Había una vez una niña llamada Alisson que siempre había sido aventurera. Hija de una respetada profesora de geografía, Alisson creció rodeada de mapas, globos terráqueos y libros de historia que hablaban de lugares remotos, culturas distantes y civilizaciones antiguas.
Un día, mientras ayudaba a su madre a limpiar su habitación, encontró un antiguo objeto: Un cristal cuyo origen era incierto. Era un objeto de familia, pero siempre había estado guardado debido a la fascinación que su abuela sentía por él.
Era un cristal común y corriente, o al menos eso parecía, pero cuando Alisson lo sostuvo en su mano, todo cambió. El cristal empezó a brillar con un resplandor misterioso; y en un abrir y cerrar de ojos, Alisson se vio transportada a un lugar que solo había visto en los mapas: el continente africano.
Enfrentándose a su nueva realidad, Alisson se armó de valor. Inmediatamente, reconoció las montañas cuyo nombre había estudiado hace tiempo; el Atlas, el Futa Yalón y allá a lo lejos podía ver la cima nevada del Kilimanjaro.
Estando en África, Alisson exploró lugares, interactuó con la población local y aprendió sobre su cultura y lanzó sus lenguas. También, como amante de la naturaleza, se asombró ante la diversidad de vida en los parajes africanos. Los días eran arduos y llenos de nuevos descubrimientos.
De la misma forma que llegó, fue transportada de nuevo, pero esta vez a Asia. Allí también, aprovechó para explorar y aprender todo lo que pudo. Encontró civilizaciones antiguas, imperios y conquistas, con cada rincón contando su propia historia. Le fascinó la variedad de paisajes, desde desiertos ardientes a montañas cubiertas de nieve, ríos caudalosos y ciudades bulliciosas.
Por más emocionante que fuera su viaje, Alisson comenzó a extrañar su hogar. Quería volver, pero no sabía cómo. Una noche, mientras observaba el cristal, entendió que su deseo de volver era la clave. Alisson sosteniendo fuertemente el cristal, con un fuerte deseo de volver a casa y en un parpadeo, se encontró de vuelta en su casa, apretando el viejo cristal brillante.
Alisson aprendió dos cosas importantes en sus viajes: La diversidad del mundo y la importancia del hogar. A partir de entonces, compartió su experiencia con otros, narrándoles las hermosas historias de los diversos lugares que visitó y las distintas culturas que experimentó.
Y es desde entonces que Alisson, una niña común, se convirtió en el ejemplo de valor y curiosidad para sus compañeros. Recordamos su historia como un símbolo de aventura y exploración, pero también de la importancia de valorar nuestro hogar y las riquezas culturales a nuestro alrededor.
Desde entonces, cada vez que Alisson toma el cristal, una sonrisa cruza su rostro, recordando las maravillosas aventuras que vivió, siempre lista para la próxima gran aventura.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.