Cuentos de Animales

El Conejo Blanco y su Canción Mágica para Descubrir el Cuerpo

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez en un hermoso bosque donde los árboles eran altos y las flores olían delicioso, un Conejo Blanco llamado Nico. Nico era un conejito muy curioso y juguetón. Pasaba sus días saltando de un lado a otro, explorando cada rincón de su hogar. Le encantaba conocer a otros animales, jugar y aprender cosas nuevas. Un día, mientras saltaba alegremente, Nico escuchó un canto suave que venía de una pequeña colina. Intrigado, decidió seguir el sonido.

Al llegar a la colina, Nico vio a una pequeña Tortuga llamada Tula. Tula estaba sentada sobre una piedra, con su caparazón brillante bajo el sol, cantando una canción hermosa sobre las estrellas y el cielo. Nico se quedó parado, fascinado, escuchando la melodía dulce que salía de la boca de Tula. Cuando terminó, Nico aplaudió con sus patitas.

—¡Qué bonita canción, Tula! —dijo Nico emocionado—. ¿Cómo hiciste para cantarla tan bien?

Tula sonrió y respondió:

—Gracias, Nico. Me gusta cantar para sentirme feliz. La música es mágica, ¿sabes? Te hace sentir cosas especiales y también puede ayudarnos a entender cosas sobre nosotros mismos.

Nico, aún muy curioso, preguntó:

—¿Entender cosas sobre nosotros mismos? ¿Cómo es eso?

Tula, contenta de compartir su conocimiento, le explicó:

—Podemos usar la música para descubrir partes de nuestro cuerpo. Por ejemplo, cuando canto sobre mis patas, pienso en cómo caminan despacito y con cuidado. ¿Quieres que te enseñe?

Nico asintió con entusiasmo y Tula comenzó a cantar una nueva canción. La canción hablaba sobre sus patitas y cómo eran fuertes para caminar, pero también suaves para que no hicieran ruido al moverse por el bosque. Nico comenzó a mover sus patitas al ritmo de la música, saltando y girando.

—¡Mira! Mis patas son mágicas, como las tuyas —dijo Nico riendo—. ¡Suenan en el suelo!

Tula sonrió, y juntos comenzaron a inventar más canciones. Hablaron sobre sus orejas, que eran grandes y les ayudaban a escuchar los sonidos del bosque. Nico movía sus orejas hacia arriba y hacia abajo, como un pequeño radar. Tula también mostró cómo se movía su cabeza, buscando el sol y mirando las nubes. Nico disfrutaba mucho de la música y cómo les hacía sentir.

De repente, apareció una alegre Ardilla llamada Susi, que venía brincando de una rama a otra. Al ver a Nico y a Tula, se acercó rápidamente.

—¡Hola, amigos! ¿De qué están hablando? Me encanta verlos tan felices —dijo Susi con su voz chispeante.

Nico le contó a Susi sobre la canción mágica que estaban creando para aprender sobre sus cuerpos. Intrigada, Susi se unió a ellos y empezó a mover su cola con ritmo.

—¡Yo también quiero cantar! Mis patas son rápidas, y mi cola es muy divertida —dijo Susi emocionada.

Así que, juntos, empezaron a cantar sobre la cola de Susi, que era larga y esponjosa, perfecta para mantener el equilibrio mientras corría de un lado a otro. Nico y Tula disfrutaban viendo a Susi saltar y brincar, siguiendo el compás de la música.

Pronto, el bosque se llenó de una feliz melodía que resonaba entre los árboles. Todos los animales se unieron a ellos. El Pájaro Azul voló cerca y se detuvo para escuchar la música. Decidió unirse a la diversión.

—¡Hola, Amigos! Espero que no les importe que les haga un pequeño dueto. Sus voces son encantadoras —dijo el Pájaro Azul, con una voz melodiosa.

Nico y sus amigos estaban encantados. El Pájaro Azul comenzó a cantar sobre sus alas y cómo le permitían volar alto en el cielo. Todos miraron asombrados mientras él se elevaba en el aire, haciendo giros y vueltas, y luego aterrizaba suavemente junto a ellos.

Juntos, hicieron una gran orquesta del bosque, cada uno aportando algo especial a la música. Tula cantaba sobre su caparazón, Susi sobre su cola, el Pájaro Azul sobre sus alas, y Nico cantaba sobre sus patitas. La canción se convirtió en una celebración. Pero, además de la música, aprendieron a conocerse. Comprendieron que cada parte de ellos era especial y única.

Mientras cantaban, un gran rayo de luz empezó a brillar entre los árboles. Todos los animales del bosque comenzaron a detenerse y prestar atención. Era el Río Cristalino, que había escuchado la canción y vino a ver quién la cantaba. Lleno de alegría, el río les dijo:

—¡Qué hermosa melodía! ¡Me encanta cuando los animales se unen para cantar! A veces, la música puede viajar con el agua, y me gusta sentirla en cada gota que me rodea.

Nico y sus amigos se sintieron felices de saber que su música también había llegado hasta el río. Decidieron que votarían una canción especial para el Río Cristalino. Mientras todos los animales se unieron, cantaron sobre cómo el río fluye, cómo baila con las piedras y cómo da vida a todo lo que toca.

El río, emocionado, comenzó a mecerse suavemente, como si estuviera bailando al ritmo de la canción. Todos los animales se unieron en una gran fiesta para celebrar la amistad, la curiosidad y la música que había acercado a todos ellos. En ese momento, cada uno se dio cuenta de que, aunque eran diferentes, juntos formaban un gran equipo lleno de amor y alegría.

Cuando la música terminó, el sol comenzaba a ocultarse, y una cálida brisa soplaba en el bosque. Nico miró a sus amigos con una gran sonrisa y dijo:

—Hoy fue un día maravilloso. Aprendimos mucho sobre nosotros y nos divertimos juntos. La música realmente es mágica, y siempre nos recordará que somos especiales tal como somos.

Todos asintieron con la cabeza, contentos de haber compartido ese momento único. Así terminaron el día, llenos de risas, canciones y recuerdos alegres en el bello bosque, donde cada uno de ellos entendió que su cuerpo, con todas sus partes, era un regalo único y maravilloso. Cada uno aportaba algo especial a los demás y comprendieron que su amistad era el regalo más grande de todos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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