Cuentos de Aventura

La Aventura en la Montaña: Unión y Valentía contra el Zorro Astuto

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era una mañana luminosa en el pequeño pueblo de Valle Verde, donde los árboles susurraban suaves melodías con la brisa. Santi y Massi, dos amigos inseparables, se despertaron emocionados. Habían escuchado rumores sobre un tesoro escondido en la montaña cercana y estaban decididos a encontrarlo. Con su fiel compañero Ares, un perrito de pelaje dorado y ojos brillantes, se pusieron sus mochilas y se prepararon para la aventura.

—¡Vamos, Ares! —exclamó Santi mientras se ataba los cordones de sus botas—. Hoy podemos descubrir algo increíble.

—Sí, pero debemos tener cuidado —respondió Massi, recordando las historias de los mayores sobre el astuto Max, el zorro que vivía en la montaña y que siempre andaba buscando cómo engañar a los curiosos.

Ares ladró entusiasmado, como si también comprenda la importancia de su misión. Antes de partir, decidieron pasar por la casa de doña Clara, la anciana del pueblo, que siempre les contaba historias fascinantes sobre la montaña.

—Buenos días, doña Clara —saludó Santi.

—¡Buenos días, queridos! —respondió doña Clara, sonriendo—. ¿A dónde se dirigen tan temprano?

—Vamos a buscar un tesoro en la montaña, ¿tiene algún consejo para nosotros? —preguntó Massi.

Doña Clara frunció el ceño, recordando las historias sobre Max el Zorro.

—Cuidado con el zorro, chicos. Es muy astuto. Siempre intenta confundir a los que buscan tesoros. Mantengan los ojos abiertos y no se dejen engañar por su dulzura.

Los niños asintieron, agradeciendo las palabras de la anciana, y tomaron rumbo a la montaña con Ares saltando alegremente a su lado. El camino estaba lleno de flores de colores y pájaros cantores. Después de un rato, llegaron a la base de la montaña, donde un sendero empinado les esperaba.

Con determinación, comenzaron a escalar. A medida que ascendían, el aire se volvía más fresco y los peligros del camino aparecían. De repente, escucharon un ruido proveniente de un arbusto cercano. Santi y Massi se miraron con curiosidad.

—¿Qué fue eso? —preguntó Santi, deteniéndose en seco.

Ares, siempre alerta, empezó a ladrar con una mezcla de emoción y ansiedad. Del arbusto apareció Max el Zorro. Era más astuto de lo que pensaban: tenía un pelaje brillante que relucía al sol y una sonrisa traviesa que podría engañar a cualquiera.

—¡Hola, chicos! —saludó Max con voz melódica—. ¿A dónde se dirigen tan animados?

—Vamos en busca de un tesoro —respondió Massi, intentando mantener su valentía—. ¿Lo has visto por aquí?

Max sonrió aún más, pero sus ojos destellaban de astucia.

—¡Claro! He visto un tesoro, pero hay que ser muy rápido y astuto para encontrarlo. Si me siguen, los llevaré justo a donde está.

Santi y Massi se miraron con desconfianza, recordando las advertencias de doña Clara. Sin embargo, la curiosidad les pudo.

—Está bien, vamos contigo —dijo Santi.

Contemplando a Ares, Massi agregó:

—Pero Ares no se aparta de nosotros.

Max asintió y comenzó a guiarles por el sendero. Los niños se esforzaban por no perderlo de vista. Mientras avanzaban, el zorro comenzó a contarles historias sobre su vida en la montaña, lo cual hacía que pareciera más amigable. Sin embargo, Santi no podía evitar sentir que algo no estaba bien.

—¿Por qué quieres ayudarnos, Max? —preguntó Santi, manteniendo el tono amigable pero atento.

—Porque me gustan las aventuras y además, un tesoro siempre se comparte, ¿no? —respondió Max, como si fuera completamente sincero.

Mientras seguían subiendo, encontraron una cueva oscura.

—Aquí es donde guardé el tesoro —dijo Max, en un tono casi susurrante—. Solo hay que entrar un momento.

Sintiéndose un poco inquietos, Massi y Santi se miraron nuevamente.

—No sé si debamos entrar, Max. Doña Clara nos advirtió sobre ti —dijo Massi, sintiendo que su amiga tenía razón.

—¡Oh, vamos! ¿Acaso tienen miedo? Pueden encontrar cosas maravillosas dentro —se burló Max, intentando seducirles con su encanto.

Ares, que siempre estaba atento, empezó a ladrar de forma insistente. El perrito tenía un presentimiento extraño y no quería que sus amigos se metieran en problemas.

—Tal vez deberíamos escuchar a Ares —sugirió Santi—. Quizás no sea seguro entrar allí.

—No sean tontos —insistió Max, dando un paso hacia la cueva—. ¿Un tesoro o un poco de miedo? Vamos, no se arrepentirán.

De repente, una fuerte ráfaga de viento pasó y la entrada de la cueva pareció cobrar vida, haciendo que se sintiera aún más amenazadora.

Massi dio un paso atrás, sintiendo que habían esperado lo suficiente. Sin más rodeos, exclamó:

—No, ¡no te seguiremos! Sabemos que solo intentas engañarnos.

Max frunció el ceño, dándose cuenta de que su juego se había desvanecido.

—¿No me creen? —dijo, sin poder esconder la decepción en su voz.

—Más bien, creemos en nuestra amistad y en el instinto de Ares —replicó Santi—. Sabemos que juntos somos más fuertes.

Con esas palabras, se dieron la vuelta y comenzaron a bajar de la montaña. Ares ladró de felicidad, acompañándolos en su decisión. Max, viendo que no podía engañarlos, prefirió retirarse y desaparecer entre los árboles.

Al llegar de nuevo a la base de la montaña, los niños respiraron aliviados.

—Lo hicimos, Massi. En realidad, enfrentamos al zorro —dijo Santi, recuperando el aliento.

—Sí, y Ares nos ayudó un montón. ¡Es el mejor compañero de aventuras! —replicó Massi, acariciando al pequeño perro.

De regreso en el pueblo, contaron su aventura a doña Clara, quien sonrió orgullosa.

—Ustedes han aprendido algo muy valioso hoy —declaró—. La valentía y la confianza en uno mismo son el único tesoro verdadero.

Santi y Massi comprendieron que no siempre el oro y las joyas de un tesoro son lo más importante, sino la amistad y la valentía que habían encontrado juntos. Así, decidieron que su próxima aventura sería en compañía de Ares y quizás, algún día, encontrar un tesoro menos astuto y más sincero.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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