Cuentos de Aventura

Dos gatitos bajo el sol de la alegría

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y brillantes flores, dos gatitos que eran los mejores amigos del mundo. Sus nombres eran Drimy y Narvy. Drimy era un gatito de pelaje gris, con ojos grandes y curiosos que brillaban como estrellas. Por otro lado, Narvy era un gatito de color naranja, siempre lleno de energía y con un espíritu aventurero. Cada día, salían juntos a jugar y explorar el hermoso paisaje que los rodeaba.

Una mañana soleada, los dos amigos despertaron con un claro objetivo en sus corazones: querían encontrar el legendario Jardín de las Delicias, un lugar mágico del que siempre habían escuchado hablar. Se decía que en ese jardín crecían flores que podían hacer reír a cualquiera y que tenían colores más vivos de lo que uno pudiera imaginar. Sin dudarlo, las dos bolitas de pelo decidieron emprender su aventura.

—¡Vamos, Narvy! —dijo Drimy saltando de emoción—. Hoy es el día en que encontramos el Jardín de las Delicias.

—¡Sí! —respondió Narvy moviendo su cola con entusiasmo—. ¡No puedo esperar para ver esas flores mágicas!

Así, comenzaron su travesía. Corrieron hacia el arroyo que serpenteaba cerca de su casa. El agua brillaba bajo los rayos del sol y los dos gatitos se detuvieron un momento para jugar en las orillas. Saltaron, se chapotearon y rieron, disfrutando de la frescura del agua.

Después de un rato, decidieron continuar su búsqueda. Recordaban que debían ir hacia las colinas que se alzaban al fondo, donde las leyendas decían que el jardín estaba escondido. Con el sol brillando en lo alto, subieron por la colina y se sintieron un poco cansados, pero nada podía detener a Drimy y Narvy.

—Mira hacia allá, Narvy —dijo Drimy señalando con su pata hacia la cima de la colina—. ¡Creo que podemos ver algo brillante!

Los dos gatitos subieron rápidamente y, al llegar a la cima, sus ojos se iluminaron al ver un destello de colores en el horizonte. Era la entrada del Jardín de las Delicias, toda cubierta de flores de colores brillantes que parecían bailar con el viento.

—¡Lo encontramos! —gritaron al unísono, saltando de alegría.

Con cuidado, comenzaron a acercarse al jardín. El aire estaba lleno de un dulce aroma a flores y, en cada paso que daban, sentían que la felicidad les llenaba el corazón. Justo cuando estaban a punto de dar el primer paso dentro, un pequeño ruido les hizo detenerse.

—¿Qué fue eso? —preguntó Narvy, mirando a su alrededor.

De entre los arbustos apareció un pequeño y curioso pajarito azul. Tenía un pico amarillo y unos ojitos brillantes, que parecían llenos de sabiduría.

—Hola, gatitos —dijo el pajarito con una voz suave—. Soy Miko, el guardián del Jardín de las Delicias. ¿Qué los trae por aquí?

Drimy y Narvy se miraron emocionados. Nunca habían visto un pajarito tan hermoso ni tan amable.

—¡Hola, Miko! —dijo Drimy—. Somos Drimy y Narvy. Hemos venido a explorar el Jardín de las Delicias. ¡Queremos ver las flores mágicas que hacen reír a todos!

—¡Eso suena maravilloso! —exclamó Miko—. Sin embargo, para entrar al jardín necesitas completar una pequeña misión. ¿Están listos para un desafío?

Narvy, sin pensarlo dos veces, contestó: —¡Sí, estamos listos! ¡Queremos ayudar!

Miko sonrió y les explicó su misión. En el jardín había una fuente mágica, pero se había secado y perdido su brillo. Solo quienes tuvieran un corazón puro podían hacer que el agua de la fuente volviera a fluir. Para ello, debían encontrar tres objetos mágicos que estaban esparcidos por el jardín: una pluma dorada, una piedra reluciente y una flor especial que solo florecía cuando el sol brillaba con más fuerza.

—¡Nosotros lo haremos! —gritaron Drimy y Narvy al unísono, llenos de determinación.

Miko voló en círculos alrededor de ellos y luego marcó con su pequeño pico la dirección hacia la fuente. Los dos amigos comenzaron su búsqueda, saltando con alegría y curiosidad por el jardín. El lugar era un verdadero paraíso lleno de flores de todos los colores imaginable: rojas, amarillas, moradas y azules. Mientras corrían, cada flor parecía mirarlos y sonreír, animándolos a seguir adelante.

Primero, decidieron buscar la pluma dorada. Miko les dijo que la pluma estaba en el lugar donde las flores danzaban al ritmo del viento. Con tanto entusiasmo, Drimy y Narvy se dirigieron hacia un claro donde un suave viento soplaba y hacían que las flores se movieran en un simpático vaivén.

