Era una vez en la pequeña ciudad de Lucerna, donde las casas parecían sacadas de cuentos de hadas y las calles estaban siempre llenas de risas de niños. En este encantador lugar, cinco amigos decidieron celebrar el fin de las clases con una pijamada que nunca olvidarían. Jhoan, el anfitrión, había preparado su habitación con luces de colores y almohadas por doquier para recibir a Celeste, Iker, Hellen y Santiago.
Mientras la noche caía sobre Lucerna, los cinco amigos, vestidos con sus pijamas favoritos, se reunían en la habitación de Jhoan. Había golosinas, juegos de mesa y un proyector para ver películas. Sin embargo, lo que empezó como una típica noche de juegos y películas, pronto se transformaría en una aventura inolvidable.
Apenas la película llegó a su clímax, un extraño zumbido comenzó a oírse en la habitación. Los amigos se miraron confundidos, buscando el origen del sonido. De repente, un portal luminoso apareció frente a ellos, girando con colores que nunca habían visto. Del portal, emergió una figura: era Iker, pero no el Iker que conocían, sino una versión adulta de él, vestido con una túnica brillante y una sonrisa misteriosa.
“Hola, amigos,” dijo el Iker adulto con una voz profunda y amable. “No se asusten. Soy Iker del futuro, y vengo a llevarlos en una aventura mágica. Deben confiar en mí.”
Los cinco amigos se miraron entre sí, sus ojos llenos de emoción y curiosidad. Decidieron seguir a Iker del futuro, tomándose de las manos y entrando al portal uno por uno. Al cruzar, sintieron una mezcla de cosquilleo y vértigo, como si estuvieran flotando en un mar de colores.
Cuando finalmente llegaron al otro lado, se encontraron en un mundo completamente diferente. Estaban en un bosque encantado, donde los árboles tenían hojas brillantes como esmeraldas y las flores cantaban melodías dulces. El aire estaba lleno de magia, y todo parecía más vivo y vibrante.
“Bienvenidos al Bosque de la Fantasía,” dijo Iker del futuro. “Aquí comienza nuestra aventura. Necesitamos encontrar los Cristales del Tiempo antes de que el reloj mágico se detenga. Si no lo logramos, este mundo y el nuestro desaparecerán para siempre.”
Con esta revelación, los amigos se pusieron en marcha. Cada uno tenía un papel crucial en la búsqueda de los cristales. Celeste, con su aguda inteligencia, lideraba el camino, resolviendo enigmas y acertijos que encontraban a su paso. Jhoan, con su valentía, protegía al grupo de las criaturas mágicas que intentaban detenerlos. Hellen, con su bondad, hablaba con los animales del bosque, quienes les daban pistas y ayuda. Santiago, con su destreza, escalaba árboles y cruzaba ríos para alcanzar lugares inaccesibles. Y Iker, tanto el niño como el adulto, usaban su conocimiento del futuro para guiarlos.
La primera parada fue en la Cueva de los Susurros, un lugar oscuro y misterioso donde se decía que el primer cristal estaba escondido. Mientras avanzaban con cuidado, escuchaban voces suaves que intentaban distraerlos. “No los escuchen,” advirtió Iker del futuro. “Son ilusiones para desviarlos de su camino.”
Finalmente, llegaron al corazón de la cueva, donde encontraron una fuente de agua cristalina. En el centro, sobre una roca, brillaba el primer Cristal del Tiempo. Con mucho cuidado, Celeste lo recogió, sintiendo su energía vibrar en sus manos. Uno menos, pensaron, pero aún quedaban más por encontrar.
El siguiente destino fue la Montaña de los Ecos, un lugar tan alto que las nubes tocaban sus picos. El ascenso fue difícil y agotador, pero los amigos no se dieron por vencidos. Mientras escalaban, escuchaban los ecos de sus propios esfuerzos, lo que los motivaba a seguir adelante. En la cima, encontraron el segundo cristal, escondido dentro de una roca dorada. Santiago, usando su fuerza y habilidad, logró liberarlo.
Con dos cristales en mano, el grupo se dirigió al Valle de los Sueños, un lugar donde los deseos más profundos se hacían realidad. Pero este lugar también estaba lleno de trampas. Los amigos tenían que mantenerse enfocados en su misión y no dejarse llevar por las ilusiones que el valle creaba. Hellen, con su corazón puro, lideró el camino, guiando a sus amigos a través de las ilusiones hasta encontrar el tercer cristal, que flotaba en un lago de estrellas.
Finalmente, llegaron al Árbol de la Sabiduría, un árbol inmenso que contenía todo el conocimiento del Bosque de la Fantasía. Para obtener el último cristal, los amigos tuvieron que responder una serie de preguntas difíciles que el árbol les hacía. Con cada respuesta correcta, el árbol revelaba más de sí mismo, hasta que finalmente les entregó el cristal final.
Con los cuatro cristales reunidos, los amigos regresaron al portal. “Rápido, antes de que sea demasiado tarde,” urgió Iker del futuro. Colocaron los cristales en el reloj mágico, y con un destello de luz, el tiempo en el Bosque de la Fantasía volvió a fluir.
“Lo lograron,” dijo Iker del futuro con una sonrisa de alivio. “Han salvado ambos mundos. Ahora es tiempo de volver a casa.”
Los amigos, agotados pero felices, cruzaron el portal de regreso a la habitación de Jhoan. Todo parecía igual, excepto por la sensación de haber vivido algo increíble. El Iker adulto se despidió con un guiño y desapareció, dejando solo una pluma brillante como recuerdo.
La noche continuó, y los cinco amigos, aunque cansados, no podían dejar de hablar sobre su aventura. Sabían que lo que habían vivido era real, y que siempre llevarían esa experiencia en sus corazones. Desde entonces, cada pijamada se convertía en una oportunidad para recordar su increíble viaje y soñar con las próximas aventuras que el futuro podría traer.
Y así, en la pequeña ciudad de Lucerna, donde las casas parecían sacadas de cuentos de hadas y las calles siempre estaban llenas de risas de niños, cinco amigos compartieron una noche mágica que nunca olvidarían.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.