Cuentos de Animales

Melodías Encantadas de la Selva Vibrante y Sonora

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En una lejana selva conocida como la Selva Vibrante y Sonora, un lugar donde los colores brillaban con más intensidad y los sonidos eran melodías suaves que llenaban el aire, tres amigos muy peculiares vivían aventuras llenas de diversión y aprendizajes. Celestine, una curiosa y pequeña jirafa de manchas doradas, que se preguntaba constantemente sobre las maravillas de su hogar; Feliciti, una astuta y cantarina ave muy colorida que siempre buscaba la manera de ser el centro de atención con su canto melodioso; y Roberto, un sabio y viejo mono que, con su gran experiencia, sabía transmitir lecciones valiosas a los más jóvenes.

Un día, mientras el sol despertaba lentamente entre las copas de los árboles, los tres amigos se reunieron en su lugar favorito: un gran claro iluminado por los primeros rayos del amanecer. Las hojas bailaban con la brisa y los pájaros comenzaban su canto.

—¡Buenos días, amigos! —exclamó Celestine, estirando su cuello para alcanzar las hojas más frescas en la cima de un árbol cercano.

—¡Hola, Celestine! —respondió Feliciti, posándose en una rama cercana—. Escuchen, estaba pensando en organizar un concurso de canto. Sería una gran manera de mostrar nuestras habilidades y, por supuesto, ¡de divertirse!

Roberto, que escuchaba con atención mientras se balanceaba de rama en rama, sonrió y dijo:

—Esa es una genial idea, Feliciti. Pero recordar que en la selva vivimos diferentes grupos de animales, y aunque todos hacemos música, cada uno tiene su propio estilo. Deberíamos pensar en incluir a todos.

Feliciti asintió, entusiasmada con la idea de un concurso inclusivo. Se imaginaba ya cómo todos los habitantes de la selva se unían para crear un hermoso coro de sonidos. Con una chispa de inspiración, propuso:

—¡Hagamos que sea un gran festival! Haré los anuncios y bien podemos invitar a todos: aves, mamíferos, reptiles, e incluso a los insectos. ¡Todos tienen algo que contribuir!

La idea cautivó a sus amigos. Celestine, emocionada, ofreció su ayuda.

—Yo puedo ayudar a que el claro se vea hermoso, trayendo flores y decoraciones. ¡Quiero que sea un día especial!

Roberto, tras un breve momento de reflexión, sugirió:

—Y yo puedo servir de jurado, asegurándome de que todos tengan la oportunidad de mostrar su talento de manera justa.

Con el plan trazado, los amigos se repartieron las tareas. Feliciti se dedicó a volar por la selva para invitar a todos los animales, asegurándose de que cada especie sintiera que su música era valiosa y necesaria en el evento. Mientras tanto, Celestine recolectó flores de todos los colores y tamaños, creando un espectáculo visual en el claro. Roberto, por su parte, pasaba el tiempo hablando con los más ancianos de la selva para asegurarse de que su sabiduría aportara al evento.

A medida que el día del concurso se aproximaba, la emoción crecía entre los animales. Aves de plumajes brillantes comenzaron a ensayar sus mejores melodías, mientras los mamíferos, incluidos los traviesos monos y los elegantes ciervos, se preparaban para mostrar su ritmo y encanto. Pero, a medida que la fecha se acercaba, un nuevo personaje emergió en la historia: Carlotta, la tortuga anciana, conocida por sus enigmáticas historias y melodías solitarias que resonaban en lo profundo de la selva.

Carlotta, con su lento andar pero gran sabiduría, se unió al grupo en el claro mientras Celestine organizaba las flores.

—¿Cuál es la emoción que se siente en el aire? —preguntó con una voz suave, aunque firme.

Feliciti, emocionada, explicó rápidamente el concurso y su idea de hacer un festival inclusivo. La tortuga escuchó con atención, sus ojos brillaban con interés, y replicó:

—Es una hermosa iniciativa. Pero debes recordar que no todos los animales pueden cantar como tú, Feliciti, o como un loro. A veces, la música se manifiesta de diferentes maneras.

Roberto asintió en aprobación y agregó:

—Es cierto. La música viene en muchas formas, y el canto no es lo único que importa en esta selva. Quizá deberíamos incluir un espacio para que cada uno se exprese de la manera que mejor le parezca.

Los jóvenes amigos reflexionaron sobre estas palabras. Feliciti, en especial, sintió una punzada de preocupación. ¿Estaba siendo demasiado egoísta al centrarse solo en el canto? Tras un breve intercambio de miradas, decidió que la idea del concurso necesitaba un cambio.

