El Cumpleaños Mágico en la Granja de Astrid

En una pequeña granja llena de colores y alegría, vivía una niña llamada Astrid con su hermana Marta y su amigo Sergiete. La granja era un lugar especial, donde los animales hablaban y las flores bailaban al son del viento. Todo estaba preparado para un día muy especial: ¡el cumpleaños de Astrid, que cumplía 2 añitos!

Era una mañana soleada y los tres amigos se levantaron temprano. Marta, con sus graciosas coletas, y Sergiete, siempre listo para la aventura, querían hacer de este día algo inolvidable para Astrid. La granja estaba decorada con banderines de colores, globos que flotaban como pequeñas nubes y una mesa llena de deliciosas sorpresas.

«¡Hoy será el mejor día!», exclamó Astrid con una sonrisa que iluminaba toda la granja. Sus ojos brillaban como dos estrellitas al ver toda la decoración.

Primero, fueron a visitar a los animales, que también querían participar en la celebración. Las gallinas, con sus plumas brillantes, regalaron a Astrid los huevos más bonitos que jamás habían puesto. Los conejos, saltarines y felices, hicieron una danza especial en su honor. Incluso el viejo burro, que rara vez se emocionaba por algo, llevaba un sombrero de fiesta y relinchaba contento.

Después, mientras paseaban por la granja, encontraron una pista que los llevó a un tesoro escondido: ¡una piñata en forma de estrella! Astrid, con la ayuda de Marta y Sergiete, la rompió, y de ella salieron cascadas de dulces y pequeños juguetes que llenaron de risas el lugar.

Al mediodía, la mesa se llenó de platos deliciosos: pastel de zanahoria hecho por los conejos, ensalada fresca del huerto, y un gran pastel de cumpleaños con dos velitas que Astrid sopló con ayuda de sus amigos. Todos cantaron y bailaron alrededor de la mesa, disfrutando de cada bocado y cada melodía.

Por la tarde, llegó el momento más mágico: una mariposa mensajera, con alas que brillaban como diamantes, trajo una carta de la madre de Astrid y Marta, que estaba de viaje en un país lejano. La carta estaba llena de amor y buenos deseos, y aunque no podía estar allí en persona, su amor se sentía en cada palabra.

Con el corazón lleno de felicidad, los niños decidieron hacer un regalo especial para la granja. Con ayuda de los animales y de la naturaleza, crearon un pequeño jardín donde plantaron flores de todos los colores, para que la granja estuviera siempre llena de vida y color, como el corazón de Astrid.

Al caer la noche, cansados pero felices, Astrid, Marta y Sergiete se sentaron bajo el cielo estrellado. Hablaron de sus aventuras, soñaron con futuras celebraciones y se prometieron siempre cuidar el uno del otro y de su querida granja.

«Este ha sido el mejor cumpleaños de todos», susurró Astrid mientras una estrella fugaz cruzaba el cielo, como confirmando sus palabras.

Y así, en la pequeña granja, el cumpleaños de Astrid no solo fue un día de celebración, sino también un recordatorio del valor de la amistad, la familia y la magia de los pequeños momentos.

Fin.