En el corazón del mágico reino de Princevillo, donde las criaturas fantásticas y los héroes de cuentos de hadas vivían en armonía, había una universidad muy especial. La Universidad de Princevillo no era como cualquier otra. Aquí, los estudiantes no solo aprendían matemáticas o ciencias, sino también magia, coraje y cómo resolver problemas que solo existían en los libros de cuentos. Era un lugar donde los príncipes, princesas, dragones y magos jóvenes se entrenaban para enfrentar los desafíos más grandes del mundo.
En el centro del amplio patio de la universidad, dos niños muy especiales se encontraban en una animada conversación. Jhoan, con su cabello rojo como el fuego y su ropa decorada con corazones, miraba con curiosidad a su amigo Maycol. Este último, con un atuendo azul brillante que reflejaba esperanza y bondad, sonreía mientras el sol iluminaba sus rostros. Jhoan siempre estaba lleno de energía y entusiasmo, mientras que Maycol tenía una calma que lo hacía parecer sabio más allá de su edad. Alrededor de ellos, pequeñas burbujas mágicas flotaban en el aire, y en las sombras, criaturas juguetonas se deslizaban, observándolos con ojos brillantes.
Detrás de los dos amigos, el majestuoso castillo de Princevillo se alzaba con sus torres puntiagudas y banderas ondeando al viento. Las montañas, cubiertas de espesos bosques verdes, rodeaban la universidad como guardianes silenciosos. Un arco iris resplandecía en el cielo, un recordatorio constante de la diversidad y la magia que unía a todos los personajes de cuentos de hadas que estudiaban en ese lugar.
Pero ese día, a pesar de lo tranquilo que parecía todo, algo oscuro se cernía sobre Princevillo. Desde hacía semanas, los héroes y los villanos de los cuentos de hadas, quienes siempre habían mantenido una relación equilibrada, comenzaron a pelearse. Las historias se estaban rompiendo: los príncipes no rescataban a las princesas, los dragones no vigilaban sus cuevas, y los magos no lanzaban sus hechizos. El equilibrio de Princevillo estaba en peligro, y nadie sabía cómo resolver el conflicto.
Jhoan y Maycol, siendo los estudiantes más jóvenes de la universidad, no podían quedarse de brazos cruzados. Aunque no tenían toda la experiencia de los más grandes, sabían que tenían que hacer algo. Mientras caminaban por el patio, Jhoan miró a su amigo con determinación.
“Tenemos que ayudar, Maycol”, dijo Jhoan, con su típico entusiasmo. “No podemos permitir que el reino se desmorone. Somos pequeños, sí, pero tenemos buenas ideas”.
Maycol asintió, mirando al cielo con una sonrisa pensativa. “Tienes razón, Jhoan. Pero, ¿qué podemos hacer? Nadie nos tomará en serio”.
“¡Claro que lo harán!”, respondió Jhoan rápidamente, metiendo la mano en su bolsillo y sacando un viejo reloj de bolsillo que había encontrado en la biblioteca mágica. “Encontré esto en uno de los libros antiguos. Creo que este reloj es la clave para resolver el problema”.
Maycol lo miró con curiosidad. El reloj parecía normal, pero había algo en él que lo hacía especial. Tenía símbolos grabados que brillaban débilmente a la luz del sol, y cuando Jhoan lo abrió, las agujas se movieron rápidamente, como si estuvieran buscando algo.
“Dicen que este reloj puede llevarnos a cualquier momento o lugar que queramos”, explicó Jhoan emocionado. “Podemos usarlo para viajar a las historias y arreglar lo que está mal”.
Maycol frunció el ceño. “¿Pero cómo sabemos qué está mal? ¿Y cómo haremos para que los héroes y villanos se reconcilien?”
Jhoan sonrió, confiado. “Primero, debemos averiguar por qué están peleados. Y una vez que lo sepamos, podremos intervenir en las historias para que todo vuelva a ser como antes”.
Con el plan en mente, los dos amigos se prepararon para su aventura. Se aseguraron de llevar sus mochilas con algunos objetos mágicos que podrían necesitar: una varita que lanzaba burbujas protectoras, un mapa que cambiaba según el lugar en el que estuvieran, y unas galletas que les daban energía infinita.
Jhoan abrió el reloj una vez más y, con la ayuda de Maycol, decidió que su primer destino sería el Bosque Encantado, donde vivían muchos de los héroes y villanos. Giraron las agujas del reloj y, en un abrir y cerrar de ojos, se encontraron de pie en medio de un claro del bosque. Los árboles altos susurraban con el viento, y el suelo estaba cubierto de hojas doradas que crujían bajo sus pies.
Sin embargo, el bosque no estaba tan tranquilo como esperaban. Apenas habían llegado, escucharon voces enojadas. Se acercaron con cautela y vieron a la princesa Estela y al dragón Zafiro discutiendo acaloradamente.
“¡No puedes seguir asustando a la gente así!”, gritaba la princesa, con los puños apretados. “Tienes que seguir el guion. ¡Las historias no funcionan si haces lo que quieres!”
El dragón Zafiro bufó, expulsando una pequeña nube de humo por sus fosas nasales. “¡Estoy cansado de siempre ser el malo!”, gruñó. “¿Por qué los dragones siempre tenemos que ser los villanos? ¿Por qué no puedo ser el héroe alguna vez?”
Jhoan y Maycol intercambiaron miradas. Ahora entendían cuál era el problema. Los personajes de los cuentos estaban cansados de sus roles fijos. Querían cambiar, explorar otros caminos, pero al hacerlo, estaban rompiendo las historias y causando caos en Princevillo.
“Tenemos que hablar con ellos”, susurró Jhoan. “Si podemos hacerles entender que pueden ser quienes quieran, pero sin destruir las historias, quizás podamos solucionar esto”.
Maycol asintió y dio un paso adelante. “¡Princesa Estela! ¡Dragón Zafiro! ¡Esperen un momento!”
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.