Cuentos de Aventura

La Aventura en la Granja de Tío Juan

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un hermoso día soleado, en la granja de mi Tío Juan, los pajaritos empezaban a cantar muy temprano por la mañana. Sus melodías alegres llenaban el aire y despertaban a todas las gallinas que, soñolientas, salían de sus gallineros. “¡Pío, pío! ¡Buenos días!”, decían las gallinas, estirándose y preparándose para el día.

Mi Tío Juan, un hombre amable y siempre sonriente, disfrutaba de cada mañana en su granja. Le encantaba correr y sentir la brisa fresca en su rostro. Después de alimentar a los animales, se calzaba sus botas de goma y se dirigía hacia su lugar favorito: el río que pasaba cerca de su granja. Pero antes de llegar al río, había algo que nunca fallaba: el sonido lejano del tren que pasaba por el pueblo.

“¡Mira, allí va el tren!”, exclamó mi Tío Juan un día, mientras señalaba el horizonte. Los pajaritos volaron en círculos, y las gallinas se acercaron a ver el espectáculo. “Siempre es emocionante ver el tren. ¿No les parece?”, dijo mi Tío, riendo. Las gallinas, sin entender del todo, solo cloqueaban y seguían picoteando el suelo.

Mientras tanto, los caballos de mi Tío Juan, que pastaban en el campo, empezaron a galopar hacia el cercado. “¡Vamos, amigos! ¡Es hora de jugar!”, gritó mi Tío. Los caballos, emocionados, saltaban de un lado a otro, como si supieran que era un día especial. “Hoy será un gran día para una aventura”, pensó mi Tío Juan.

De repente, el cielo comenzó a oscurecerse. Nubes oscuras aparecieron de la nada y el viento comenzó a soplar con fuerza. “¡Oh no! Parece que se viene una tormenta”, dijo mi Tío Juan, preocupado. “Debemos llevar a los animales al refugio”.

Con rapidez, juntó a las gallinas y guió a los caballos hacia el establo. “Vamos, chicos, a resguardarnos”, gritó. Los pajaritos, al ver el cambio del clima, también se refugiaron en los árboles, mientras el viento se hacía más fuerte.

La lluvia comenzó a caer, primero como una suave llovizna, pero luego se convirtió en un fuerte aguacero. “¡Qué tormenta más intensa!”, exclamó mi Tío Juan, mientras corría hacia la casa. En el interior, se sentía seguro, pero la lluvia golpeaba las ventanas como un tambor. “Espero que todos los animales estén bien”, pensó, sintiendo un nudo en el estómago.

Mientras la tormenta rugía afuera, mi Tío Juan decidió tocar su flauta. La música siempre lo relajaba y, con un poco de suerte, también calmaría a los animales. Se sentó en su sillón favorito, sacó la flauta y comenzó a tocar una melodía suave y tranquila. El sonido llenó la casa, y poco a poco, la tormenta parecía disminuir su intensidad.

A medida que tocaba, los animales en el establo comenzaron a calmarse. Las gallinas dejaron de cacarear, y los caballos, que estaban inquietos, se tranquilizaban con la música. “¿Ves, amigos? La música tiene un poder especial”, dijo mi Tío Juan, sonriendo.

Justo cuando la tormenta parecía estar a punto de terminar, un gran trueno retumbó, haciendo que el suelo temblara. “¡Mira, Tío Juan! ¡Los sapos están saltando por todo el jardín!”, gritó uno de los niños que vivía cerca, mientras se asomaba por la ventana. “¡Parece que les gusta la lluvia!”, respondió mi Tío con una risa, disfrutando del espectáculo.

La lluvia comenzó a cesar y el cielo se aclaró poco a poco. “¡Ya es hora de salir y explorar!”, dijo mi Tío Juan, lleno de energía. Con su flauta en la mano, salió al exterior. Los charcos brillaban bajo el sol, reflejando colores vibrantes, y los pájaros comenzaron a cantar de nuevo.

“¡Vengan, gallinas! ¡Vamos a disfrutar del agua!”, exclamó. Las gallinas, felices, empezaron a corretear, chapoteando en los charcos que se habían formado. Mi Tío Juan se unió a ellas, riendo mientras saltaba de un lado a otro. “¡Esto es divertido!”.

Luego, se dirigió al río que estaba cerca de su granja. “¡Vamos, caballos!”, dijo mientras los guiaba hacia el agua. Los caballos, emocionados, corrieron hacia el río y comenzaron a beber agua fresca. Mi Tío Juan se sentó en la orilla, dejando que sus pies se mojaran mientras disfrutaba de la paz que traía la lluvia.

De repente, se escuchó un croar fuerte. “¿Qué es eso?”, se preguntó. Mirando alrededor, vio a un grupo de sapos que saltaban alegremente. “¡Mira cuántos sapos hay!”, exclamó, sorprendido. “¡Parece que están celebrando la lluvia!”.

Mientras tanto, los pajaritos, que habían estado en los árboles, volaron hacia el río, llenando el aire con su música. La escena era perfecta: el cielo azul, el sol brillante y los sonidos de la naturaleza llenando el espacio. “Este es el lugar más hermoso del mundo”, dijo mi Tío Juan, disfrutando del momento.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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