En un soleado día de verano, la pequeña Laia se encontraba en el jardín de la casa de sus abuelos. Mientras jugaba, descubrió una llave antigua y brillante debajo de un árbol. Curiosa, Laia corrió a enseñársela a sus abuelos.
¡Vaya, vaya! Exclamó Yeyo con una chispa en sus ojos. Esta es la llave del cofre de los recuerdos. Yeya, sonriendo, añadió: Dentro de ese cofre hay historias y aventuras que vivimos cuando éramos jóvenes.
Laia, con sus ojos brillando de emoción, preguntó: ¿Podemos abrirlo?. Los tres se dirigieron al ático, donde encontraron un viejo cofre de madera. Al abrirlo, una nube de chispas mágicas los envolvió y, de repente, se encontraron en una playa con palmeras y un mar cristalino.
Allí, Yeya le contó a Laia sobre el día en que encontró una perla mágica mientras buceaba. Yeyo, por su parte, recordó el momento en que navegó en un bote hecho de hojas y conoció a una sirena amistosa.
El tiempo voló en ese mundo mágico, y pronto el sol comenzó a ponerse, pintando el cielo de tonos naranjas y rosas. Sabiendo que era hora de regresar, los tres se tomaron de las manos y, al cerrar los ojos, volvieron al ático de la casa.
Conclusión:
Laia aprendió que las historias y aventuras no solo se encuentran en los libros o películas. Las vivencias y recuerdos de nuestros seres queridos son también puertas a mundos mágicos y maravillosos.
Desde aquel día, cada vez que Laia visitaba a sus abuelos, se sentaba con ellos, escuchando atentamente sus cuentos, sabiendo que cada historia lleva consigo una lección y un poco de magia.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.