Cuentos de Aventura

La estrella que brillo en la oscuridad del espacio

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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El astronauta soñaba, soñaba con volar más allá de las nubes, soñaba con brillar entre las luces titilantes del cosmos, soñaba con hablar con las estrellas y descubrir sus secretos. Cada noche, antes de dormir, él miraba al firmamento con ojos llenos de esperanza, y le contaba a su pequeño cohete, llamado Luno, todos sus deseos y aventuras imaginarias. Luno, aunque no podía hablar, parecía entender cada palabra con sus luces parpadeantes y su suave zumbido.

Un día, llegó el momento que tanto había esperado. Con una sonrisa gigante y el traje espacial perfectamente ajustado, el astronauta subió a su nave y se lanzó al espacio. En su nave, giraba, galopaba, gritaba contra la gravedad que intentaba retenerlo en la Tierra, y se sentía libre, ligero como una pluma en el cielo profundo. El universo era un mar oscuro lleno de estrellas, planetas y misterios por descubrir.

Mientras navegaba entre las constelaciones, su corazón latía con fuerza. Soñaba con encontrar algo especial, algo que nadie más hubiese visto. Soñaba con una aventura que lo hiciera sentir más vivo que nunca. Girando con gracia y galopando entre las galaxias, gritaba de alegría, porque sabía que el espacio estaba lleno de maravillas esperando ser descubiertas.

De repente, sin avisar, ¡Pum! ¡Crack! ¡Fiuuuuu!… Una estrella chocó contra la ventana de su nave. El sonido retumbó en sus oídos y el astronauta se sobresaltó. Nunca había imaginado que una estrella pudiera estar tan cerca o que pudiera chocar contra su nave. La ventana quedó un poco rayada, y en medio de pedacitos brillantes flotando en el espacio, apareció una pequeña estrella que parecía muy triste y débil.

– ¿Estás bien? – preguntó el astronauta preocupado, mientras se acercaba lentamente a la ventana para observar mejor a la estrella.

– Estoy rota, pero aún brillo – dijo la estrella con voz suave y triste, casi como un suspiro que se perdía en el aire frío del espacio.

El astronauta no podía creer lo que escuchaba. Una estrella que hablaba, que sentía dolor y tristeza. Era algo mágico, algo que cambiaba su forma de ver el universo. La estrella parecía tan luminosa a pesar de sus grietas y heridas. Sus tonos plateados y dorados parpadeaban con fuerza, aunque en su luz había un dejo de melancolía.

El astronauta la miró con admiración y dijo en voz alta: «Eres un poema flotando en la oscuridad». Las palabras salieron sin pensarlo, como si esos sentimientos tan profundos se transformaran en versos. Entonces, añadió sonriente: «¡Eres más brillante que mil soles bailando salsa en Saturno!»

La estrella parpadeó con una luz más viva y una sonrisa tímida apareció en su semblante. Aunque rota, podía sentir esperanza y alegría gracias al astronauta que la veía con tanta ternura y valor.

– Gracias – dijo la estrella – A veces, cuando estoy rota, creo que nadie me verá, que mis pequeñas grietas me hacen menos hermosa. Pero tú me has demostrado que seguir brillando es lo importante, aunque no sea perfecta.

El astronauta asintió con entusiasmo. Sabía que en la vida, tanto en la Tierra como en el espacio, todos teníamos defectos y momentos difíciles, pero eso no impedía que pudiéramos iluminar el mundo o el universo.

Decidió invitar a la estrella dentro de su nave. Con mucho cuidado, la colocó en un pequeño compartimento especial que había creado para protegerla. La estrella, aunque débil, empezó a brillar más intensamente mientras sentía el calor de la compañía y la amistad.

Juntos comenzaron a surcar el espacio, la estrella contando sus aventuras mientras viajaba entre cometas, meteoritos y nebulosas. Hablaba de cómo, en algún momento, se había sentido sola y apagada, pero cómo las historias y risas iban reconstruyendo sus pedazos.

El astronauta escuchaba atento y compartía sus propios sueños y miedos. En esa nave diminuta, se formó un vínculo fuerte e inesperado. Se dieron cuenta de que cada uno era una pieza necesaria para que el otro siguiera adelante: la estrella iluminaba el camino, y el astronauta le enseñaba que la belleza verdadera estaba en ser valiente y continuar.

En una ocasión, enfrentaron una tormenta cósmica, donde la oscuridad parecía querer tragarlos. La estrella, aunque frágil, resplandeció con toda su fuerza para guiarlos, y el astronauta, con confianza, maniobró la nave resguardándola. Fue una aventura llena de emoción, valentía y solidaridad.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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