Cuentos de Animales

El Zorro, el Pato, la Gallina y la Araña

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En una granja tranquila y soleada, vivían muchos animales felices y llenos de vida. Entre ellos, había una gallina llamada Clara, un pato llamado Patricio, y una araña llamada Teodora. Clara era una gallina gentil y trabajadora, siempre cuidando de sus polluelos y poniendo huevos frescos. Patricio era un pato valiente y leal, siempre dispuesto a ayudar a sus amigos. Teodora, por su parte, era una araña muy inteligente y astuta, que tejía las más hermosas y resistentes telarañas en los rincones de la granja.

Un día, mientras Clara picoteaba el suelo en busca de granos, Patricio nadaba en el estanque y Teodora tejía una nueva telaraña, un zorro astuto llamado Rufus apareció en el borde del bosque que rodeaba la granja. Rufus tenía un pelaje rojo brillante y ojos llenos de picardía. Estaba hambriento y, al ver a Clara, decidió que una gallina sería el almuerzo perfecto.

Rufus se deslizó silenciosamente entre los arbustos, acercándose cada vez más a Clara, que estaba distraída picoteando el suelo. Patricio, desde el estanque, notó algo inusual y vio al zorro acercándose. Con su corazón valiente, decidió intervenir para salvar a su amiga.

—¡Clara, cuidado! —gritó Patricio mientras nadaba rápidamente hacia la orilla.

Clara levantó la cabeza y vio al zorro a pocos metros de ella. Se asustó y corrió hacia el gallinero, pero Rufus era rápido y la estaba alcanzando. En ese momento, Teodora, que había estado observando desde su telaraña, decidió que también debía ayudar. Con agilidad, descendió de su telaraña y se acercó a Clara.

—No te preocupes, Clara —dijo Teodora—. Patricio y yo te protegeremos.

Rufus, al ver que sus planes se complicaban, decidió usar su astucia para intentar atrapar a Clara. Se detuvo y fingió ser amigable.

—Hola, pequeños amigos —dijo Rufus con una sonrisa falsa—. No quiero hacerles daño. Solo estoy buscando un poco de comida.

Patricio, que había llegado a la orilla, se puso entre Clara y Rufus.

—Sabemos lo que planeas, Rufus. No dejaremos que le hagas daño a Clara —dijo con firmeza.

Teodora, con su mente aguda, tuvo una idea brillante. Corrió hacia un arbusto cercano y comenzó a tejer rápidamente una telaraña muy grande y resistente. Mientras tanto, Patricio intentaba mantener a Rufus ocupado, hablando con él y moviéndose para distraerlo.

—¿Por qué no buscas otra comida en lugar de asustar a mis amigos? —sugirió Patricio—. Hay muchas cosas para comer en el bosque.

Rufus frunció el ceño, dándose cuenta de que estos animales no se rendirían fácilmente. De repente, sintió algo pegajoso en su pata trasera. Al mirar hacia abajo, vio que estaba atrapado en la telaraña que Teodora había tejido.

—¿Qué es esto? —exclamó Rufus, tratando de liberarse, pero cuanto más se movía, más atrapado quedaba.

Teodora, con una sonrisa satisfecha, apareció junto a Patricio y Clara.

—Es mi nueva telaraña, Rufus. He pensado que podría ser útil para detener a un zorro travieso como tú.

Rufus intentó liberarse con todas sus fuerzas, pero la telaraña de Teodora era demasiado fuerte. Clara, sintiéndose más segura, se acercó a Patricio y a Teodora.

—Gracias, amigos. No sé qué hubiera hecho sin ustedes —dijo Clara con gratitud.

—Estamos aquí para cuidarnos unos a otros —respondió Patricio—. Eso es lo que hacen los amigos.

—Exacto —añadió Teodora—. Juntos somos más fuertes y podemos superar cualquier desafío.

Rufus, al darse cuenta de que no podría escapar, decidió rendirse.

—Está bien, está bien. Me rindo —dijo con resignación—. Solo quería algo de comer.

Patricio lo miró con compasión.

—Si prometes no hacerle daño a nadie en la granja, podemos ayudarte a encontrar algo de comida en el bosque —propuso.

Rufus, sorprendido por la amabilidad de Patricio, asintió.

—Prometo no hacerles daño. Solo tengo hambre y no quiero causar problemas.

Teodora liberó a Rufus de la telaraña y juntos, los tres amigos lo guiaron hacia el bosque. Encontraron bayas, nueces y otros alimentos que Rufus podía comer. El zorro, agradecido por la ayuda, decidió que no volvería a molestar a los animales de la granja.

—Gracias por su ayuda y por enseñarme el valor de la amistad —dijo Rufus antes de despedirse y regresar al bosque.

Clara, Patricio y Teodora regresaron a la granja, sintiéndose orgullosos de haber ayudado a Rufus y de haber demostrado que la bondad y la amistad pueden resolver incluso los problemas más difíciles.

Desde ese día, Rufus visitaba la granja solo para saludar a sus nuevos amigos y compartir historias del bosque. Clara, Patricio y Teodora sabían que siempre podrían contar el uno con el otro, y su amistad se fortaleció aún más.

La granja siguió siendo un lugar pacífico y feliz, donde todos los animales vivían en armonía. Clara continuó cuidando de sus polluelos, Patricio disfrutaba nadando en el estanque, y Teodora seguía tejiendo sus hermosas telarañas. Y aunque la vida en la granja parecía tranquila, todos sabían que juntos podían enfrentar cualquier desafío que se les presentara.

Y así, la historia de Clara, Patricio, Teodora y Rufus se convirtió en un ejemplo de cómo la amistad y la cooperación pueden superar cualquier obstáculo. Los animales de la granja vivieron felices y unidos, demostrando que la verdadera fuerza reside en la bondad y en el trabajo en equipo.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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