Cuentos de Animales

El viaje de las emociones: un descubrimiento interior

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un bosque encantado rodeado de montañas y ríos brillantes, cuatro amigos muy especiales: un dragón llamado Drago, un cocodrilo llamado Coco, una serpiente llamada Suri y un puma llamado Pumi. Drago era un dragón enorme con escamas verdes que brillaban como esmeraldas. Siempre se sentía feliz volando por los cielos. Coco, el cocodrilo, tenía un gran sentido del humor, y siempre hacía reír a sus amigos con sus travesuras. Suri, la serpiente, era muy sabia y le encantaba contar historias sobre las estrellas y la luna. Y por último, Pumi, el puma, era ágil y rápido, siempre explorando las partes más recónditas del bosque.

Un día, mientras disfrutaban de un hermoso día al borde del río, Drago notó que sus amigos parecían un poco extraños. Coco no paraba de hacer chistes, pero su sonrisa no era del todo sincera. Suri se enrollaba y desenrollaba, pero sus ojos parecían tristes. Y Pumi, aunque saltaba y corría como siempre, a veces se detenía a mirar al horizonte con una expresión pensativa.

«¿Qué les pasa, amigos?», preguntó Drago, aleteando sus grandes alas. «Parece que hay algo que les preocupa. Estoy aquí para escuchar.»

Pumi se sentó y miró a sus amigos. «A veces, aunque estamos juntos y jugando, sentimos un poco de tristeza o preocupación, pero no sabemos cómo expresarlo», explicó. «Cada uno siente algo diferente, pero no siempre es fácil hablar de ello.»

Coco asintió. «Yo, por ejemplo, me siento un poco asustado a veces por las tormentas que llegan. Hago chistes para no pensar en eso, pero no siempre es suficiente», confesó.

Suri, con su voz suave, dijo: «Yo me siento a veces sola en mis pensamientos. Las historias me ayudan, pero a veces necesito compañía para enfrentar mis miedos.»

«Eso es muy importante, amigos», dijo Drago. «Todos tenemos emociones, y es normal sentir miedo, tristeza o soledad. Pero, ¿y si hacemos un viaje para descubrir más sobre nuestras emociones? Podríamos aprender a expresarlas y apoyarnos unos a otros.»

Los amigos miraron a Drago con ojos brillantes. ¡Eso sonaba como una gran aventura! Así que decidieron emprender el viaje al bosque de las emociones, un lugar que habían escuchado en las historias de Suri, donde cada emoción tenía su propio rincón especial.

Mientras caminaban, se encontraron con un misterioso duende llamado Lúcido, que estaba sentado en una piedra brillante. Él era el guardián del bosque de las emociones. «¡Hola, amigos! Bienvenidos. Estoy aquí para ayudarles a explorar sus sentimientos», dijo el duende con una voz melodiosa.

«¡Hola, Lúcido!», exclamaron los amigos al unísono. «Estamos aquí para descubrir nuestras emociones.»

«Maravilloso», respondió Lúcido. «Aquí en el bosque, cada emoción es representada por un árbol único. Los árboles pueden mostrarles cómo se siente cada uno. Sigamos, les enseñaré.»

El primer árbol que encontraron era un inmenso árbol de hojas moradas. «Este es el Árbol de la Tristeza», explicó Lúcido. «Cuando nos sentimos tristes, puede parecer que no hay luz en el día. Pero si les miran bien, en sus hojas hay lágrimas que brillan cuando sale el sol.»

Suri se acercó y tocó las hojas moradas. «A veces siento que la tristeza me envuelve, pero nunca pensé que podría ser algo natural», dijo, sintiéndose un poco más aliviada.

Luego, llegaron a un árbol cubierto de espinas y con hojas de colores oscuros, que parecía un poco amenazante. «Este es el Árbol del Miedo», dijo el duende. «El miedo puede hacer que evitemos cosas, pero también puede protegernos si sabemos cómo enfrentarlo.»

Coco, sintiéndose inspirado, decidió acercarse al árbol. «A veces tengo miedo de lo que no puedo ver, pero ahora veo que puedo aprender a superar esos miedos», dijo con una sonrisa.

Después, llegaron a un árbol que brillaba con mil colores y tenía flores de todo tipo. «Y este es el Árbol de la Alegría», anunció Lúcido. «Cuando están felices, este árbol florece aún más. La alegría es contagiosa y siempre hay espacio para compartirla.»

Pumi saltó alrededor de las flores. «¡Me encanta estar feliz y hacer reír a los demás! Creo que debemos recordar siempre la alegría que sentimos juntos.»

El viaje continuó, y los amigos aprendieron sobre cada árbol del bosque: el árbol de la Ira, que mostraba cuervos oscuros; el árbol del Amor, que tenía corazones brillantes, y así aprendieron que cada emoción tenía su propio lugar y era importante comprenderla.

Al final del día, cuando el sol comenzaba a ponerse, Lúcido llevó a los amigos a un claro donde cada árbol estaba presente. «Aquí, en este espacio, pueden ver que todas las emociones forman parte de ser quienes son. Es normal sentirlas, y lo más importante es compartirlas con quienes aman», explicó el duende.

Los amigos se miraron entre sí, y luego cada uno tomó un momento para expresar lo que había aprendido. Drago supo que podía compartir sus grandes alegrías y también sus temores al volar. Coco entendió que el uso del humor era bueno, pero que también podía hablar de sus miedos. Suri se sintió más cómoda al compartir su tristeza con sus amigos, y Pumi se dio cuenta de lo importante que era celebrar la alegría entre ellos.

«Gracias, Lúcido», dijeron juntos. «Nos has enseñado mucho sobre nosotros mismos y nuestras emociones.»

El duende sonrió y asintió. «Recuerden, siempre pueden volver aquí, y nunca están solos. Cada vez que compartan sus sentimientos, se sentirán más fuertes y estarán más unidos.»

Al regresar al hogar, cada uno de ellos llevaba en su corazón un nuevo entendimiento. Desde ese día, aprendieron a hablar de sus emociones, a compartir risas y abrazos cuando estaban felices, y a apoyarse mutuamente en los momentos difíciles. Juntos, descubrieron que las emociones eran una parte esencial de lo que significaba ser amigos.

Así, Drago, Coco, Suri y Pumi vivieron felices, disfrutando cada día como una nueva aventura llena de risas, alegría y la valentía de compartir lo que sentían. Y en cada rincón del bosque encantado, el eco de su amistad resonaba como un canto a la vida.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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