosos pasos, se acercó lentamente a los ratoncitos. Antes de que se dieran cuenta, el gato se lanzó sobre ellos y atrapó a cinco de los seis ratones. Solo Tito, que había estado un poco más atrás, logró esconderse rápidamente detrás de un gran reloj de pie.

Los ratoncitos atrapados estaban muy asustados. Sombra los llevó a una pequeña caja y los encerró allí, planeando guardarlos para la cena. Tito, desde su escondite, observó todo con miedo, pero también con determinación. Sabía que tenía que rescatar a sus amigos.

Esperó pacientemente a que Sombra se durmiera. El gato, cansado después de su caza en el jardín, pronto se acurrucó en su cama y comenzó a roncar. Tito salió de su escondite y con mucho cuidado se acercó a la caja donde estaban sus amigos.

«¡No te preocupes, Tim, Tom, Lila, Pipo y Mía! Los sacaré de aquí», susurró Tito con valentía. Usando una pequeña ramita que encontró cerca, logró abrir la caja. Los ratoncitos salieron rápidamente, abrazando a Tito y agradeciéndole su valentía.

Pero sabían que no estaban a salvo todavía. Tenían que asegurarse de que Sombra no los atrapara de nuevo. Los ratoncitos se reunieron y comenzaron a planear una forma de ahuyentar al gato para siempre. Pipo, que siempre tenía ideas brillantes, sugirió que todos juntos hicieran mucho ruido para asustar a Sombra.

«Podemos usar las tapas de las ollas, campanas y cualquier cosa que haga ruido», dijo Pipo. Los ratoncitos estuvieron de acuerdo y empezaron a reunir todos los objetos ruidosos que pudieron encontrar. Cuando todo estuvo listo, esperaron a que Sombra se despertara.

Al primer sonido de los ronquidos disminuyendo, los ratoncitos comenzaron su plan. Tim golpeaba una tapa de olla, Tom hacía sonar una campana, Lila y Mía sacudían maracas que encontraron, y Pipo usaba una cuchara para golpear una sartén. El ruido era tan fuerte que Sombra se despertó sobresaltado.

El gato, asustado por todo el ruido y sin entender qué estaba pasando, salió corriendo de la casa. Los ratoncitos, felices y aliviados, se abrazaron y rieron juntos. Habían ahuyentado a Sombra y ahora podían jugar y bailar sin miedo.

Desde ese día, los ratoncitos sabían que juntos podían superar cualquier problema. Tito, aunque el más pequeño, había demostrado ser el más valiente. Aprendieron que el valor no se mide por el tamaño, sino por el corazón.

Y así, cada vez que salían a bailar el Twist, recordaban la valentía de Tito y la fuerza de su amistad. La casa volvió a ser un lugar lleno de alegría y risas, con ratoncitos bailando y jugando sin preocuparse por Sombra. Habían encontrado una manera de vivir felices y seguros, siempre juntos y apoyándose unos a otros.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.