En una casa llena de risas y amor, vivía un bebé llamado Benjamín. Él era un niño alegre con mejillas redonditas y ojos grandes y curiosos que brillaban con cada nueva maravilla. Su hermano mayor, Juan Pablo, era su héroe. Todo lo que Juan Pablo hacía, Benjamín quería imitarlo.
Desde muy pequeño, Benjamín observaba cómo Juan Pablo jugaba, aprendía y compartía. Cuando Juan Pablo iba a la sala cuna Winnie The Pooh, Benjamín lo miraba salir con una mochila llena de libros y juguetes, y se prometía a sí mismo que un día, él también iría allí.
El tiempo pasó rápido, como las nubes en un día ventoso, y pronto llegó el gran día. Benjamín, ahora de nueve meses, estaba listo para su primera aventura en la sala cuna Winnie The Pooh, justo como lo hizo Juan Pablo.
Esa mañana, Benjamín despertó antes que el sol. Mamá y Papá lo vistieron con una camiseta de Winnie The Pooh y pequeños pantalones azules. En la cocina, Juan Pablo le dio un abrazo y le deseó un día lleno de juegos y risas.
Al llegar a la sala cuna, Benjamín se asombró. Las paredes estaban pintadas con escenas del Bosque de los Cien Acres, donde Winnie y sus amigos vivían. Había árboles pintados, una corriente azul de río y hasta la casa de Pooh construida en un rincón.
Las tías, vestidas con suaves suéteres amarillos, recibieron a Benjamín con los brazos abiertos. «Bienvenido, Benjamín,» dijeron con una sonrisa. «Hoy vamos a divertirnos mucho.»
Pronto, Benjamín estaba gateando entre montones de bloques suaves y peluches de Tigre, Igor y Piglet. Cada juguete parecía cobrar vida, invitándolo a explorar y aprender. En un rincón, encontró un pequeño espejo donde Pooh miraba curiosamente. Benjamín se acercó y, por un momento, creyó ver a Pooh guiñándole un ojo.
La mañana se llenó de canciones y cuentos. Las tías le enseñaron a Benjamín canciones sobre amistad y valentía, y leyeron cuentos de Pooh buscando miel y ayudando a sus amigos. Benjamín aplaudía y reía, maravillado con cada historia.
Al llegar el mediodía, era hora de un pequeño descanso. Benjamín, cansado pero feliz, se acurrucó en una manta suave con un peluche de Pooh en sus brazos. Mientras sus ojitos se cerraban, las tías le susurraban cuentos de sueños mágicos y aventuras en el bosque.
Después de la siesta, Benjamín y los otros niños pintaron con pinturas de agua. Benjamín eligió el color miel y pintó un gran sol brillante, como el que iluminaba sus mañanas con Juan Pablo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.