—¡Mira allí! —dijo Narvy, apuntando hacia el centro del claro.

Allí, brillando con la luz del sol, estaba la pluma dorada. Era larga y hermosa, y en su superficie reflejaba los colores del jardín como si tuviera un pequeño arcoíris. Drimy la tomó con su boca y se la mostró a Narvy.

—¡Una más! —dijo Narvy alegremente—. ¡Ya tenemos una!

Siguieron buscando la piedra reluciente. Miko les indicó que estaba cerca de un bello arco iris que surgía de la tierra. Luego de unos minutos de búsqueda, encontraron un pequeño estanque donde el arco iris tocaba el agua y, sentado en una roca, estaba la piedra reluciente. Era tan brillante que daba la impresión de que era una joya perdida.

—¡Es espectacular! —exclamó Drimy, mientras Narvy la recogía con cuidado.

—Ahora solo nos falta la flor especial —dijo Narvy.

Ambos amigos continuaron su búsqueda y pronto el sol comenzó a brillar aún más. Recordaron lo que Miko les había dicho y miraron hacia las flores que parecían bailar. Entre ellas, Drimy vio algo especial, una pequeña flor que apenas podía verse.

—¡Mira! —gritó emocionado—. ¡Ahí está la flor especial!

Era diminuta y de un color dorado vibrante. Apenas si podían distinguirla entre las demás, pero su luz destacaba como pequeñas estrellas en la noche. Drimy y Narvy, con mucho cuidado, la recogieron y la guardaron junto a los otros dos objetos mágicos.

—¡Lo logramos! —dijeron juntos mientras regresaban a donde estaba la fuente mágica.

Cuando llegaron, Miko los esperaba con una gran sonrisa en su rostro.

—¡Estoy tan orgulloso de ustedes! —dijo con alegría—. Ahora, coloquen la pluma dorada, la piedra reluciente y la flor especial en la fuente y verán la magia suceder.

Con gran emoción, Drimy y Narvy colocaron cada uno de los objetos en la fuente uno por uno. En cuanto la flor tocó el agua, un destello brillante iluminó el jardín y el murmullo del agua empezó a escuchar en todo el lugar.

De repente, la fuente comenzó a brillar con todos los colores que habían visto en el jardín. El agua comenzó a brotar y a fluir de nuevo con alegría, creando melodías mágicas que resonaban en el aire. Las flores comenzaron a danzar al ritmo del agua saltarina, y pronto, todo el jardín parecía una fiesta de alegría.

—¡Lo hicimos! —gritaron emocionados Drimy y Narvy mientras disfrutaban del espectáculo.

Miko se unió en su celebración y, en un momento de pura alegría, cantó una hermosa canción que hablaba sobre la amistad, la aventura y la magia de la felicidad. Drimy y Narvy, contagiados por la música, comenzaron a saltar y a bailar como nunca antes lo habían hecho.

—Gracias, Miko —dijo Drimy cuando la canción terminó—. Gracias por guiarnos.

—Y gracias por mostrarnos la belleza del jardín —agregó Narvy, lleno de emoción.

Con una sonrisa llena de gratitud, Miko les dijo: —Ustedes son verdaderos amigos y con su valentía y determinación, han devuelto la alegría al Jardín de las Delicias. Recuerden que la verdadera magia está en la amistad y en ayudar a los demás.

Drimy y Narvy estaban tan felices que decidieron jugar en el jardín el resto del día. Corrían entre las flores, saltaban sobre los arcos de arcoíris y se divertían tanto como nunca antes. Las flores reían, el sol brillaba y el viento susurraba melodías suaves.

Al final del día, cuando el sol comenzó a ponerse y el cielo se tiñó de un brillante color anaranjado, Drimy y Narvy se despidieron de Miko.

—Volveremos a visitarte —prometieron mientras caminaban hacia la salida del jardín.

—Estaré esperando —respondió Miko, volando sobre ellos con alegría.

Al llegar a su casa, los dos gatitos miraron hacia el cielo y se sintieron agradecidos por el hermoso día que habían tenido.

—Hoy fue increíble, Narvy —dijo Drimy mientras se acurrucaban en su hogar.

—Sí, lo fue —respondió Narvy con una gran sonrisa—. Nunca olvidaré nuestra aventura y lo que hicimos juntos.

Y así, con el corazón lleno de felicidad y la promesa de nuevas aventuras por venir, Drimy y Narvy se quedaron dormidos, soñando con flores, risas y la mágica amistad que los unía. Con cada nuevo día, sabían que el mundo estaba lleno de maravillas por descubrir, siempre juntos, siempre con alegría.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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