Había una vez un niño llamado Mathias Nicolás que vivía en un lugar lleno de árboles, flores y muchos animalitos. Él tenía cuatro amigos muy especiales: un conejo llamado Saltarín, una vaca llamada Lola, un pollito llamado Pío y un perrito llamado Coco. Los cinco vivían en una granja muy feliz llamada la granja de sueños, donde cada día era una nueva aventura llena de risas y juegos.
Un día, Mathias Nicolás se despertó muy temprano, mirando por la ventana de su casita. El sol brillaba con mucha fuerza, y los pajaritos cantaban canciones bonitas. Él sabía que ese día sería muy especial porque iba a salir a pasear con sus amigos por toda la granja. Con su sonrisa enorme, se puso sus zapatos favoritos y salió corriendo hacia el patio. Saltarín el conejo ya estaba esperando, brincando feliz. Lola la vaca movía su cola mientras mascaba su hierba fresca. Pío el pollito caminaba con sus patitas pequeñas y Coco, el perrito, movía su cola muy rápido, mostrando que estaba listo para la aventura.
—¡Vamos, amigos! —dijo Mathias Nicolás con alegría—. Hoy vamos a descubrir nuevos lugares en nuestra granja de sueños.
Primero fueron a visitar el gallinero, donde muchas gallinas ponían huevos tiernitos. Pío estaba emocionado porque allí podía jugar con sus hermanitos pollitos, pero él quería mostrarle a Mathias Nicolás cómo cantaban todas juntas.
—Pío, ¿me enseñas a cantar como tú? —preguntó el niño.
Pío empezó a cantar un “pio, pio, pio” muy suave y divertido. Mathias Nicolás reía mucho tratando de imitarlo y hacía sonidos de gallinita con su voz. Las gallinas se unieron al coro y el campo se llenó de música. Después de cantar, siguieron caminando por un sendero de flores amarillas y azules. Saltarín saltaba alegremente entre las margaritas, mientras Lola lamía a Coco, que estaba muy contento con tanta compañía.
De repente, algo brilló al lado del viejo árbol. Mathias Nicolás se acercó y vio una pequeña cajita dorada, casi escondida entre las raíces. Con cuidado, la abrió y encontró dentro un mapa dibujado en papel de colores. El mapa mostraba un camino que empezaba en la granja y terminaba en un lugar que llamaban “El Jardín de los Sueños”.
—¿Qué será esto? —preguntó Mathias Nicolás muy curioso.
Saltarín, con su olfato de conejo, olió el mapa y dijo:
—¡Vamos a seguirlo! Puede ser una gran aventura.
Lola, siempre valiente, asintió con su cabeza grande y amable.
—Sí, vamos a buscar juntos ese Jardín de los Sueños —dijo mientras se preparaba para caminar.
Pío parpadeó con emoción y Coco ladró alegremente como si también estuviera listo para la búsqueda.
Así que los cinco amigos comenzaron a caminar siguiendo el camino del mapa. Primero cruzaron un pequeño puente de madera que pasaba sobre un riachuelo donde los patitos nadaban felices. Mathias Nicolás ayudó a Saltarín a cruzar porque el puente se movía un poco con el viento. Luego llegaron a un campo lleno de mariposas de todos los colores, que volaban alrededor haciendo volteretas en el aire. Lola las miraba con ojos grandes y brillantes, y casi intentó alcanzarlas con la lengua.
Mientras avanzaban, el sol comenzó a calentar un poco más, pero una brisa fresca las hacía sentir bien. Coco encontró un palo y empezó a correr con él para mostrarles a todos lo feliz que estaba. Los amigos se rieron mucho viendo a Coco jugar.
Después de caminar un rato más, llegaron a un lugar donde había muchas zanahorias y verduras frescas. Saltarín se puso muy contento porque allí podía comer zanahorias dulces y crujientes. Los otros amigos también encontraron algo rico: Lola pudo beber agua fresquita de un pozo, Pío encontró semillas de maíz, y Coco se tumbó a la sombra para descansar un ratito.
Pero Mathias Nicolás estaba más interesado en seguir el mapa, así que después de descansar un poco, todos continuaron caminando. El camino los llevó a un bosque que olía a pino y a tierra mojada. Allí el sol brillaba entre las hojas y se veían muchos animalitos escondidos: ardillas, pájaros y mariposas que parecían guiarlos. Mathias Nicolás puso atención para no perderse ni un paso, y sus amigos lo seguían muy atentos.
De repente, escucharon un pequeño ruido. Era un gatito que estaba atrapado en unas ramas. Se llamaba Mimi y era el nuevo personaje que apareció en esta historia. Mimi estaba un poco asustada y no sabía cómo bajar. Mathias Nicolás se acercó despacito y con mucho cuidado lo ayudó a bajar con la ayuda de Saltarín y Coco, que usaron sus patas para levantar suavemente las ramas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.