Había una vez, en un pequeño pueblo junto al mar, un niño llamado Neithan. Él era un niño muy curioso, con una gran imaginación y un espíritu aventurero. Siempre soñaba con ser un pirata y navegar por los mares, buscando tesoros escondidos y viviendo emocionantes peripecias. Su mejor amigo Ezequiel, un niño muy ingenioso que inventaba cosas asombrosas, siempre estaba a su lado. También estaba Elisabet, una niña valiente y decidida que no temía enfrentarse a cualquier desafío.
Un día, mientras caminaban por la playa, encontraron una botella con un mensaje dentro. Neithan, emocionado, la recogió y, después de mucho esfuerzo, logró abrirla. El mensaje decía: «¡Ayuda! Estoy atrapado en el País de los Cuentos Perdidos. Necesito amigos valientes que vengan a rescatarme. Firmado: el Capitán Cuento».
Neithan, con los ojos brillantes de emoción, miró a Ezequiel y a Elisabet. «¡Debemos ayudar al Capitán Cuento! ¡Vamos a buscarlo!», exclamó. Ezequiel, que siempre tenía un plan, sugirió que construyeran un barco con cañas de pescar, cajas de cartón y una gran vela hecha de una sábana vieja. Así, con mucho esfuerzo y risas, unieron todas las piezas y al final lograron hacer un barco que parecía de verdad.
Cuando terminaron, Elisabet se subió a la proa y gritó: «¡Zarpa de inmediato! ¡A la aventura!». Neithan y Ezequiel se subieron al barco y juntos comenzaron su viaje, adentrándose en el mar azul y brillante. El viento soplaba suavemente y el sol brillaba en el cielo. Los tres amigos se sentían como verdaderos piratas.
Después de navegar un buen rato, llegaron a una isla misteriosa. Había palmeras, flores de colores y un camino de piedras que los llevaba a lo profundo de la isla. «Aquí es donde debe estar el País de los Cuentos Perdidos», dijo Ezequiel, mientras examinaba un mapa que habían encontrado en la botella. «Debemos seguir este camino», agregó.
Con valentía, empezaron a caminar. Pasaron por un bosque encantado donde los árboles susurraban secretos, y encontraron un lago lleno de ranas que cantaban hermosas melodías. Neithan, Ezequiel y Elisabet se detuvieron a escuchar, y pronto se unieron al canto, riendo y disfrutando del momento.
Finalmente, llegaron a una gran puerta de arco, custodiada por un dragón amistoso llamado Brutus. «¡Hola, pequeños piratas! ¿Qué los trae por aquí?», preguntó Brutus con una voz profunda pero amigable. «¡Estamos buscando al Capitán Cuento!», respondió Neithan. «¡Necesitamos su ayuda!».
Brutus sonrió y dijo: «Para entrar al País de los Cuentos Perdidos, deben responder a una adivinanza. Si lo logran, podrán pasar». Los tres amigos asintieron, listos para aceptar el desafío. «Aquí va la adivinanza: ¿Qué tiene ojos pero no ve, y tiene pies pero no camina?», preguntó Brutus.
Los tres pensaron por un momento. Neithan miró a su alrededor, Ezequiel frunció el ceño, y Elisabet se puso a pensar, cuando de repente tuvo una idea. «¡Un dado! ¡Un dado tiene ojos y pies pero no puede ver ni caminar!», gritó con alegría. Brutus se rió y dijo: «¡Correcto! Pueden pasar». Con una gran sonrisa, la puerta se abrió y los amigos entraron al País de los Cuentos Perdidos.
Dentro, encontraron un mundo increíblemente colorido. Había personajes de cuentos de hadas, princesas que bailaban, y animales que hablaban. Todo era mágico. De pronto, se dieron cuenta de que el Capitán Cuento estaba sentado en un gran trono, rodeado de libros. Lucía preocupado.
Al acercarse, el Capitán Cuento les explicó que había un gran problema: algunos cuentos habían desaparecido, y sin ellos, el País de los Cuentos Perdidos se desvanecería. «Necesito que me ayuden a recuperar los cuentos perdidos», dijo. Neithan, Ezequiel y Elisabet no dudaron ni un instante. «¡Claro que sí, Capitán! ¿Cómo podemos ayudar?», preguntó Elisabet.
«Debemos viajar a diferentes partes del país y encontrar los cuentos que han sido robados. Cada uno está guardado por un guardián, y necesitarán demostrar su valentía y conocimiento», explicó el Capitán Cuento. Así que, armados de valor, los amigos se dividieron en grupos. Ezequiel decidió ir con Neithan para buscar el cuento de «Caperucita Roja», mientras que Elisabet se quedó para buscar el cuento de «La Bella Durmiente».
Neithan y Ezequiel se adentraron en un bosque oscuro, donde encontraron a un lobo que custodiaba el cuento de Caperucita. «Para pasar, deben contarme un cuento», dijo el lobo. Después de pensarlo un poco, Neithan decidió contar la historia de cómo ellos habían llegado al País de los Cuentos Perdidos. Al escuchar la historia, el lobo quedó tan impresionado que les permitió llevarse el cuento de Caperucita Roja.
Por otro lado, Elisabet llegó a un hermoso castillo donde se encontraba la princesa Aurora, que dormía. El guardián del castillo, un hada mágica, le dijo que debía encontrar un beso verdadero para despertar a la princesa. Con mucha determinación, Elisabet miró a su alrededor y, con el corazón lleno de valentía, despertó a la princesa con un suave toque en la mano. Al abrir los ojos, Aurora le agradeció y le dio el cuento.
Después de un largo día de aventuras, los amigos regresaron al trono del Capitán Cuento. «¡Lo hemos logrado!», gritaron emocionados. Juntos habían traído los cuentos perdidos. El Capitán Cuento sonrió con agradecimiento y les dijo: «Gracias, queridos amigos. Ustedes son verdaderos héroes de los cuentos. Ahora, este país estará a salvo».
Con un parpadeo mágico, el Capitán Cuento les devolvió a sus casas en el pueblo, donde la tarde aún brillaba. Estaban cansados pero felices. «Hoy fue una gran aventura», dijo Neithan. «Sí, pero lo más importante es que aprendimos que podemos ser valientes y ayudar a otros», agregó Elisabet.
Y así, los tres amigos, Neithan, Ezequiel y Elisabet, volvieron a casa llenos de historias sobre su aventura pirata. Desde aquel día, cada vez que veían el mar, sonreían, recordando que siempre hay nuevas aventuras por descubrir, y que la amistad y el valor pueden llevarles a lugares mágicos. Y así, siguieron soñando y explorando, porque cada día es una nueva aventura esperando a ser vivida.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.