En un rincón mágico del bosque, donde los árboles cantaban y las flores bailaban al ritmo del viento, vivían cuatro amigos muy especiales: Cocodrilo Lilo, Vaca Paca, Leo el León, y Conejo Viejo. Juntos, compartían aventuras y descubrimientos cada día.
Un día soleado, Cocodrilo Lilo decidió que quería aprender algo nuevo. «¿Qué tal si aprendemos sobre las frutas, las verduras, los números y los colores?», propuso con una sonrisa. A todos les pareció una excelente idea, especialmente a Conejo Viejo, que siempre disfrutaba enseñando cosas nuevas a sus amigos.
Comenzaron su aventura cerca de un gran árbol frutal donde colgaban manzanas rojas y brillantes. «Estas son manzanas, y son de color rojo», explicó Conejo Viejo, mientras todos asentían y repetían, «rojo».
Luego, caminaron hasta el huerto donde Vaca Paca señaló las zanahorias. «Estas son naranjas, como mi vestido», dijo, y todos juntos dijeron, «naranja». Leo el León, con su gran melena, arrancó suavemente unas cuantas y las repartió entre sus amigos.
Más adelante, encontraron un arbusto lleno de bayas. «Estas bayas son azules», anunció Cocodrilo Lilo, mostrando sus dientes en una gran sonrisa. «¡Azul!», exclamaron todos al unísono.
El paseo continuó hasta llegar a un campo lleno de espinacas. «Y esto, queridos amigos, es verde», dijo Conejo Viejo, señalando las hojas onduladas. Todos tocaban las espinacas y repetían, «verde».
Por último, descubrieron unas uvas moradas colgando de una parra. «Estas uvas son moradas», declaró Leo el León, orgulloso de recordar el color. «¡Morado!», gritaron todos juntos.
Después de aprender los colores con las frutas y verduras, Conejo Viejo decidió que era momento de enseñarles los números. «Vamos a contar las frutas que hemos recogido», propuso. Juntos, contaron una manzana, una zanahoria, unas bayas, unas espinacas, y unas uvas. «Eso es uno, y si sumamos otro uno, tenemos dos», explicó Conejo Viejo, mostrando dos grandes zanahorias.
Finalmente, antes de que el sol comenzara a ponerse, Conejo Viejo sacó de su sombrero viejo unas figuras de madera. «Ahora vamos a aprender las formas: círculo, triángulo y cuadrado», anunció. Les mostró cada forma, y juntos exploraron cómo cada una se sentía al tacto y cómo se veían.
Al terminar el día, los cuatro amigos estaban cansados pero felices. Habían aprendido sobre colores, números, y formas, y lo más importante, habían pasado un día maravilloso juntos.
Mama Sara y Papa Sergio, que observaban desde cerca, sonrieron al ver cómo sus pequeños aprendían y crecían juntos en amistad. Sabían que cada día con estos amigos sería una aventura, llena de risas, aprendizaje y mucho amor.
Y así, mientras el sol se ocultaba detrás de los árboles del bosque mágico, Cocodrilo Lilo, Vaca Paca, Leo el León, y Conejo Viejo se despidieron con un fuerte abrazo, sabiendo que mañana sería otro día lleno de nuevas aventuras y descubrimientos. Y en ese bosque encantado, cada día era una oportunidad para aprender algo nuevo y celebrar la maravillosa amistad que los unía.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.