Cuentos de Aventura

El Misterio de la Desaparición del Marqués

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En una tarde nublada en Londres, Enola Holmes se encontraba sentada en su escritorio, rodeada de libros y papeles. A su lado, su perro, un pequeño beagle llamado Tobby, dormía plácidamente. Enola, con su mente inquieta, estaba ansiosa por una nueva aventura. Era una joven detective, capaz de resolver misterios que muchos adultos no podían ni siquiera imaginar.

De repente, el sonido del timbre de la puerta la sacó de sus pensamientos. Se levantó rápidamente y, al abrir la puerta, se encontró con un visitante inesperado: el famoso detective Sherlock Holmes. “¡Enola, tengo una nueva misión para ti!” exclamó, con su característico aire de misterio.

“¿Qué ha pasado esta vez, Sherlock?” preguntó Enola, con una mezcla de curiosidad y emoción.

“Se ha reportado la desaparición del Marqués De Basilwether”, explicó Sherlock, mientras se adentraba en la casa. “Su familia está muy preocupada, y necesitamos averiguar qué ha sucedido”.

“¿Desaparecido? ¿Cómo puede ser eso?” preguntó Enola, intrigada.

“Según la información que he recibido, el marqués estaba en su mansión cuando se desvaneció sin dejar rastro. Lo último que se supo fue que había estado investigando unos documentos antiguos relacionados con una antigua leyenda sobre un tesoro oculto”, respondió Sherlock.

Enola se sintió emocionada ante la posibilidad de resolver este misterio. “¿Dónde debemos comenzar la investigación?” inquirió, mientras se ponía su gorra de detective y tomaba su cuaderno.

“Primero, debemos visitar a su familia, y en particular a su abuela, la Abuela Lady Blanchefleur Del Campo, quien podría tener más información sobre su paradero”, sugirió Sherlock. “Me acompañarás, ¿verdad?”.

“Por supuesto”, respondió Enola, lista para la aventura. Ambos se dirigieron hacia la mansión del marqués, situada en una elegante zona de la ciudad. Mientras caminaban, Enola se preguntaba qué secretos podrían descubrir.

Al llegar a la mansión, fueron recibidos por la Abuela Lady Blanchefleur, una anciana de porte noble y mirada sabia. “Oh, queridos, gracias por venir tan rápido”, dijo, con un tono de voz preocupante. “Mi querido nieto ha desaparecido y no sé qué hacer”.

“Lady Blanchefleur, ¿puede contarnos lo que sucedió antes de que desapareciera?” preguntó Sherlock, sacando su cuaderno de notas.

La abuela suspiró. “El marqués estaba muy emocionado por un descubrimiento que había hecho en la biblioteca. Hablaba sobre un mapa antiguo que podría llevar a un tesoro escondido. Desde entonces, ha estado muy absorto y no ha querido escucharme cuando le advertí sobre el peligro”.

“¿Peligro? ¿Qué peligro?” preguntó Enola.

“Hay rumores de que aquel que busque el tesoro se encontrará con una maldición”, respondió la abuela, mirando a Enola con ojos preocupados. “La última vez que lo vi fue cuando se dirigió al campo detrás de la mansión. Allí se decía que la entrada a la cueva del tesoro estaba escondida”.

“Debemos ir al campo, Sherlock. ¡Quizás podamos encontrar alguna pista!” dijo Enola, emocionada.

“Vamos entonces”, respondió Sherlock, guiando el camino hacia el campo. Al llegar, se dieron cuenta de que el paisaje era vasto y cubierto de hierba verde y flores silvestres. Enola observó cada rincón, buscando cualquier señal del marqués.

Después de un rato de búsqueda, Enola vio algo brillante entre la hierba. Se acercó rápidamente y descubrió un pequeño objeto dorado. “¡Mira, Sherlock! ¡He encontrado algo!” exclamó mientras sostenía un pequeño medallón que tenía grabados extraños símbolos.

Sherlock se inclinó para examinarlo. “Esto podría ser un indicio de la ubicación del tesoro. Los símbolos podrían estar relacionados con el mapa que mencionó el marqués”, dijo pensativo.

“¿Y si el marqués ya ha encontrado la entrada a la cueva?” preguntó Enola, sintiendo que el misterio se volvía más intrigante. “Deberíamos seguir investigando”.

Con el medallón en mano, continuaron su búsqueda por el campo. Después de un tiempo, Enola divisó un viejo árbol con un tronco hueco. “Sherlock, ¿y si la entrada a la cueva está aquí?” sugirió.

