Cuentos de Aventura

La Gran Aventura en Parque Norte

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Ilay era un niño de 5 años lleno de energía y curiosidad. Le encantaba jugar, explorar y, sobre todo, pasar tiempo con su Zeide Abel. Era su abuelo, un hombre lleno de historias y una gran pasión por el pádel. Ilay y Zeide Abel tenían una tradición especial: cada sábado iban juntos a Parque Norte a jugar al pádel. Era su momento especial y lo esperaban con ansias toda la semana.

Ilay tenía una hermanita pequeña llamada Galit. Ella tenía solo 2 años y era muy traviesa. Le encantaba jugar con sus muñecas Barbie y pasar tiempo con su Bobe Feli, su abuela, que era experta en tejer hermosas pashminas en su telar. La casa de Ilay y Galit siempre estaba llena de amor y risas, especialmente cuando estaban todos juntos con sus abuelos.

Un sábado soleado, Ilay se despertó muy temprano, emocionado por su día en Parque Norte. «¡Zeide Abel, Zeide Abel! ¿Estás listo para jugar al pádel?» gritó mientras corría hacia la cocina donde su abuelo ya estaba esperando con una sonrisa.

«Claro que sí, campeón,» respondió Zeide Abel. «Vamos a divertirnos mucho hoy.»

Después de desayunar, Ilay, Zeide Abel, Galit y Bobe Feli se subieron al coche y se dirigieron a Parque Norte. Galit estaba sentada en su sillita, jugando con sus Barbies, mientras Bobe Feli le contaba una de sus muchas historias de cuando era joven.

Al llegar al parque, el lugar estaba lleno de vida. Los árboles verdes daban sombra a los caminantes, los niños jugaban en el área de juegos y las familias disfrutaban de pícnics en el césped. Ilay y Zeide Abel fueron directamente a las canchas de pádel, mientras Bobe Feli y Galit se acomodaban en una manta cercana, rodeadas de muñecas y pashminas.

Ilay y Zeide Abel empezaron su partido de pádel. Ilay corría de un lado a otro, golpeando la pelota con todas sus fuerzas. «¡Buen tiro, Ilay!» decía Zeide Abel cada vez que Ilay hacía un punto. Ilay se sentía como un campeón cada vez que su abuelo lo elogiaba.

Mientras tanto, Galit jugaba con sus Barbies, imaginando grandes aventuras para ellas. «Esta Barbie es una princesa y esta otra es su mejor amiga,» decía mientras las movía por el césped. Bobe Feli sonreía mientras tejía una pashmina con hilos de colores brillantes. «Un día, te haré una pashmina a ti también, Galit,» le dijo.

Después de un rato, Zeide Abel y Ilay tomaron un descanso. Se unieron a Bobe Feli y Galit en la manta y disfrutaron de un delicioso almuerzo que Bobe Feli había preparado. Había sándwiches, frutas frescas y galletas caseras. «Todo sabe mejor cuando estamos juntos,» dijo Ilay con la boca llena de galletas.

Tras el almuerzo, Zeide Abel contó una de sus famosas historias. «Cuando yo era joven, solía explorar estos mismos parques,» comenzó. «Un día, encontré un árbol muy especial que tenía una puerta secreta…»

Los ojos de Ilay y Galit se abrieron con asombro. «¡¿Una puerta secreta?!» exclamaron.

«Sí,» continuó Zeide Abel. «Esa puerta llevaba a un mundo mágico donde los animales hablaban y las aventuras nunca terminaban. Siempre quise volver a encontrar ese árbol, pero nunca lo hice. Quizás, solo quizás, podríamos buscarlo hoy.»

Ilay y Galit estaban emocionados. «¡Vamos a buscarlo!» gritaron al unísono.

El grupo comenzó a explorar Parque Norte en busca del árbol mágico. Caminaron por senderos, cruzaron puentes y se adentraron en pequeñas arboledas. Ilay lideraba el camino con su entusiasmo contagioso, mientras Galit seguía, sosteniendo una Barbie en una mano y la mano de Bobe Feli en la otra.

Después de un rato, llegaron a un área del parque que no reconocían. Era un claro rodeado de árboles altos y frondosos. «¡Miren allí!» dijo Ilay, señalando un árbol viejo y retorcido con una pequeña puerta tallada en su tronco.

«¡Lo encontramos!» exclamó Zeide Abel. «Es el árbol de mi historia.»

Con gran emoción, Ilay, Galit, Zeide Abel y Bobe Feli se acercaron al árbol. La puerta era pequeña, pero lo suficientemente grande como para que pudieran entrar uno a uno. «¿Listos para una aventura?» preguntó Zeide Abel.

«¡Sí!» respondieron todos al unísono.

Al abrir la puerta, se encontraron en un mundo completamente diferente. Era un bosque mágico, lleno de luces brillantes y criaturas maravillosas. Los árboles susurraban canciones y los animales hablaban. «Bienvenidos,» dijo un conejo con un chaleco rojo. «¿Están listos para explorar?»

Ilay y Galit estaban asombrados. «Esto es increíble,» dijo Ilay.

«Vamos a explorar,» dijo Galit, tirando de la mano de Bobe Feli.

Pasaron el día explorando el bosque mágico. Conocieron a un zorro sabio, un ciervo que sabía bailar y un búho que les contó historias antiguas. Cada momento era una nueva aventura y una nueva sorpresa. Se dieron cuenta de que, aunque estaban en un lugar mágico, lo más especial era estar juntos y compartir la experiencia.

Al final del día, el conejo con el chaleco rojo les mostró el camino de regreso al árbol con la puerta. «Espero que vuelvan pronto,» dijo con una sonrisa.

Ilay, Galit, Zeide Abel y Bobe Feli regresaron a Parque Norte, llenos de maravillosos recuerdos de su aventura. «Este ha sido el mejor día de todos,» dijo Ilay, abrazando a su abuelo.

«Sí,» añadió Galit, «y también quiero venir a jugar con mis Barbies y que me hagan más pashminas.»

De regreso a casa, Ilay y Galit no dejaron de hablar sobre su aventura. «Zeide Abel, ¿crees que el árbol mágico siempre estará allí?» preguntó Ilay.

«Creo que sí,» respondió Zeide Abel con una sonrisa. «Y siempre que queramos una nueva aventura, solo tenemos que buscarlo juntos.»

Esa noche, Ilay y Galit se fueron a dormir soñando con el bosque mágico y las maravillosas criaturas que conocieron. Sabían que, mientras estuvieran juntos con su Zeide Abel y su Bobe Feli, siempre tendrían nuevas aventuras por vivir.

Y así, en el calor de su hogar y con el amor de su familia, Ilay y Galit aprendieron que la verdadera magia no estaba en los lugares que visitaban, sino en las personas con las que compartían sus aventuras.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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