En un lugar donde el invierno cubría todo con su manto blanco y la risa de los niños resonaba en el aire frío, vivía un pequeño niño llamado Santy. Santy tenía cinco años, cabello rubio como los rayos del sol y un corazón lleno de sueños y aventuras. Él amaba la nieve más que nada en el mundo y siempre esperaba con ansias la llegada del invierno para poder jugar en sus infinitas capas de blanco.
Mami Zuri, la madre de Santy, y Mamá Nan, su querida amiga, compartían el amor por la aventura de Santy. Mami Zuri, con su pelo lacio castaño, era la protectora de los sueños de Santy, siempre asegurándose de que cada aventura fuera segura y memorable. Mamá Nan, con su cabello corto y rizado, era la maestra de la diversión, siempre inventando nuevos juegos y actividades para hacer en la nieve.
Un día, cuando los primeros copos de nieve comenzaron a caer, cubriendo el mundo con su brillo cristalino, Santy saltó de alegría. «¡Es hora de nuestra gran aventura en la nieve!», exclamó con una sonrisa que iluminaba toda la habitación. Mami Zuri y Mamá Nan, contagiadas por su entusiasmo, rápidamente comenzaron a preparar todo lo necesario: trineos, ropa abrigada y, por supuesto, un termo lleno de chocolate caliente.
La aventura comenzó en el jardín de su casa, donde construyeron el muñeco de nieve más grande y sonriente que el vecindario jamás había visto. Santy, con una bufanda azul alrededor del cuello y un gorrito que le cubría las orejas, colocó cuidadosamente una zanahoria como nariz y dos piedras negras como ojos. Mami Zuri decoró el muñeco con una bufanda tejida por ella misma, y Mamá Nan capturó el momento con su cámara, asegurándose de que ese recuerdo perdurara para siempre.
Pero la verdadera aventura los esperaba más allá de su hogar, en la colina más alta del pueblo, conocida como «El Descenso de los Valientes». Era allí donde los niños y niñas se reunían para deslizarse en trineo, compitiendo para ver quién llegaba más lejos y más rápido. Santy, con los ojos brillantes de emoción, se preparó para su turno. Mami Zuri le dio un beso en la frente y Mamá Nan le ajustó el casco. «Estás listo para volar, campeón», le dijo con una sonrisa.
La bajada fue emocionante, con el viento silbando en sus oídos y la nieve salpicando a su alrededor. Santy se sentía como un pequeño rayo, deslizándose velozmente colina abajo. Al final del descenso, su risa se mezclaba con la de Mami Zuri y Mamá Nan, que lo recibieron con abrazos calurosos y felicitaciones.
Después de varias bajadas más, y cuando las sombras comenzaron a alargarse anunciando la llegada de la tarde, decidieron que era hora de regresar a casa. Pero Santy tenía una última sorpresa esperándolos: había aprendido a hacer ángeles de nieve, y quería enseñarles cómo hacerlos. Juntos, se recostaron en la nieve fresca, moviendo sus brazos y piernas para dejar tres perfectos ángeles marcados en la nieve, un hermoso recuerdo de su día de aventura.
Exhaustos pero felices, volvieron a casa, donde se quitaron las capas húmedas de ropa y se sentaron alrededor de la chimenea, compartiendo historias y bebiendo chocolate caliente. Mami Zuri y Mamá Nan miraban a Santy, agradecidas por los momentos de felicidad y por la magia que solo el invierno y la nieve podían traer.
Esa noche, Santy se acostó temprano, soñando con más aventuras en la nieve y sabiendo que, sin importar qué, siempre tendría a su lado a Mami Zuri y Mamá Nan para compartir cada momento mágico y cada nueva aventura.
Y así, en un pequeño pueblo cubierto por la nieve, Santy, Mami Zuri y Mamá Nan descubrieron que las mejores aventuras son aquellas que se viven juntos, llenas de amor, risas y, por supuesto, mucha nieve.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.