Cuentos de Aventura

La Aventura del Libro de los Cuatro Acuerdos

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez un grupo de cinco amigos inseparables: Ronaldo, Sergio, Messi, Casillas e Iniesta. Cada uno de ellos tenía sus talentos únicos. Ronaldo era fuerte y valiente, Sergio siempre tenía ideas ingeniosas, Messi era rápido y ágil, Casillas era sabio y cuidadoso, e Iniesta era el más tranquilo y reflexivo de todos. Juntos, formaban un equipo perfecto para cualquier desafío que la vida les presentara.

Un día, mientras exploraban el bosque detrás de su pequeño pueblo, tropezaron con algo extraño. En medio de un claro rodeado de árboles altos y antiguos, encontraron un libro viejo y polvoriento. Pero este no era un libro común. Su cubierta brillaba débilmente con una luz dorada, y al abrirlo, se dieron cuenta de que contenía algo más que palabras.

—Esto es increíble —dijo Ronaldo, sosteniendo el libro con asombro—. No he visto nunca algo así.

Los demás se acercaron para echar un vistazo. Las páginas estaban llenas de símbolos antiguos y dibujos de personas rodeadas de luz. En la primera página, en letras doradas, se leía: «El Libro de los Cuatro Acuerdos».

—¿Qué es un acuerdo? —preguntó Messi, confundido.

—Es como una promesa o una regla que te comprometes a seguir —explicó Casillas, siempre el más sabio.

—Entonces, ¿este libro habla de cuatro reglas? —preguntó Sergio, intrigado—. Me pregunto qué tipo de reglas serán.

Iniesta, que había estado en silencio, señaló la siguiente página donde comenzaba la primera de las enseñanzas.

—Miren, aquí lo dice —dijo con voz calmada—. El primer acuerdo es: Sé impecable con tus palabras.

Los cinco amigos intercambiaron miradas curiosas.

—¿Qué significa eso? —preguntó Ronaldo, rascándose la cabeza.

Casillas tomó la palabra.

—Ser impecable con tus palabras significa que debes hablar con integridad. No decir mentiras, no herir a los demás con lo que dices, y usar tus palabras para crear cosas buenas, no malas.

—Eso tiene sentido —añadió Messi—. A veces no nos damos cuenta de lo poderosas que pueden ser nuestras palabras.

El grupo decidió que intentarían poner en práctica ese primer acuerdo. Cada uno de ellos hizo una promesa en silencio: usarían sus palabras con respeto y cuidado. Pero apenas comenzaron su viaje de regreso al pueblo, algo extraño sucedió.

De repente, el bosque a su alrededor comenzó a cambiar. Los árboles, antes tranquilos, empezaron a moverse como si tuvieran vida propia. Las ramas se entrelazaban, bloqueando su camino. Fue entonces cuando apareció una figura misteriosa entre los árboles. Era un anciano de aspecto sabio, con un bastón tallado en madera.

—Han encontrado el libro, veo —dijo el anciano, con una sonrisa enigmática.

—¿Quién eres? —preguntó Ronaldo, dando un paso adelante, siempre listo para proteger a sus amigos.

—Soy el Guardián de los Acuerdos —respondió el anciano—. He estado esperando a que alguien digno encontrara el libro y comprendiera sus enseñanzas. Sin embargo, el camino que tienen por delante no será fácil. Para aprender verdaderamente los Cuatro Acuerdos, tendrán que enfrentar pruebas. Solo aquellos que dominen los acuerdos podrán seguir adelante.

Los cinco amigos se miraron entre sí. Sabían que no podían retroceder ahora.

—Estamos listos —dijo Sergio, decidido.

El anciano asintió y levantó su bastón. Al hacerlo, el bosque a su alrededor comenzó a transformarse. Los árboles se separaron, revelando un camino que se adentraba aún más en lo profundo del bosque.

—La primera prueba —dijo el anciano—, será demostrar que pueden ser impecables con sus palabras. Solo aquellos que hablan con verdad y respeto pueden cruzar este camino.

Sin dudarlo, los cinco comenzaron a caminar. El bosque los observaba en silencio, pero pronto las voces empezaron a resonar entre los árboles. Eran sus propios pensamientos, sus propias dudas. A cada paso, oían sus propios errores del pasado, los momentos en que habían usado palabras para herir, para mentir o para generar discordia.

—Esto es difícil —dijo Messi, sintiendo el peso de sus palabras pasadas—. No me di cuenta de lo mucho que algunas cosas que dije afectaron a otros.

—Pero también es una oportunidad para cambiar —le recordó Iniesta, con una sonrisa—. Podemos hacerlo mejor.

