En lo más profundo de la selva, donde los árboles se entrelazaban como si estuvieran contando secretos y el canto de los pájaros resonaba a su alrededor, vivía un león llamado Leo. Leo no solo era conocido por su melena dorada y su rugido poderoso, sino también por ser un líder justo y sabio. En su reino, la armonía reinaba entre todos los animales, y todos lo respetaban y lo querían.
Un día, mientras Leo paseaba por la selva, escuchó un estruendo en el agua de un río cercano. Curioso, siguió el sonido hasta llegar a la orilla, donde descubrió a un enorme tiburón llamado Tiburón. Tiburón había nadado hasta el río porque estaba buscando un lugar donde descansar. Sin embargo, la selva le era desconocida, y se sentía un poco perdido.
“Hola, soy Leo, el rey de la selva. ¿Te puedo ayudar?”, preguntó el león, acercándose con cautela.
“Hola, Leo. Soy Tiburón, y he nadado más lejos de lo que esperaba. Busco un lugar seguro, pero no sé cómo volver al océano”, respondió el tiburón, con un tono triste en su voz.
Leo pensó un momento y decidió que podía ayudar a su nuevo amigo. “No te preocupes, Tiburón. Podemos encontrar una forma de llevarte de vuelta al océano. Primero, deberíamos reunir a algunos amigos que nos ayuden en esta misión”.
Así, Leo se adentró en la selva y convocó a su mejor amiga, una elegante jirafa llamada Jira. Jira era alta y siempre tenía una vista privilegiada de todo lo que sucedía en su alrededor. “¡Hola, Leo! ¿Qué sucede?”, preguntó ella, inclinando su largo cuello para mirar a su amigo.
“Estamos ayudando a Tiburón a volver al océano. ¿Te gustaría acompañarnos?”, dijo Leo.
“Por supuesto, siempre me gusta ayudar a mis amigos”, respondió Jira emocionada.
Juntos, se acercaron a la orilla del río donde Tiburón seguía esperando. “Mira, Tiburón, he traído a Jira. Con su ayuda, será mucho más fácil encontrar el camino hacia el mar”, dijo Leo.
Pero no todo iba a ser tan fácil. De repente, un lobo astuto llamado Lobo emergió de entre los arbustos. “No creo que sea una buena idea que ese tiburón regrese al océano. En la selva, es más fácil cazarlo”, dijo Lobo, mostrando sus afilados dientes con una sonrisa burlona.
“¿Por qué dices eso, Lobo? Tiburón es nuestro amigo y debería poder regresar a casa”, afirmó Jira, alzando el cuello con valentía.
“No me importa, al fin y al cabo, soy un lobo. Si quieren ayudar al tiburón, tendrán que pasar por mí”, contestó Lobo, preparándose para atacar.
Leo sabía que debía proteger a Tiburón y no dejarse llevar por la provocación del lobo. “Espérate, Lobo. En lugar de pelear, ¿qué tal si proponemos un reto? Si nos ayudas a encontrar el camino al océano, todos saldremos ganando”, sugirió Leo, sonrisa confiada en su rostro.
Lobo se quedó pensando. Le gustaba la idea de un reto, sobre todo si significaba demostrar su astucia. “Está bien, propongan el reto”, dijo, recibiendo de buen grado la propuesta de Leo.
Entonces, el león pidió a sus amigos que se reunieran: “Vamos a competir en una carrera. Quien se mantenga en la cabeza por más tiempo será el que guíe a Tiburón de regreso a su hogar”.
Misteriosamente, esta idea logró unificar a los animales. Tiburón, aunque conocía poco sobre la carrera, estaba intrigado y decidió alentar a su nuevo grupo de amigos.
Cuentos cortos que te pueden gustar
El Sueño de Lobito
Hermanos inseparables en un mundo de fantasía y aventuras compartidas
Lula y Tomi: Una Amistad Inesperada
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.