“Es posible, Enola. Vamos a investigar”, respondió. Juntos, se acercaron al árbol y comenzaron a examinarlo. Enola se agachó y miró dentro del tronco. “¡Hay algo allí!” gritó.

Con cuidado, sacó una pequeña caja de madera. “¡Qué emocionante!”, dijo mientras la abría. Dentro había un antiguo mapa enrollado. “¡Sherlock, este debe ser el mapa que el marqués estaba buscando!”

Sherlock desenrolló el mapa, que revelaba la ubicación de la cueva y algunos símbolos que coincidían con el medallón que habían encontrado. “Parece que estamos en el camino correcto. Sigamos el mapa y busquemos la cueva”, dijo, su curiosidad creciendo.

Después de seguir las indicaciones del mapa, encontraron la entrada de la cueva oculta detrás de un denso arbusto. “Aquí está”, murmuró Enola, mientras miraba la oscura entrada. “¿Listo para entrar?”

“Por supuesto, pero mantén la luz de tu celular lista. Nunca se sabe lo que podemos encontrar”, respondió Sherlock, mientras sacaba una linterna.

Al entrar, el aire se volvió fresco y húmedo. Las paredes de la cueva estaban cubiertas de estalactitas brillantes que reflejaban la luz, creando un espectáculo de colores. Enola se maravilló de lo hermoso que era el lugar, pero sabía que debían concentrarse en encontrar al marqués.

Mientras avanzaban por la cueva, oyeron un suave eco. “¿Alguien está ahí?” preguntó Enola, con un poco de miedo. Sin embargo, no obtuvieron respuesta.

“Podría ser el marqués”, sugirió Sherlock. “Sigamos adelante”.

Después de caminar un rato más, encontraron una gran sala en la cueva. En el centro, había un altar antiguo cubierto de polvo. “Esto es extraño”, dijo Enola, mirando a su alrededor. “¿Qué está haciendo aquí un altar?”.

“Quizás este era un lugar de culto en tiempos antiguos”, respondió Sherlock, observando el lugar. “Pero debemos continuar. El marqués debe estar cerca”.

De repente, oyeron un sonido proveniente de detrás del altar. Enola y Sherlock se acercaron con cautela. “¿Marqués?” preguntó Sherlock, pero no hubo respuesta.

Al asomarse detrás del altar, se encontraron con una puerta secreta. Con un pequeño empujón, la puerta se abrió, revelando una habitación oculta. En el interior, encontraron al Marqués De Basilwether, sentado en el suelo con una expresión confundida.

“¡Marqués! ¡Estamos aquí para rescatarte!” gritó Enola, corriendo hacia él.

“¿Enola? ¿Sherlock? ¡No puedo creer que hayan venido por mí!”, exclamó el marqués, levantándose rápidamente. “Estaba intentando descifrar los secretos de este lugar cuando me perdí”.

“¿Encontraste el tesoro?” preguntó Enola, entusiasmada.

“No, pero descubrí algo más valioso: la historia de mi familia y el legado que han dejado en este lugar”, respondió el marqués, con una sonrisa. “Estaba tan absorto que no me di cuenta de cuánto tiempo había pasado”.

“Vamos, es hora de regresar a casa”, dijo Sherlock, mientras todos se dirigían hacia la salida de la cueva.

Al salir, la luz del sol iluminó el campo, y Enola sintió una gran satisfacción al haber resuelto el misterio. “Esta ha sido una aventura increíble”, comentó, mirando a sus amigos. “No solo encontramos al marqués, sino que también descubrimos un legado familiar”.

“Y gracias a ti, Enola, he aprendido la importancia de la historia”, dijo el marqués, agradecido. “Prometo honrarla y compartirla con los demás”.

Cuando regresaron a la mansión, Lady Blanchefleur se abalanzó sobre su nieto, abrazándolo con fuerza. “¡Oh, querido! ¡Estás a salvo!” lloró, aliviada.

“Sí, abuela. Todo está bien”, respondió el marqués, mientras Enola y Sherlock sonreían satisfechos.

Desde ese día, Enola Holmes se convirtió en una joven detective aún más reconocida. Junto a Sherlock y Watson, continuaron resolviendo misterios y viviendo aventuras emocionantes, siempre buscando la verdad detrás de cada historia.

Así, el misterio de la desaparición del Marqués De Basilwether no solo trajo consigo una emocionante aventura, sino también la revelación de un legado que unió a la familia. Enola aprendió que a veces los tesoros más valiosos no son aquellos que se encuentran en el oro, sino los que se guardan en la historia y el amor de la familia.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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