Cuentos de Aventura

El Vuelo Soñado hacia la Luna

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez un niño llamado Simón, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques verdes. Desde muy pequeño, Simón soñaba con aventuras increíbles. Cada noche, antes de irse a dormir, se acomodaba en su cama y miraba por la ventana las estrellas. Su cita favorita era con la Luna, que brillaba de una manera mágica. Simón siempre pensaba que algún día podría visitarla y descubrir todos sus secretos.

Un día, mientras jugaba en el parque, Simón encontró un libro viejo y polvoriento tirado entre las hojas. El libro tenía una tapa brillante con dibujos de cohetes y planetas. Al abrirlo, descubrió que era un libro de aventuras espaciales. Cada página estaba llena de cuentos sobre héroes que volaban hacia la Luna, luchaban contra monstruos del espacio y encontraban tesoros escondidos en asteroides. Simón sintió un cosquilleo en su barriga; ese libro era justo lo que había estado esperando.

Con el libro bajo el brazo, corrió hacia casa. Preparó su merienda y se sentó en su rincón favorito del jardín. Cada historia que leía lo llevaba más lejos de su hogar, por lo que decidió que debía encontrar una manera de hacer que su sueño se hiciera realidad. Esa noche, mientras observaba la Luna brillar en el cielo, pensó en lo que necesitaba: un cohete.

Al día siguiente, se reunió con su mejor amiga, Valeria, quien siempre estaba dispuesta a unirse a sus aventuras. Simón le habló de su idea de construir un cohete para volar a la Luna. Valeria se emocionó mucho y le dijo: «¡Vamos a hacerlo! Juntaremos todos los materiales que necesitemos». Se pasaron el día buscando cajas de cartón, tubos de papel higiénico, papel de aluminio y pegamento.

Los días pasaron y, tras mucho trabajo en equipo, lograron construir su cohete. Lo pintaron de colores brillantes y le pusieron un nombre: «La Estrella Voladora». Simón y Valeria estaban tan orgullosos que no podían dejar de sonreír. «Ahora solo nos falta un piloto», dijo Valeria. Simón tuvo una idea brillante: «¡Podemos pedirle a mi gato, Gatoaventura, que nos acompañe! Siempre ha querido ser un astronauta». Así que, con mucho entusiasmo, decidieron que Gatoaventura, con su pelaje suave como la seda y sus ojos curiosos, sería el tercer miembro de su tripulación.

La noche llegó, y Simón, Valeria y Gatoaventura se metieron en su cohete improvisado. Simón cerró los ojos y, con voz firme, gritó: «¡Despegamos!» Luego, hizo un gesto con las manos como si estuviera presionando un botón. En su imaginación, el cohete se elevaba al cielo, cruzando nubes y viviendo las más emocionantes aventuras. Sentían cómo el viento les soplaba en el rostro mientras ascendían a la Luna.

De repente, el cohete se sacudió, y Simón abrió los ojos. ¡Estaban volando! En el cielo estrellado, vieron planetas de colores vibrantes y asteroides resplandecientes. «Mira, ahí está Marte», dijo Valeria, apuntando a un planeta rojo y polvoriento. Simón miraba asombrado, mientras Gatoaventura, acurrucado sobre su regazo, parecía disfrutar del viaje, observando todo con esos ojos que reflejaban la curiosidad.

Al llegar a la Luna, aterrizaron suavemente. Salieron del cohete, y a sus pies se extendía un paisaje maravilloso: montañas plateadas, cráteres llenos de polvo brillante y un cielo negro salpicado de estrellas. Simón y Valeria salieron con cuidado, dando saltitos, gracias a la gravedad lunar. «¡Esto es increíble!», gritó Valeria. «Mira, podemos saltar mucho más alto aquí».

Mientras exploraban, encontraron un extraño objeto brillante en el suelo. Al acercarse, descubrieron que era una llave de oro. «¿Qué podrá abrir?» se preguntó Simón. Decidieron buscar alguna puerta o cofre que correspondiera. Mientras caminaban, se encontraron con una puerta enorme hecha de un material que nunca antes habían visto. Tenía inscripciones y símbolos, y parecía antigua. Su corazón palpitaba de emoción. «¡Probemos la llave!», sugirió Valeria.

Cuando Simón insertó la llave en la cerradura, la puerta se abrió lentamente, revelando un recibidor lleno de libros, mapas y tesoros de todos los rincones del universo. Parecía un lugar mágico. Dentro, había un ser pequeño y amable: un extraterrestre de aspecto amistoso llamado Luno. Tenía piel azul y ojos brillantes. «¡Bienvenidos a mi hogar!», dijo Luno con una voz suave. «He estado esperando a que ustedes llegaran. Cierto tiempo atrás, perdí esta llave, y parece que ahora me la han devuelto».

Simón, Valeria y Gatoaventura estaban encantados de conocerlo. Luno les contó que su misión era proteger todas las historias y aventuras del universo, y que a veces necesitaba ayuda de amigos valientes como ellos. «¿Quisieran unirse a mi misión de recolectar historias maravillosas de otros planetas?», preguntó.

«¡Sí, claro!», exclamó Simón sin dudarlo. Y así empezaron a vivir increíbles aventuras junto a Luno, viajando de planeta en planeta, escuchando relatos de héroes que habían desafiado monstruos, encontrado tesoros y compartido risas.

Después de un tiempo de haber viajado y vivir aventuras, llegó el momento de regresar a casa. Luno les mostró un atajo hacia su cohete. «Nunca olviden que las aventuras están a solo un sueño de distancia», les dijo mientras se preparaban para despegar. Con un abrazo y promesas de volver, Simón, Valeria y Gatoaventura subieron a la Estrella Voladora.

Al aterrizar en su jardín, el sol comenzaba a salir, y el cielo se pintaba de colores cálidos. Se miraron con sonrisas llenas de felicidad. Habían vivido una experiencia mágica que ni siquiera podía describirse con palabras. Era más que un sueño: había sido una realidad fantástica.

Simón cerró el libro de cuentos sobre aventuras espaciales y lo guardó en su estante. Mirando a la Luna por la ventana, sonrió y supo que su próxima aventura estaba esperándolo. Porque en su corazón, siempre habría espacio para nuevas historias, y mientras soñara, siempre podría volar hacia la Luna y más allá. Y así, aprendió que la verdadera aventura comienza cuando abrimos nuestra imaginación y nos atrevemos a soñar.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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