Había una vez, en un pequeño y colorido pueblo rodeado de montañas y ríos, una familia muy especial. Esta familia estaba compuesta por Mamá, Papá, y sus hijos, Ámbar y Ramsés. Ámbar era una niña curiosa, llena de energía y siempre deseosa de vivir aventuras. Ramsés, su pequeño hermano, era su compañero de juegos y siempre la seguía a donde ella iba.
Una tarde, mientras jugaban en su jardín, Mamá llamó a Ámbar y Ramsés. “¡Chicos, vengan aquí! Tengo algo muy especial que contarles”, dijo Mamá con una gran sonrisa. Ámbar y Ramsés corrieron hacia Mamá, listos para escuchar.
“Esta noche habrá una lluvia de estrellas fugaces”, explicó Mamá. “Se dice que si haces un deseo mientras ves las estrellas caer, el deseo se puede cumplir. Pero hay algo aún más emocionante: en el bosque de la montaña, cuentan que hay un tesoro escondido que brilla como las estrellas”.
Los ojos de Ámbar brillaron con emoción. “¿Un tesoro? ¡Debemos encontrarlo!” dijo. Ramsés, quien adoraba incluso más las aventuras de su hermana, gritó, “¡Sí, sí, vamos a buscarlo!”
Papá, que escuchaba desde la cocina, se acercó y les dijo: “Bueno, si van a buscar el tesoro, deben tener cuidado. El bosque puede ser misterioso y a veces, ¡lo que parece brillante puede ser un truco! Pero yo les acompañaré”.
Así que, después de cenar, Mamá preparó una mochila con bocadillos, una linterna, una brújula y una manta. “Es mejor estar preparados”, dijo Mamá con un guiño. Cuando la luna estaba alta y brillante en el cielo, la familia se puso sus chaquetas y salió hacia el bosque.
Al entrar al bosque, se adentraron en un mundo mágico. Los árboles estaban cubiertos de hojas que brillaban como diamantes bajo la luz de la luna. Los sonidos de la noche, como el canto de los grillos y el susurro del viento, llenaban el aire. “¡Qué bonito es todo!” exclamó Ámbar. Ramsés sonreía, emocionado de estar junto a su hermana.
Mientras caminaban, se encontraron con un ciervo que los miraba curiosamente. “¡Hola, pequeño ciervo!” saludó Ámbar con una voz dulce. El ciervo, asombrado por la amabilidad de la niña, se acercó. “¿Están buscando algo?” preguntó el ciervo con una voz suave.
“¡Sí! Estamos buscando un tesoro escondido en el bosque”, respondió Ramsés. El ciervo sonrió y dijo: “Sé lo que buscan. Si me siguen, puedo llevarlos a donde se encuentra el tesoro.” La familia se miró emocionada. “¡Sí, por favor!” dijeron todos al unísono.
El ciervo los guió a través de senderos ocultos y árboles altos. Finalmente, llegaron a un claro donde la luna iluminaba un gran cofre antiguo con muchos ornamentos y piedras preciosas brillantes. “¡Miren!” gritó Ámbar. “¡El tesoro!” Ramsés saltó de alegría.
Cuando se acercaron al cofre, Papá dijo: “Pero esperen, ¿qué hay dentro del cofre?” Ámbar, valiente como siempre, fue la primera en abrirlo. Cuando levantó la tapa, vio una luz brillante que salía del interior, llenando el claro con su resplandor.
“¡Es hermoso!” exclamó Ámbar. Dentro del cofre había monedas de oro, joyas y, lo más especial de todo, un libro antiguo lleno de historias mágicas y aventuras. “¡Es un libro de cuentos!” dijo Ámbar emocionada. “Podemos leerlo en familia”.
Pero de repente, un viento fuerte sopló y la página del libro se abrió, revelando un mapa que mostraba un camino hacia un lugar que estaba más allá de las estrellas. “Papá, ¡mira!” gritó Ramsés, señalando el mapa. “¡Nos muestra cómo llegar muy lejos!”
Mamá se acercó y miró el mapa. “Parece que este tesoro no es solo para tener cosas brillantes, sino también para llevarnos a nuevas aventuras”. Todos se miraron felices y emocionados. “¿Qué tal si seguimos el mapa?” propuso Momá. “Podemos vivir la siguiente aventura juntos”.
Con el corazón lleno de alegría y con una nueva misión, la familia decidió que al día siguiente, comenzarían un viaje siguiendo las indicaciones del antiguo mapa, deseando descubrir más secretos del bosque y tal vez, hacer más deseoss bajo la lluvia de estrellas.
Así que, cuando la noche cayó, se sentaron en el claro y miraron hacia el cielo lleno de estrellas. Cada uno de ellos cerró los ojos y pidió su deseo. Ámbar deseó tener aventuras sin fin; Ramsés deseó ser siempre valiente; Papá deseó que su familia estuviera siempre unida; y Mamá deseó que nunca les faltara la alegría.
Toda la familia sintió un brillo especial en el aire. Se miraron sonriendo, sabiendo que esta aventura haría que su lazo familiar fuera aún más fuerte. Y aunque el tesoro en el cofre era maravilloso, lo que realmente importaba era la oportunidad de explorar el mundo juntos, disfrutar de nuevas experiencias y compartir risas.
Así, la familia regresó a casa esa noche con el corazón lleno de sueños y la emoción de lo que les depararía el futuro. Y mientras se dormían, soñaron con aventuras bajo la lluvia de estrellas, siempre recordando que lo más valioso de todas sus búsquedas era el amor que compartían y las historias que crearían juntos. Al final, entendieron que los mejores tesoros son aquellos que se guardan en el corazón.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.