Cuentos de Animales

¿Por qué las jirafas tienen manchas?

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Hace mucho, mucho tiempo, en una vasta sabana africana, vivía una jirafa que era muy diferente a las demás. Esta jirafa no tenía manchas en su piel, su pelaje era completamente liso y de un color amarillo brillante. La llamaban la «Jirafa Amarilla», y aunque ella era amable y tranquila, no podía evitar sentirse diferente a las demás jirafas que lucían sus elegantes manchas marrones.

Un día, mientras paseaba por la sabana buscando las hojas más verdes de los árboles altos, la Jirafa Amarilla decidió detenerse cerca de un lago para beber agua. Mientras se acercaba al agua cristalina, unos pequeños conejos que vivían cerca del charco comenzaron a jugar. Los conejos, traviesos y alegres, saltaban dentro y fuera del agua, haciendo pequeñas salpicaduras. Sin darse cuenta, comenzaron a salpicar barro sobre las patas de la jirafa.

«¡Oh no!», dijo la jirafa, sacudiendo una pata llena de barro. «Ahora estoy sucia». Pero los conejos no parecían notar el problema y continuaron con su juego, riendo y saltando.

La jirafa suspiró y se acercó al lago para intentar limpiarse, pero antes de que pudiera mojarse, unos elefantes que también habían venido al lago empezaron a burlarse de ella. Uno de los elefantes, que tenía la trompa más larga de todos, la miró y dijo: «¿Qué haces, jirafa? No tienes trompa para beber agua como nosotros. ¡Qué raro es verte tan alta y sin manchas!».

Las palabras del elefante hicieron que la jirafa bajara la cabeza, sintiéndose aún más diferente. No solo no tenía manchas como las demás jirafas, sino que también carecía de una trompa como la de los elefantes. Se sentía triste y sola, y unas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

«¿Por qué soy tan diferente?», pensaba la jirafa mientras las lágrimas caían en el lago.

Pero en ese momento, mientras los elefantes seguían riéndose, un tigre apareció entre los arbustos. Era un tigre grande y fuerte, pero con una mirada tranquila y sabia. Había estado observando la situación desde lejos, y no le gustaba nada cómo los elefantes trataban a la jirafa.

Con paso decidido, el tigre se acercó a los elefantes. «¡Basta ya!», rugió. «No está bien burlarse de alguien solo porque es diferente». Los elefantes, sorprendidos por la aparición del tigre, dejaron de reír y retrocedieron un poco. El tigre se volvió hacia la jirafa y le dijo con voz suave: «No llores más, jirafa. No tienes por qué sentirte mal. Mañana te enseñaré algo que los elefantes no pueden hacer, y verás que ser diferente es algo especial».

La jirafa, aunque aún triste, sintió una chispa de esperanza en las palabras del tigre. «¿De verdad?», preguntó la jirafa, secándose las lágrimas. El tigre asintió con una sonrisa. «Mañana te lo mostraré. Ven aquí al amanecer, y lo verás».

Esa noche, la jirafa durmió junto a un árbol, preguntándose qué podría ser eso tan especial que el tigre quería mostrarle. Aunque todavía sentía algo de tristeza, el pensamiento de que podría haber algo único en ella la hizo sentir un poco mejor.

A la mañana siguiente, justo cuando el sol empezaba a asomar por el horizonte, la jirafa se encontró con el tigre cerca del lago, tal como habían quedado. «Bien», dijo el tigre con un brillo en sus ojos. «Ahora, levanta la cabeza y mira hacia arriba».

La jirafa levantó su largo cuello y miró los árboles altos que había a su alrededor. Las ramas más altas estaban llenas de hojas verdes y frescas, algo que ningún animal de la sabana podía alcanzar fácilmente. «Esas hojas», dijo el tigre, «son las más jugosas y deliciosas de toda la sabana. Ningún elefante, ni ningún otro animal, puede alcanzarlas. Pero tú sí. Tú eres especial, jirafa. Puedes llegar a donde otros no pueden».

La jirafa se sintió sorprendida. Nunca antes había pensado en ello. Lentamente, estiró su cuello aún más alto y mordisqueó una de las hojas más tiernas de la cima del árbol. Era, efectivamente, deliciosa. La jirafa sonrió, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió orgullosa de ser tan alta.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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