Cuentos de Animales

Niños y Niñas Somos Todos Iguales con Corazones que Riman

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

Puntuación:

0
(0)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
0
(0)

En un bosque muy, pero muy grande, vivían dos amigos muy especiales: Slavian, el pequeño oso pardo, y Zlatan, el zorro rojo y vivaz. Slavian tenía un pelaje suave y grande, y Zlatan era rápido y astuto, con ojos que brillaban como estrellas en la noche. Los dos amigos eran inseparables, jugaban juntos todos los días y se contaban secretos con risas que se oían por todo el bosque.

Un día, mientras caminaban por el sendero que serpenteaba entre los árboles, Slavian dijo con voz pensativa:
—Zlatan, ¿tú crees que los niños y las niñas son diferentes solo por ser chicos o chicas?
Zlatan se rascó la oreja y contestó:
—Mmm… No sé, Slavian. A veces veo que hacen cosas distintas, pero también creo que podemos hacer lo mismo. ¿Qué piensas tú?

Entonces, los dos amigos decidieron hacer un juego para descubrir la verdad. Inventaron un ritmo, algo que rimara, para cantar mientras exploraban el bosque:

«Niño o niña, tú y yo,
jugamos juntos, ¡sí, señor!
Manos iguales, corazón,
en el bosque y en el amor.»

Slavian y Zlatan se pusieron a cantar y a caminar entre arbustos y flores, hasta que encontraron a la señora Tortuga llamada Tina. Ella era muy sabia y lenta, pero siempre escuchaba con atención. Slavian se acercó cuidadosamente y le preguntó:
—Señora Tina, ¿los niños y las niñas pueden hacer lo mismo?

La señora Tortuga sonrió y respondió con una rima que hizo reír a los dos amigos:

«Las niñas vuelan con alas brillantes,
y los niños sueñan con mundos gigantes.
Pero iguales son, sin importar el vestido,
todos con amor y un fuerte latido.»

Slavian y Zlatan se miraron, sorprendidos y felices. La igualdad era algo muy importante, pero también algo muy bonito de entender. Luego siguieron caminando y llegaron al árbol más alto del bosque, donde vivía Lupe, la lechuza morada. Lupe sabía muchas cosas porque veía todo desde arriba. Zlatan preguntó con curiosidad:
—Lupe, ¿qué nos dices de niños y niñas? ¿Pueden ser iguales?

Lupe bajó un poco y les dijo con voz suave y rítmica:

«Niña valiente, niño valioso,
ambos en el bosque, libres y hermosos.
En playa o en montaña, en río o en plaza,
todos juntos jugamos, nadie se cansa.»

Slavian y Zlatan bailaron un poco al ritmo de aquella cantiga y se sintieron aún más seguros de que la igualdad era algo que todos debían saber. Mientras caminaban, encontraron a dos mapaches jugadores: Lila y Milo. Ellos estaban construyendo una casita con hojas y palos. Slavian se acercó y les preguntó si podían ayudar a construir juntos la casita.

Lila dijo con entusiasmo:
—Claro que sí, Slavian, ¡somos un equipo!

Milo añadió:
—Y no importa si eres niño o niña, todos somos fuertes en equipo.

Los cuatro comenzaron a trabajar, recogiendo ramitas, hojas y musgo para hacer la casita perfecta. Mientras lo hacían, Zlatan inventó una rima para que todos cantaran juntos:

«Construimos, construimos,
con manos que compartimos.
Niños, niñas, sin distinción,
juntos hacemos una canción.»

El sonido de la rima fue tan contagioso que hasta las mariposas se acercaron a ver aquel hermoso trabajo en equipo. ¡Era una casita que parecía un castillo! Cuando la casita estuvo lista, todos celebraron con una danza divertida que Zlatan y Slavian iniciaron con un canto:

«Manos iguales, claro está,
todos juntos a trabajar.
Niña o niño, nada es raro,
juntos vamos, paso a paso.»

Esa noche, Slavian y Zlatan se sentaron bajo un árbol, mirando las estrellas que titilaban en el cielo oscuro. Zlatan dijo pensativo:
—Slavian, hoy aprendí que no debe importarnos si alguien es niño o niña, porque todos podemos ser amigos iguales.

Slavian sonrió y agregó:
—Sí, Zlatan, somos iguales en el corazón, todos tenemos sueños y ganas de jugar.

Entonces, el pequeño oso y el rápido zorro comenzaron a cantar una última rima antes de dormir, para que todos los que escucharan recordaran lo que habían descubierto:

«Niños y niñas en el bosque están,
con sus risas que al viento van.
Iguales somos, sin dudar,
con corazones que saben amar.»

Desde aquel día, todos los animales del bosque aprendieron que no importaba si alguien era niño o niña, todos tenían las mismas ganas de soñar, crecer y compartir. La igualdad era como un regalo mágico que todos llevaban en su interior, solo había que abrir el corazón para entenderlo.

Y así, Slavian y Zlatan siguieron jugando, aprendiendo y rimando, porque descubrieron que la amistad verdadera no tiene género, solo tiene amor y mucha diversión.

Y colorín colorado, este cuento rimado ha terminado.

En el bosque y en la vida, niños y niñas somos iguales, con los mismos deseos, derechos y sueños. La igualdad aparece cuando compartimos el juego, la risa y el cariño, demostrando que todos, sin importar quiénes seamos, merecemos respeto y amor verdadero. Así, juntos construimos un mundo más justo y feliz, donde cada corazón puede rimar en libertad.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario