En el fondo del mar azul y brillante, vivían cinco amigos muy especiales: la Tortuga, la Raya, el Delfín, el Pulpo y el Tiburón. Cada uno de ellos tenía su propia personalidad y juntos, disfrutaban de muchas aventuras en las profundidades del océano.
La Tortuga era sabia y lenta, con un caparazón verde que brillaba a la luz del sol. Siempre tenía buenos consejos para sus amigos y les gustaba escuchar sus historias antiguas sobre el mar.
La Raya era elegante y deslizaba su cuerpo ancho con gracia por el agua. Le gustaba bailar con las corrientes y siempre encontraba formas divertidas de jugar con sus amigos.
El Delfín era juguetón y rápido. Su cuerpo gris y suave se movía con agilidad, haciendo saltos y piruetas en el agua. Le encantaba hacer reír a sus amigos con sus acrobacias.
El Pulpo era muy inteligente, con tentáculos largos y ojos grandes. Siempre tenía nuevas ideas para juegos y actividades, y podía resolver cualquier problema que surgiera.
Y el Tiburón, aunque feroz y con dientes afilados, también era parte de su grupo. Sin embargo, a veces podía ser un poco travieso y asustar a sus amigos, aunque en el fondo, no quería hacerles daño.
Un día, la Tortuga, la Raya, el Delfín y el Pulpo decidieron ir a jugar a una zona del mar que estaba llena de coloridos corales y peces brillantes. Estaban muy emocionados, nadando y explorando los rincones llenos de vida marina. El Delfín hacía saltos altos fuera del agua, mientras la Raya deslizaba suavemente por encima de los corales. El Pulpo jugaba al escondite, cambiando de color para camuflarse, y la Tortuga se movía lentamente, disfrutando del paisaje.
De repente, el Tiburón apareció entre las sombras. Sus amigos no lo habían visto llegar y, al principio, se asustaron un poco. El Tiburón, con su gran aleta dorsal y sus dientes afilados, se acercaba rápidamente.
«¡Cuidado! ¡Es el Tiburón!» gritó el Delfín, haciendo un salto para alertar a los demás.
La Raya se escondió detrás de una roca, y el Pulpo lanzó una nube de tinta para confundirse en el agua. La Tortuga, aunque lenta, empezó a nadar lo más rápido que podía para alejarse del peligro.
El Tiburón, al ver la reacción de sus amigos, se sintió un poco triste. Él solo quería unirse a la diversión, pero sabía que su apariencia asustaba a los demás. Decidió tratar de explicarles que no quería hacerles daño.
«¡Esperen! ¡No quiero hacerles daño! Solo quiero jugar con ustedes,» dijo el Tiburón con su voz fuerte pero sincera.
La Tortuga, siempre sabia, decidió escuchar. «Amigos, quizás deberíamos darle una oportunidad al Tiburón. Puede que solo quiera ser nuestro amigo,» dijo, deteniéndose y girándose hacia el Tiburón.
La Raya y el Pulpo salieron lentamente de sus escondites, y el Delfín se acercó, aún cauteloso. «¿De verdad no nos harás daño?» preguntó el Delfín, nadando alrededor del Tiburón.
«Lo prometo,» dijo el Tiburón, mostrando una sonrisa que, aunque llena de dientes afilados, parecía sincera.
Los amigos decidieron darle una oportunidad al Tiburón. Jugaron juntos el resto del día, y se dieron cuenta de que el Tiburón, aunque un poco brusco en sus movimientos, era muy divertido y tenía muchas historias emocionantes sobre el mar profundo.
Al final del día, todos estaban agotados pero muy felices. Se dieron cuenta de que a veces, juzgamos a los demás por su apariencia sin darles la oportunidad de mostrarse como realmente son. El Tiburón se convirtió en un gran amigo, y juntos vivieron muchas más aventuras en el mar.
Desde ese día, la Tortuga, la Raya, el Delfín, el Pulpo y el Tiburón se convirtieron en el grupo más unido del océano. Aprendieron a aceptar sus diferencias y a valorar lo que cada uno podía aportar. La Tortuga seguía contando sus historias, la Raya bailaba con gracia, el Delfín hacía reír a todos, el Pulpo encontraba soluciones a cualquier problema, y el Tiburón los protegía y les enseñaba sobre el mar profundo.
Juntos, demostraron que la amistad y la comprensión son más fuertes que cualquier miedo o prejuicio. Y así, en las profundidades del mar, vivieron felices y en armonía, disfrutando de cada día lleno de aventuras y risas.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.