Cuentos de Animales

La Melancolía del Río Magdalena: Un Baile de Vida y Libertad

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En el corazón de Colombia fluía el majestuoso Río Magdalena, un enorme cauce de agua que serpenteaba entre montañas y valles, bañando bosques y pueblos con su corriente viva y poderosa. Allí, en sus aguas cristalinas y en sus orillas cubiertas de verde, habitaban muchos animales y personas que conocían sus secretos y su historia. Entre ellos, tres personajes muy especiales vivían momentos únicos que cambiarían su destino para siempre.

El primero era un Pez llamado Lalo, que nadaba alegremente en el río. Lalo no era un pez común: tenía escamas de colores que reflejaban el sol como si fueran pequeños espejos. Le gustaba explorar cada rincón del río y descubrir nuevas plantas y criaturas. Siempre jugaba con las burbujas y se escondía entre las raíces de los árboles que las aguas del Magdalena acariciaban suavemente.

El segundo personaje era Don Pedro, un Pescador que conocía cada recodo del río. Sus manos sabían lanzar la red de manera perfecta, y en su barca de madera había vivido muchas aventuras junto a su familia. Don Pedro respetaba al río porque sabía que era un ser vivo que daba vida a todo lo que lo rodeaba. Sin embargo, sentía tristeza porque el río parecía más silencioso cada día, menos lleno de peces como Lalo, y eso le preocupaba.

Un día, mientras Don Pedro lanzaba su red, vio un pez diferente brillar bajo el agua. Era Lalo, que nadaba con una gracia especial y parecía querer decirle algo. De repente, Lalo salió justo delante de la barca y habló con una voz dulce y clara, sorprendiendo al pescador:

—Don Pedro, necesito pedirte un favor muy importante.

El pescador se quedó boquiabierto, sin poder creer lo que escuchaba.

—¿Quién habla? —preguntó, mirando a todos lados.

—Soy Lalo, el pez del río Magdalena. Necesito que me ayudes porque nuestro hogar está triste y enfermo. Cada vez hay menos peces y el río está perdiendo su canción.

Don Pedro se quedó pensativo. Era extraño, pero también sentía que el río estaba cambiando, que ya no era el mismo que cuando era joven.

—¿Cómo puedo ayudarte? —preguntó al fin—. No soy más que un pescador, pero amo este río.

Lalo nadó cerca de la superficie y contó que el río estaba sufriendo porque las personas estaban tirando basura y contaminando el agua. Los árboles a las orillas también estaban desapareciendo por la tala indiscriminada. Todo esto hacía que la vida en el río se muriera poco a poco y que los animales estuvieran tristes y preocupados.

Mientras conversaban, apareció un cuarto personaje que escuchó la conversación desde las orillas del río: una niña llamada Ana, que vivía en un pueblo cercano. Ana amaba el río y a los animales que en él habitaban. Ella sabía que el río Magdalena era como un amigo, y no quería que se enfermara.

Ana se acercó despacio y preguntó:

—¿Puedo ayudar también?

Don Pedro asintió y Lalo sonrió debajo del agua.

—Claro que sí, Ana. Necesitamos que las personas del pueblo entiendan que deben cuidar el río. Tú puedes hablar con ellos.

Fue así como comenzaron a trabajar juntos. Ana visitaba las casas del pueblo y contaba qué estaba pasando con el río. Explicaba que si tiraban basura o cortaban árboles, el río no podría alimentar a las familias ni dar hogar a los animales. Poco a poco, más personas comenzaron a ayudar a limpiar las orillas, a cuidar los árboles y a respetar el agua.

Don Pedro, con su sabiduría, enseñaba a otros pescadores a usar métodos que no dañaran tanto al río. Les explicaba que sacar solo los peces grandes y dejar que los pequeños crecieran ayudaría a mantener el equilibrio.

Lalo, por su parte, reunía a los demás peces y a las aves que vivían alrededor para contarles que era momento de unirse y mostrar a la gente la belleza del río. Con el tiempo, el río comenzó a sonar otra vez. Ya no era un silencio triste, sino un canto lleno de vida donde los peces saltaban felices y las plantas recobraban su verde esplendor.

Una tarde, Ana invitó a Don Pedro, a Lalo y a sus amigos animales a la orilla del río para celebrar el cambio. Habían organizado un gran baile en honor al río Magdalena, para recordar que todo lo que vive ahí merece respeto y cariño.

Al llegar el anochecer, las luciérnagas empezaron a iluminar el lugar y la brisa traía el aroma fresco del agua y los árboles. Los animales danzaban entre las flores, mientras Don Pedro y los pescadores tocaban instrumentos hechos con madera y hojas. Ana bailaba al ritmo de la música, con una sonrisa brillante que parecía reflejar la alegría del río.

Lalo nadaba cerca de la superficie, saltando para saludar a sus amigos y para mostrar que el río estaba fuerte otra vez.

Entonces, Don Pedro dijo, con la voz llena de emoción:

—Este río es un regalo de la naturaleza que debemos cuidar siempre. No solo es agua, es vida, es esperanza, es un hogar para todos nosotros.

Ana añadió:

—Cuando trabajamos juntos, podemos cambiar el mundo, sin importar si somos peces, pescadores o niños. El Río Magdalena nos enseña que la vida es un baile que debemos bailar con respeto y amor.

El río respondió con un sonido suave, como un abrazo que envolvía a todos. Y en esa noche mágica, la melancolía se transformó en alegría, exaltando la fuerza de la vida y de la libertad.

Desde entonces, el Río Magdalena y sus habitantes recordaron que su supervivencia dependía de la unión y el cuidado mutuo. Y así, entre danzas y cantos, el río siguió su camino, brillante y fuerte, porque todos aprendieron un valioso secreto: cuidar el río es cuidar el corazón de la vida misma.

Y así, queridos niños, la historia nos enseña que no importa quiénes seamos, todos podemos ayudar a proteger nuestro mundo, y que la naturaleza siempre nos responderá con gracia cuando la respetamos y amamos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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