Cuentos de Aventura

El Árbol de las Hojas Bailarinas

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo, un árbol muy especial. Este árbol era tan alto que parecía tocar el cielo, y tenía hojas de muchos colores. Había hojas rojas como las manzanas, amarillas como el sol y naranjas como las calabazas. Cada otoño, cuando el viento soplaba suavemente, las hojas comenzaban a caer. Pero no caían como las hojas de los demás árboles. No, las hojas de este árbol bailaban.

Cuando el viento llegaba, las hojas se soltaban de las ramas y empezaban a girar en el aire, como si estuvieran en una gran fiesta. Bailaban, daban vueltas y vueltas, y luego flotaban suavemente hasta el suelo. Los niños del pueblo siempre esperaban con emoción este momento, porque sabían que la llegada del otoño traía consigo las hojas bailarinas.

Un día, el viento comenzó a soplar con fuerza, y las primeras hojas comenzaron a caer. Los niños del pueblo, al verlas, corrieron hacia el árbol. Saltaban y reían, tratando de atrapar las hojas antes de que tocaran el suelo. Pero las hojas eran rápidas y ágiles, y se escurrían entre sus manos.

—¡Miren cómo bailan! —gritó uno de los niños.

Pronto, las hojas comenzaron a acumularse en el suelo, formando un gran montón de colores. Los niños, llenos de alegría, comenzaron a saltar al montón de hojas, creando un gran «¡splash!» de colores. Cada vez que caían en el montón, las hojas volaban por el aire, como si estuvieran felices de estar en la tierra, jugando con los niños.

—¡Es como una lluvia de colores! —dijo una niña, extendiendo los brazos mientras las hojas caían sobre ella.

Durante todo el día, los niños corrieron y saltaron, creando olas de hojas que volaban a su alrededor. Al final del día, cansados pero felices, se sentaron en un círculo bajo el gran árbol. Las hojas seguían cayendo suavemente, y el aire estaba lleno de una suave melodía que solo los árboles pueden cantar.

Uno de los niños, con los ojos brillando de emoción, dijo: —Este árbol no es como los demás. Sus hojas son mágicas, porque no solo caen, ¡sino que también bailan!

Otro niño asintió y añadió: —¡Tal vez las hojas tienen aventuras mientras vuelan por el aire!

—¿Aventuras? —preguntó una niña, curiosa—. ¿Qué tipo de aventuras?

Y así, todos comenzaron a imaginar. Algunos dijeron que las hojas viajaban por el mundo, viendo lugares nuevos y emocionantes. Otros creían que las hojas volaban hasta las nubes, donde jugaban con los pájaros y las estrellas.

Pero había una historia que todos los niños acordaron que era la más divertida. Decían que, cuando las hojas caían al suelo y los niños las recogían para hacer un gran montón, en realidad estaban ayudando a las hojas a volver a su hogar secreto, un lugar mágico debajo del árbol donde las hojas se reunían cada noche para descansar después de su gran fiesta en el aire.

Con el sol poniéndose y las últimas hojas cayendo suavemente, los niños se quedaron bajo el árbol, abrazados por la magia del momento. Sabían que, aunque el otoño pronto terminaría, siempre podrían regresar el próximo año para ver a las hojas bailar de nuevo.

Y así, cada otoño, el árbol de las hojas bailarinas traía alegría y aventura al pequeño pueblo. Los niños esperaban con ansias el momento en que el viento soplara y las hojas comenzaran su gran fiesta en el aire.

Fin

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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