Era un brillante y soleado sábado cuando Luna, una pequeña niña de dos años con cabellos rubios y ojos marrones, se despertó muy emocionada. Hoy, junto a sus mamás, Sara y Susu, iría de excursión al campo, un lugar lleno de maravillas y animales que Luna estaba ansiosa por descubrir.
Sara, la mamá de Luna, tenía el cabello moreno y ojos azules. Era amante de la naturaleza y sabía mucho sobre plantas y animales. Susu, por otro lado, también rubia como Luna y con ojos marrones, era una fotógrafa que siempre llevaba su cámara para capturar los momentos más especiales de sus aventuras.
— ¿Estás lista para ver muchos animales hoy? — preguntó Susu mientras ajustaba la pequeña mochila de Luna.
— ¡Sí! — exclamó Luna, saltando en su asiento de coche.
El viaje en coche fue corto y pronto llegaron a un hermoso campo lleno de flores, árboles y un sinfín de sonidos que cautivaban los oídos. Al bajar, Luna sintió la suave hierba bajo sus pies y no pudo evitar correr hacia una mariposa que volaba cerca.
— ¡Mira, Luna! — dijo Sara, señalando hacia un perro que jugaba cerca de una granja.— Ese es un perro. Es un amigo fiel y le encanta jugar.
Luna observó al perro correr y ladrar alegremente, moviendo la cola con entusiasmo. Poco después, vieron un gato que se acercaba sigilosamente a un grupo de mariposas.
— Ese es un gato — explicó Susu, tomando una foto.— Son muy ágiles y buenos cazadores.
Continuaron su paseo y se encontraron con una oveja y su cordero en un prado cercano.
— La oveja da lana, que podemos usar para hacer ropa — dijo Sara, mientras Luna acariciaba suavemente al cordero que se acercó curioso.
Al avanzar, se toparon con una vaca que masticaba hierba tranquilamente bajo la sombra de un árbol.
— La vaca nos da leche — comentó Susu, señalando el cubo de leche fresca al lado de la vaca.
El recorrido siguió y cada encuentro era una oportunidad para aprender. Vieron un burro cargando sacos de grano, una abeja zumbando entre las flores, una mariquita en una hoja, una hormiga cargando una hoja mucho más grande que ella, un gusano en la tierra, un pato en el lago, un cerdo en el lodo, un gallo cantando al amanecer y una rana saltando cerca del estanque.
Con cada animal, las mamás de Luna le explicaban sus características y la importancia de cada uno en la naturaleza. Luna escuchaba atentamente, sus ojos brillaban con cada descubrimiento y su sonrisa era tan brillante como el sol que iluminaba el día.
Al caer la tarde, después de un día lleno de exploración y aprendizaje, volvieron a casa. Luna, agotada pero feliz, se preparó para dormir. Susu le dio un beso de buenas noches y Sara le contó una vez más sobre los animales que habían visto ese día hasta que Luna se quedó dormida, soñando con los animales y las aventuras del día.
Así, en el corazón de una niña curiosa, quedaron sembradas las semillas del respeto y amor por la naturaleza, y con cada sueño, Luna se preparaba para más aventuras que seguramente vendrían.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.