Paso a paso, comenzaron a dejar atrás esas voces. Recordaron sus promesas y se concentraron en el presente, hablando solo con respeto y verdad. Y al hacerlo, el camino ante ellos se volvió más claro, hasta que finalmente llegaron al otro lado.

—Han superado la primera prueba —dijo el anciano, apareciendo nuevamente—. Pero todavía hay más por aprender.

Abrió el libro de los Cuatro Acuerdos y señaló el segundo: No te tomes nada personalmente.

—Esto es difícil —dijo Casillas—. A veces, cuando alguien dice algo malo, siento que me lo están diciendo solo a mí, aunque tal vez no sea así.

—Es verdad —añadió Sergio—. A veces me siento mal cuando alguien me critica, aunque no lo hagan con mala intención.

—Este acuerdo enseña que lo que otros dicen o hacen es un reflejo de ellos, no de ti —explicó el anciano—. Deben aprender a no cargar con las opiniones de los demás.

Con este nuevo conocimiento, los cinco amigos continuaron su viaje. Pronto llegaron a un lugar donde el camino se dividía en varias direcciones. Cada uno de ellos debía elegir una ruta, pero todas parecían iguales. Fue entonces cuando comenzaron a oír críticas y juicios a su alrededor. Comentarios sobre sus habilidades, sus personalidades, sus debilidades.

Ronaldo, que siempre había sido fuerte y seguro, sintió que las palabras lo golpeaban como una tormenta.

—Nunca serás lo suficientemente rápido —decían las voces—. No eres tan valiente como crees.

Messi, el más rápido del grupo, también escuchó comentarios que lo hicieron dudar de sí mismo.

—¿Por qué corres? No importa lo rápido que seas, siempre habrá alguien mejor.

Las voces se intensificaban, pero entonces Iniesta, el más reflexivo, habló.

—No debemos tomarnos esto personalmente —dijo con calma—. Lo que dicen estas voces no es lo que somos. No debemos dejar que sus palabras nos definan.

Sus amigos asintieron, recordando la lección del segundo acuerdo. Poco a poco, las voces se desvanecieron, y el camino ante ellos volvió a aparecer, claro y seguro.

—Bien hecho —dijo el anciano cuando llegaron al final del camino—. Han superado otra prueba.

El libro se abrió nuevamente, revelando el tercer acuerdo: No hagas suposiciones.

—¿Qué significa eso? —preguntó Messi.

—Significa que no deben asumir que saben lo que otros piensan o sienten —respondió el anciano—. Siempre es mejor preguntar y comunicarse claramente en lugar de hacer suposiciones que puedan llevar a malentendidos.

Los cinco amigos se miraron, comprendiendo la importancia de esta lección. Habían pasado por situaciones en las que habían supuesto lo que otros querían o pensaban, y eso había llevado a problemas.

La tercera prueba los llevó a un lugar lleno de espejos, donde cada uno de ellos se reflejaba de formas diferentes. Los espejos distorsionaban su imagen, mostrando versiones de ellos mismos que no eran reales. Esto los confundió y comenzó a generar suposiciones entre ellos.

—Creo que el camino es por aquí —dijo Ronaldo, señalando uno de los espejos.

—No, es por allá —dijo Casillas, convencido de que su reflejo era el verdadero.

Pero entonces Iniesta, con su calma característica, sugirió algo.

—En lugar de suponer cuál es el camino correcto, ¿por qué no hablamos entre nosotros y llegamos a un acuerdo?

Con esta idea en mente, los amigos comenzaron a comunicarse claramente, preguntando en lugar de asumir, y finalmente encontraron el camino correcto.

—Han aprendido bien —dijo el anciano al final del camino—. Pero queda un último acuerdo.

El libro se abrió una vez más, revelando el cuarto y último acuerdo: Haz siempre lo máximo que puedas.

—Este acuerdo parece sencillo, pero es el más importante —dijo el anciano—. Siempre deben esforzarse por hacer lo mejor que puedan, sin importar las circunstancias. Pero recuerden, lo mejor que puedan hacer cambia de un día a otro, y deben ser amables consigo mismos en el proceso.

Con esta enseñanza en mente, los amigos llegaron a la última prueba: una gran montaña que debían escalar. No era una tarea fácil, pero sabían que todo lo que necesitaban hacer era dar lo mejor de sí.

Escalaron juntos, apoyándose mutuamente. Algunos días, avanzaban rápido, y otros, más lento, pero nunca se rindieron. Al final, cuando llegaron a la cima, el anciano los estaba esperando.

—Lo han logrado —dijo con orgullo—. Han aprendido los Cuatro Acuerdos, y con ellos, serán más sabios, más fuertes y más unidos.

Los cinco amigos, cansados pero llenos de satisfacción, se miraron y sonrieron. Sabían que, aunque la aventura había sido difícil, habían aprendido lecciones que les durarían toda la vida.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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