Era un día soleado y alegre en la escuela de Pablo. Los niños llegaron emocionados a clase, sin saber que la maestra Lucy les había preparado una sorpresa muy especial. Cuando entraron al salón, vieron una gran mesa llena de diferentes alimentos: frutas, verduras, pescado, y muchas cosas más. Todo estaba muy bien ordenado y colorido, pero nadie sabía qué iban a hacer con todo eso.
—¡Guau, mira cuántas cosas! —dijo Pablo, con los ojos bien abiertos de sorpresa—. ¿Qué vamos a hacer con todo esto, maestra Lucy?
La maestra Lucy, siempre sonriente y llena de ideas divertidas, les pidió que se sentaran en círculo alrededor de la mesa. Tenía una canasta en la mano llena de más alimentos.
—Hoy vamos a hacer algo muy especial —dijo la maestra, con una voz que anunciaba aventura—. Vamos a descubrir de dónde vienen estos alimentos y cómo llegan hasta nuestras mesas. ¿Están listos para una aventura?
—¡Sí! —gritaron todos los niños al unísono.
Pablo, que era muy curioso, levantó la mano y preguntó:
—Pero maestra Lucy, ¿los animales también nos dan comida? ¿De dónde vienen todos los alimentos?
La maestra Lucy sonrió con ternura.
—¡Qué buena pregunta, Pablo! Vamos a descubrirlo juntos. Pero en lugar de solo hablar de eso, hoy vamos a hacer un viaje de aventura para ver de dónde vienen los alimentos. ¡Agárrense fuerte!
Y así, con un toque mágico, la clase se transformó. El salón comenzó a llenarse de colores, y de repente, ya no estaban en la escuela. ¡Estaban en una granja!
—¡Miren! —dijo Pablo, señalando a las vacas, los pollos y los cerdos que caminaban por la granja—. ¿Estamos en una granja de verdad?
La maestra Lucy asintió, mirando con alegría a los niños.
—Así es, Pablo. Esta es la primera parada de nuestro viaje. En la granja es donde obtenemos muchos alimentos. Las vacas nos dan leche, que usamos para hacer queso, yogur y mantequilla. Las gallinas ponen huevos, y los cerdos nos dan carne como el jamón.
Pablo miraba todo con asombro. Nunca antes había pensado en cómo llegaba la leche a su vaso o cómo aparecían los huevos en su desayuno. Todos los niños vieron cómo los granjeros cuidaban a los animales con mucho amor, dándoles de comer y asegurándose de que estuvieran sanos.
—Es muy importante cuidar bien a los animales —explicó la maestra Lucy—. Ellos nos dan alimentos muy importantes, pero debemos tratarlos con respeto.
Después de explorar la granja, la maestra Lucy les dijo que era hora de seguir el viaje. Con un toque mágico más, el paisaje cambió de nuevo. Ahora estaban en un enorme huerto lleno de plantas y árboles frutales.
—¡Qué bonito es este lugar! —dijo Pablo, corriendo hacia una planta de tomates—. ¡Miren, aquí crecen las verduras!
—Exactamente, Pablo —dijo la maestra Lucy, señalando las hileras de zanahorias, papas y lechugas—. En los huertos, los agricultores cultivan frutas y verduras. Desde las manzanas que comemos hasta las zanahorias que pones en tu plato, todo viene de la tierra. Necesitamos cuidar el suelo, regar las plantas y asegurarnos de que reciban mucho sol para que crezcan sanas.
Pablo y sus compañeros se arrodillaron junto a las plantas, tocando la tierra suave y viendo cómo las frutas colgaban de los árboles. Les encantaba aprender que cada fruta y verdura tenía su propio lugar especial para crecer. Los manzanos daban manzanas crujientes y rojas, mientras que las matas de fresas ofrecían sus pequeños frutos dulces.
—Siempre pensé que las frutas venían del supermercado —dijo un niño—. ¡No sabía que crecen en el campo!
—Es cierto que las encontramos en los supermercados —dijo la maestra Lucy—, pero antes de eso, crecen aquí, en los campos y huertos de los agricultores.
Después de aprender sobre las frutas y verduras, la maestra Lucy les dijo que había una última parada en su aventura. Esta vez, con otro toque mágico, se encontraron en la orilla del mar. El sonido de las olas y el aroma salado llenaban el aire.
—¡El mar! —exclamó Pablo—. ¿También obtenemos comida del mar?
—Así es —dijo la maestra Lucy, señalando un barco pesquero que se acercaba a la orilla—. Del mar obtenemos pescado, mariscos y otras delicias. Los pescadores salen al mar temprano en la mañana y traen los peces que luego comemos en casa. Es un trabajo muy duro, pero muy importante para que tengamos comida.
Los niños miraban asombrados mientras veían a los pescadores sacar las redes llenas de peces. El agua brillaba bajo el sol, y las gaviotas volaban cerca, esperando su oportunidad para atrapar un pez.
—El pescado es muy saludable —añadió la maestra Lucy—. Nos da fuerza y nos ayuda a crecer.
Pablo miró todo con admiración. Nunca antes había pensado en todo el trabajo que hacía falta para que los alimentos llegaran a su plato. Se dio cuenta de que detrás de cada vaso de leche, cada manzana y cada pescado, había mucha gente trabajando duro para cuidar de los animales, las plantas y el mar.
—Entonces, maestra Lucy —dijo Pablo—, todo lo que comemos viene de lugares especiales como la granja, el campo y el mar, ¿verdad?
—Exactamente, Pablo —dijo la maestra Lucy, sonriendo—. Y ahora que sabes de dónde viene todo, puedes apreciar aún más los alimentos que tienes cada día.
Finalmente, la maestra Lucy dio un último toque mágico, y todos regresaron al salón de clase. Los niños seguían emocionados por la aventura que acababan de vivir.
—Fue increíble, maestra Lucy —dijo Pablo, con una gran sonrisa—. ¡Ahora entiendo de dónde viene toda la comida!
La maestra Lucy sonrió, feliz de haber compartido esa aventura con sus alumnos.
—Siempre recuerden, pequeños —dijo—, que cuidar de la tierra, los animales y el mar es muy importante. Así, siempre tendremos alimentos frescos y saludables.
Y así terminó el día de aventura, con todos los niños aprendiendo la importancia de la naturaleza y de cuidar de los alimentos que tanto disfrutan.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.