Cuentos de Animales

Unai y la Aventura de Ser Hermano Mayor

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo junto al mar, un niño llamado Unai. Unai era un niño rubio con una cresta muy divertida en su cabello. Vivía en una casa acogedora con sus papás, sus tíos Adri y Gonzalo, sus abuelos y dos gatos, uno negro y otro marrón atigrado. Aunque Unai tenía muchos familiares con quienes jugar y aprender, sentía que le faltaba algo.

Un día, sus papás le dieron una noticia maravillosa: ¡iba a tener una hermanita! Unai estaba tan emocionado que no podía esperar para conocerla. Cuando finalmente nació Daira, una bebé pequeña y adorable, Unai supo que su vida cambiaría para siempre.

Desde el primer día, Unai sintió una conexión especial con Daira. A pesar de que ella era muy pequeña, él le hablaba sobre todas las cosas emocionantes que harían juntos cuando ella creciera. Le contaba sobre los paseos a la playa, donde buscarían caracoles y construirían castillos de arena, y sobre las tardes en el parque, corriendo y jugando con sus amigos.

Unai también le presentaba a Daira a todos los animales que vivían en su casa. Le mostraba al gato negro, que siempre se acurrucaba junto a ella, y al gato marrón atigrado, que le gustaba seguir a Unai por toda la casa. «Estos son nuestros amigos», le decía Unai a Daira. «Nos cuidarán y jugarán con nosotros.»

Los días pasaban y Unai se convertía en el mejor hermano mayor que Daira podía tener. Le enseñaba cosas nuevas todos los días y siempre estaba ahí para cuidarla. A veces, cuando Daira lloraba, Unai se acercaba y le cantaba canciones que inventaba en el momento. Daira se calmaba y sonreía, y eso hacía que Unai se sintiera muy feliz.

Una tarde, mientras estaban en la sala de estar, Unai decidió que era el momento perfecto para hablarle a Daira sobre uno de sus lugares favoritos: la playa. «Daira», dijo Unai suavemente, «cuando seas un poco más grande, te llevaré a la playa. Allí hay un montón de arena donde podemos jugar y muchos caracoles que podemos coleccionar. También podemos buscar estrellas de mar y construir grandes castillos.»

Daira lo miraba con sus grandes ojos curiosos, como si entendiera cada palabra que su hermano decía. Unai sonrió y continuó, «Y también podremos nadar en el mar. El agua es fresca y salada, y cuando el sol brilla, parece que todo el océano está lleno de pequeñas luces.»

Los días seguían pasando y Daira crecía cada vez más. Aunque todavía era pequeña, comenzaba a mostrar interés en todo lo que Unai hacía. Le encantaba seguirlo con la mirada y sonreírle cada vez que él le hablaba. Unai estaba seguro de que, cuando Daira fuera un poco mayor, serían los mejores compañeros de juegos.

Un día, mientras estaban todos en el jardín, Unai decidió que era el momento perfecto para mostrarle a Daira las maravillas de la naturaleza. «Ven, Daira», dijo Unai mientras la llevaba en sus brazos, «te voy a mostrar todas las plantas y flores que crecen aquí. Mira, estas son margaritas. Son blancas y amarillas, y huelen muy bien.»

Daira extendió su pequeña mano para tocar las flores, y Unai sonrió orgulloso. «Y aquí», continuó, «tenemos un árbol grande. Es un lugar perfecto para hacer un pícnic y escuchar a los pájaros cantar.»

Unai también le mostró a Daira las mariposas que volaban alrededor del jardín. «¿Ves esas mariposas? Son tan bonitas y coloridas. Un día, podremos correr tras ellas y tratar de atrapar una para verla de cerca.»

A medida que pasaban los meses, Unai y Daira se volvieron inseparables. Unai le enseñaba a Daira a decir sus primeras palabras y a dar sus primeros pasos. Siempre estaba ahí para ayudarla y protegerla. Y aunque a veces ser un hermano mayor era una gran responsabilidad, Unai disfrutaba cada momento.

Una mañana, los papás de Unai y Daira les dijeron que iban a pasar el día en la playa. Unai estaba tan emocionado que no podía esperar para mostrarle a Daira todo lo que le había contado. Empacaron una gran cesta de pícnic con comida deliciosa y llevaron todos sus juguetes de playa.

Cuando llegaron a la playa, Unai y Daira se sorprendieron por la belleza del lugar. La arena era suave y dorada, y el mar brillaba bajo el sol. Unai tomó la mano de Daira y corrieron hacia la orilla. «¡Mira, Daira! Aquí es donde podemos construir nuestro castillo de arena.»

Juntos, empezaron a cavar y a construir. Unai hacía torres altas y murallas, mientras Daira se encargaba de decorar con conchas y pequeñas piedras que encontraban. Trabajaron en equipo y pronto su castillo fue el más impresionante de toda la playa.

Después de jugar en la arena, se adentraron en el mar. El agua estaba fresca y refrescante, y Daira chapoteaba feliz mientras Unai la sostenía con fuerza. «¿Ves, Daira? Esto es lo que te decía. El mar es increíble.»

Pasaron el resto del día explorando la playa, recogiendo caracoles y buscando estrellas de mar. Unai le mostró a Daira cómo buscar las mejores conchas y le explicó que cada una era única. «Al igual que tú, Daira», dijo Unai, «eres especial y única.»

Al final del día, se sentaron juntos a disfrutar del pícnic que habían preparado. Comieron bocadillos y frutas frescas, y se rieron recordando todas las aventuras que habían vivido ese día. «¿Sabes, Daira?», dijo Unai mientras miraba el mar, «hoy ha sido uno de los mejores días de mi vida. Estoy muy feliz de tenerte como mi hermana.»

Daira, aunque aún no podía hablar mucho, le dio a Unai un abrazo fuerte, como si entendiera exactamente lo que él sentía. Y en ese momento, Unai supo que ser un hermano mayor era la aventura más maravillosa de todas.

Con el tiempo, Unai y Daira siguieron teniendo muchas más aventuras juntos. Explorarían bosques, aprenderían sobre animales y plantas, y siempre se apoyarían mutuamente. Unai nunca más se sentiría solo, porque tenía a su querida hermana Daira a su lado.

Y así, en su pequeño pueblo junto al mar, Unai y Daira vivieron felices, disfrutando cada día de su gran aventura de ser hermanos.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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