Había una vez, en una granja muy bonita, un caballo llamado Pirri. Él era un caballo marrón con una melena larga y sedosa. Vivía felizmente con sus dos mejores amigos: Conejo y Burro. Conejo era un conejito blanco con orejas grandes y ojos curiosos. Burro, por otro lado, era un burro gris con una sonrisa juguetona y una risita contagiosa.
Un día soleado, Pirri tuvo una gran idea.
—¡Vamos al huerto de manzanas! —dijo entusiasmado—. Las manzanas están maduras y deliciosas.
Conejo y Burro estuvieron de acuerdo y los tres amigos se dirigieron al huerto, donde los árboles estaban llenos de manzanas rojas y brillantes. Los tres amigos estaban muy emocionados por recoger manzanas y disfrutar de un festín.
Al llegar al huerto, Pirri comenzó a recoger manzanas con sus dientes, mientras que Burro usaba sus patas para derribar las manzanas de los árboles. Sin embargo, Conejo tenía problemas. Era pequeño y sus patas no eran lo suficientemente fuertes para derribar las manzanas, y cada vez que intentaba recoger una, se le caía.
Burro, al ver a Conejo luchar, comenzó a reírse.
—¡Jajaja! ¡Mira a Conejo! ¡No sabe recoger manzanas! —dijo burlándose.
Conejo se sintió muy triste y sus orejas se bajaron. Pirri, al ver la situación, se acercó a Burro.
—Burro, no está bien reírse de Conejo —le dijo Pirri con suavidad—. Todos tenemos cosas que aprendemos a hacer en diferentes momentos. En lugar de reírnos, deberíamos ayudar a Conejo a aprender a recoger manzanas.
Burro dejó de reírse y miró a Pirri, sintiéndose un poco avergonzado.
—Tienes razón, Pirri —dijo Burro—. Lo siento, Conejo. ¿Te gustaría que te enseñemos cómo recoger manzanas?
Conejo levantó las orejas y sonrió.
—Sí, me gustaría mucho aprender —respondió.
Pirri y Burro se pusieron manos a la obra para enseñar a Conejo. Primero, Pirri le mostró cómo usar sus dientes para agarrar las manzanas del árbol. Conejo lo intentó, pero las manzanas aún se le caían.
—No te preocupes, Conejo —dijo Pirri—. Sigue intentándolo, lo conseguirás.
Burro también tenía una idea.
—Puedes usar tus patas para hacer que las manzanas caigan al suelo —sugirió—. Mira, te enseño cómo.
Burro levantó sus patas delanteras y golpeó suavemente el tronco del árbol. Algunas manzanas cayeron al suelo. Conejo lo intentó de nuevo, imitando a Burro, pero sus patas no eran lo suficientemente fuertes. Sin embargo, no se dio por vencido.
—¿Y si saltas y sacudes las ramas con tus patas? —dijo Pirri.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.