En un pequeño pueblo lleno de casitas coloridas y calles alegres, vivían Lucas, Óliver, Sofía, Iraya y su fiel perro bardino, Bardi. Un día, mientras jugaban en el patio de la escuela, la seño les contó una historia fascinante sobre una palmera mágica que había perdido su camino y necesitaba ayuda para regresar a su hogar en el bosque encantado.
Movidos por la aventura y el deseo de ayudar, los cuatro amigos decidieron ir en busca de la palmera perdida después de clases. Con mochilas llenas de agua, bocadillos y un mapa antiguo que encontraron en la biblioteca, emprendieron su viaje bajo el sol brillante y un viento ligero que movía sus cabellos.
Caminaron durante horas, pasando por la montaña de Tamasite y los antiguos molinos del pueblo. A medida que avanzaban, el calor aumentaba, tiñendo sus mejillas de rojo como tomates, pero su entusiasmo no disminuía.
De repente, un ruido fuerte y misterioso rompió la calma del camino. Iraya, la más pequeña del grupo, se asustó y se acercó a Sofía buscando consuelo.
«No te preocupes, Iraya, estamos juntos en esto,» dijo Sofía, dándole la mano con firmeza.
Bardi, con las orejas tiesas y olisqueando el aire, parecía detectar algo antes de que los demás pudieran verlo. La seño, que había decidido acompañarlos en esta aventura, intentaba calmar a todos con su voz suave.
«Escuchen, niños, debemos ser valientes. Cualquier cosa que sea, podemos enfrentarla juntos,» aseguró con una sonrisa.
Fue entonces cuando, ante sus ojos asombrados, apareció una enorme y gigantesca palmera, moviéndose torpemente con sus viejas raíces. La palmera, al ver a los niños, les saludó con una voz profunda que resonaba como el viento entre sus hojas.
«¡Hola, valientes aventureros! Me llamo Palmira, y estoy perdida. Necesito vue
stra ayuda para volver a mi hogar. Pero antes, necesito que me ayudéis a encontrar a mi amiga, la margarita Jorja. Un ogro malvado que come flores de todos los colores la ha raptado.»
Lucas, Óliver, Sofía, Iraya, y Bardi se miraron entre sí, sabiendo que no podían dejar a Palmira sin ayuda. Decidieron seguir adelante con la aventura, liderados por la palmera y el entusiasta Bardi.
Mientras caminaban, se encontraron con un cabrero amigable, quien les dio un zurrón mágico. «Este zurrón puede convertir a los ogros en enanitos,» explicó el cabrero con una sonrisa pícara. «Usadlo con sabiduría y cuidado.»
Armados con el zurrón mágico, los amigos siguieron las instrucciones de una avutarda, un pájaro grande y sabio del lugar, que los guió a través del bosque hasta el volcán de Gairía. El viaje no fue fácil; cruzaron ríos cristalinos y atravesaron un puente colgante que crujía con cada paso, pero la valentía de los niños nunca flaqueó.
Al llegar a la guarida del ogro, oculta en una cueva detrás de la cascada del volcán, la tensión era palpable. Bardi ladró fuerte, y la cueva resonó con un eco intimidante. Con cautela, Lucas abrió el zurrón mágico y lo sostuvo frente a ellos mientras entraban.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.