—Entonces, ¿qué les parece si tenemos diferentes categorías? Un espacio donde todos puedan aportar su talento, incluso si no es cantar —propuso Feliciti, sintiéndose más tranquila al salir de su zona de confort.

Todos estuvieron de acuerdo. Con la guía de Carlotta y la experiencia de Roberto, se comenzaron a añadir categorías: danza, narración de cuentos, y hasta imitación de sonidos de la selva. Ya no se trataba solo de un concurso de canto, sino de una celebración de la diversidad de talentos que ofrecía la selva.

Cuando llegó el día del festival, el claro brillaba como nunca. Celestine había decorado el lugar con flores multicolores que perfumaban el aire, mientras que Feliciti había construido un gran cartel que decía «Festival de Melodías de la Selva» en letras vibrantes. Todos los animales, desde los pequeños insectos hasta los grandes mamíferos, se congregaron alrededor del claro, llenos de curiosidad y expectativa.

Roberto tomó el micrófono improvisado que habían hecho con una ramita y una hoja, y saludó a todos con su voz profunda.

—Queridos amigos, hoy celebramos la magia que cada uno de nosotros trae a esta selva. No importa si cantes, bailes, cuentes historias, o simplemente hagas ruido; lo importante es que todos somos parte de esta hermosa sinfonía que nos une.

El primer participante fue Feliciti, que dejó que su voz resonara por todo el claro. Cantó una melodía que describía la belleza del amanecer en la selva, y al terminar, todos aplaudieron emocionados. Luego llegó el turno de un grupo de muñecos saltarines que realizaron una danza con ritmo y alegría, haciendo reír a todos. Siguieron tocadores de tambores, narradores de sorprendentes cuentos, e incluso los pequeños insectos que, con su diminuta voz, narraron la historia de su vida en la selva.

Carlotta, a pesar de su edad, decidió probar suerte en la narración de cuentos. Con su voz calmada, contó una historia sobre un joven tigre que siempre soñó con volar. Su relato capturó a todos, llevando a los oyentes a un mundo lleno de imaginación y sueños. Después de su historia, todos los animales sintieron cómo los corazones vibraban al compás de sus palabras.

El festival continuó durante toda la tarde, llenando el aire con risas, aplausos y melodías. Cada uno de los participantes mostró su talento, y el claro se convirtió en un espacio para celebrar la diversidad. Nadie se sintió excluido, y todos se unieron en un coro de voces que resonaban en perfecta armonía.

A medida que el sol comenzaba a ocultarse, y las estrellas se asomaban en el cielo, Celestine levantó su cuello hacia lo alto.

—¡Miren, amigos! ¡El cielo se llena de estrellas! —exclamó mientras apuntaba.

Feliciti, entusiasmada, sugirió:

—¡Cantemos bajo las estrellas! Cada uno puede elegir la forma en que quiera hacerlo. ¡Hagamos que esta noche sea mágica!

Y así, mientras los sonidos de la selva se juntaban para crear un ambiente festivo, cada animal podía elegir su estilo. Algunos comenzaron a cantar, otros a bailar, pero sobre todo, todos se unieron en la celebración de la amistad y la diversidad. La selva resonó en armonía, demostrando que el canto y los ruidos de la vida podían coexistir en una maravillosa melodía.

Finalmente, Roberto miró a su alrededor, reconociendo el esfuerzo y entusiasmo de todos. Con una sonrisa de satisfacción, comentó:

—Hoy hemos creado algo más que un festival; hemos tejido una red de amistad y respeto. Cada uno de nosotros es especial y tiene algo valioso que aportar a la selva.

Feliciti, iluminada por estas palabras, se sintió llena de alegría por lo que habían logrado. Celestine y Carlotta también sonrieron, comprendiendo que, a través de la música, había nacido un nuevo lazo entre todos los habitantes de la selva.

Con el brillo de las estrellas y los ecos de la risa, el claro se convirtió en un lugar de unión y celebración. Y así, bajo la luz de la luna, la Selva Vibrante y Sonora resonó con melodías encantadas que nunca se olvidarían, recordando a todos que sus diferencias eran las que los hacían especiales y que, juntos, podían crear una hermosa sinfonía. Y así, el canto y la música no solo se expresaron en notas, sino que también se transformaron en amistad, unieron corazones y celebraron la belleza de la diversidad.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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