Era un maravilloso día de mayo, y las hermanas Natalia y Ainhoa estaban sentadas en su habitación, rodeadas de libros y juguetes, leyendo un cuento de fantasía que les había regalado su abuela. Natalia, con sus largos cabellos castaños, miraba las ilustraciones con ojos llenos de asombro, mientras que Ainhoa, un poco más pequeña y con rizos rubios, seguía con entusiasmo cada palabra que su hermana leía en voz alta.
De repente, cuando pasaron la página donde el mago del cuento pronunciaba un encantamiento especial… ¡Ploff! Un destello de luz envolvió la habitación, y las niñas, junto con sus mascotas Jirafita, Rubius y Tuno, fueron transportadas mágicamente al interior del libro. Aterrizaron suavemente sobre una colina cubierta de hierba verde que brillaba bajo un cielo de tonos pastel.
Confundidas pero emocionadas, Natalia y Ainhoa se levantaron y observaron su alrededor. Estaban en el País de los Colores, un mundo donde cada rincón rebosaba de vibrantes tonalidades y criaturas fantásticas deambulaban libres y felices. No tardaron en ser recibidas por un unicornio de majestuosa estampa, cuyo pelaje brillaba con destellos de luz. Se presentó como Natalicio, el jefe de los unicornios del lugar.
«¡Bienvenidas, valientes niñas!» exclamó Natalicio. «Necesitamos vuestra ayuda. El malvado dragón Gominolo planea sumir nuestro mundo en la tristeza y convertirlo en un lugar de colores grises, donde nunca salga el sol y todos los seres vivan llorando y enfadados. ¿Os atrevéis a ayudarnos a detenerlo?»
Sin dudarlo, Natalia y Ainhoa aceptaron el desafío. Armadas con su valor, inteligencia y astucia, y acompañadas de sus leales mascotas, las hermanas se embarcaron en la aventura más grande de sus vidas. El primer obstáculo que enfrentaron fue el Bosque de las Ilusiones, donde los árboles cambiaban de lugar y los senderos se desvanecían ante sus ojos. Trabajando en equipo, y con la ayuda de Rubius, que tenía un increíble sentido de la orientación, lograron encontrar la salida.
Luego, cruzaron el Río de las Risas, cuyas aguas provocaban risa incontrolable a quien las escuchaba. Jirafita, con su largo cuello, ayudó a las niñas a no caer en el agua, mientras Tuno ladraba alegremente, animándolas a seguir adelante.
Con cada desafío superado, Natalia y Ainhoa se hacían más fuertes y su vínculo más profundo. Finalmente, llegaron a la caverna de Gominolo. El dragón, con su piel escamosa de tonos oscuros y ojos como carbones encendidos, les esperaba con una sonrisa burlona.
«¿Creéis que podéis detenerme, pequeñas niñas?» rugió Gominolo.
Con la confianza en su corazón y el poder de sus palabras, Natalia y Ainhoa enfrentaron al dragón. Le hablaron de la belleza del mundo, de la alegría y la diversión de vivir en armonía. A medida que hablaban, un cambio comenzó a operarse en Gominolo. Las escamas grises empezaron a desvanecerse, revelando un colorido arcoíris debajo.




Me ha encantado, crean unos cuentos geniales. Tú pones de lo que quieres que trate y ya. Muchas gracias de verdad, mis hijas están contentísimas con su cuento.
Me alegro muchísimo que le haya gustado el cuento y sobre todo, que sus hijas hayan disfrutado de él.