Cuentos de Animales

La Aventura de la Selva Misteriosa

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En el corazón de una selva espesa y olvidada por el tiempo, cinco amigos intrépidos se reunieron al borde de un camino cubierto de musgo. Timbiriche, el mono astuto; Yaya, la sabia lechuza; Mole, el topo valiente; Epazote, el conejo ligero, y Max, el perro leal. Cargados con mochilas y llenos de valor, estaban listos para enfrentar la misión más peligrosa de sus vidas: recuperar la Flor de Luz, una planta mágica que florecía una vez cada cien años y cuyo néctar podría curar cualquier enfermedad.

El rumor de que la Flor de Luz estaba por florecer había llegado a sus oídos por medio de Yaya, quien, gracias a su vasto conocimiento y conexiones entre las aves de la selva, había descubierto su próxima aparición en el Valle Oculto, un lugar lleno de leyendas y peligros desconocidos.

El viaje comenzó al amanecer, mientras los primeros rayos de sol se filtraban a través de las densas copas de los árboles. La selva estaba viva con los sonidos de criaturas desconocidas y el susurro de las hojas bajo sus pies.

Timbiriche, siempre el más entusiasta, balanceaba de rama en rama, vigilando desde lo alto. Max, con su fino olfato, guiaba al grupo por senderos seguros, esquivando pantanos que podían tragarse a un animal entero en segundos. Mole, con su casco de minero iluminado, se encargaba de explorar las cuevas y pasajes subterráneos que encontraban en su camino. Epazote, ágil y alerta, se adelantaba para reconocer el terreno, mientras que Yaya, desde el aire, coordinaba el grupo con sus agudos ojos, asegurándose de que nadie se desviara del camino seguro.

Después de varios días de viaje, enfrentando desafíos como ríos furiosos y criaturas esquivas, el grupo llegó al borde del Valle Oculto. El lugar era un espectáculo para la vista, con cascadas que caían en cascada desde alturas inimaginables y flores exóticas que brillaban bajo la luz de la luna. Pero la belleza del valle estaba protegida por las criaturas de sombra, seres hechos de oscuridad y niebla, guardianes de la Flor de Luz.

Los amigos se detuvieron al borde del claro donde la flor estaba destinada a aparecer. Yaya, con su sabiduría, instruyó al grupo. «Debemos ser astutos y valientes. Las criaturas de sombra no descansarán hasta que el sol se alce y la flor se marchite. Nuestra misión es recolectar su néctar sin ser atrapados por ellas».

Mientras la noche caía, las criaturas comenzaron a aparecer, sus formas apenas visibles entre la neblina que se arrastraba por el suelo. Timbiriche propuso un plan: él y Epazote distraerían a las criaturas con un juego de escondite, corriendo entre los árboles y arbustos, mientras Max y Mole intentarían acercarse a la flor desde direcciones opuestas. Yaya, desde el cielo, les daría señales sobre los movimientos de las criaturas.

El plan se puso en marcha con el corazón palpitante de aventura. Timbiriche y Epazote, con su velocidad y agilidad, atrajeron a la mayoría de las criaturas hacia el lado norte del valle. Mole, usando su habilidad para cavar, creó un pequeño túnel que le permitió acercarse a la base donde la flor brotaría, mientras Max, con movimientos sigilosos, se aproximaba desde el sur.

La tensión era palpable en el aire mientras los amigos ejecutaban su plan. Finalmente, en el momento culminante, Mole emergió justo al lado de la flor, justo cuando esta comenzó a abrirse bajo la luz de la luna. Rápidamente, con un pequeño frasco preparado, recogió el néctar, justo antes de que Max llegara a su lado para protegerlo con su cuerpo.

Con el frasco de néctar asegurado, Timbiriche y Epazote regresaron corriendo, ayudando a distraer a las criaturas de sombra el tiempo suficiente para que todos escaparan del valle. A medida que el sol comenzaba a elevarse, las criaturas se disolvieron en la luz del amanecer, dejando al grupo exhausto pero triunfante.

La misión había sido un éxito rotundo. No solo habían obtenido el néctar de la Flor de Luz, sino que también habían fortalecido los lazos de amistad y coraje entre ellos. Juntos, habían enfrentado los peligros desconocidos de la selva y habían triunfado.

Al regresar a su hogar, los cinco amigos fueron recibidos como héroes. El néctar fue entregado a los ancianos del bosque, quienes aseguraron que sería usado para curar a aquellos en necesidad. Y mientras la selva susurraba historias de su valentía, Timbiriche, Yaya, Mole, Epazote, y Max sabían que esta aventura sería solo una de las muchas que vivirían juntos. Con cada paso que daban en la selva, con cada desafío que enfrentaban, su amistad se hacía más fuerte, recordándoles que, juntos, no había nada que no pudieran superar.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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