Érase una vez, en un lugar muy especial donde los números cobraban vida, había una escuela mágica llamada la Escuela de los Números Mágicos. En esta escuela, los números vivían aventuras emocionantes y aprendían muchas cosas interesantes sobre el mundo que les rodeaba. Entre ellos, se encontraban tres grandes amigos: Unidad, Decena y Centena.
Unidad era un pequeño número que siempre estaba lleno de energía y entusiasmo. Tenía una sonrisa brillante que iluminaba la habitación. Le encantaba hacer nuevas amistades y siempre estaba dispuesto a ayudar a sus amigos en cualquier momento. Decena, por otro lado, era un poco más grande y sabia. Le gustaba organizar las cosas y tenía una mente muy brillante. Centena era el más grande de los tres, y aunque parecía serio, en realidad tenía un gran corazón y siempre cuidaba de sus amigos.
Un día, mientras jugaban en el patio de la Escuela de los Números Mágicos, Unidad, Decena y Centena escucharon un rumor fascinante que corría por toda la escuela. Se decía que en lo profundo del Bosque de los Cuentos había un misterioso Tesoro de Números que nunca nadie había visto. Para encontrarlo, los números necesitaban resolver una serie de acertijos y desafíos que pondrían a prueba su amistad y habilidades. La idea de una aventura les emocionó tanto, que decidieron que debían ir juntos en busca del tesoro.
Así que, con sus corazones llenos de valentía y entusiasmo, los tres amigos se adentraron en el Bosque de los Cuentos. El sol brillaba y la brisa fresca les acariciaba el rostro. Mientras caminaban, encontraron árboles altos y majestuosos, arbustos vibrantes y flores de todos los colores que florecían a su alrededor. Todo parecía mágico en aquel lugar.
De repente, escucharon un suave susurro que parecía venir de detrás de un arbusto. Se acercaron con cautela y encontraron a un pequeño Serpiente Cuentacuentos que estaba enroscado en una rama. La serpiente tenía escamas brillantes que reflejaban la luz del sol y unos ojos pequeños llenos de curiosidad.
—¡Hola! —dijo la serpiente con una voz suave—. Soy Susi, la Serpiente Cuentacuentos. He estado esperando a que lleguen números valientes. ¿Están listos para resolver el primer acertijo?
Unidad, Decena y Centena se miraron emocionados y asintieron con la cabeza. Susi sonrió y comenzó a contarles su primer acertijo.
—En este bosque vive un Dios de los Números, y él ama los matemáticos. Les diré un acertijo y si lo resuelven, les daré una pista sobre el Tesoro de Números. Aquí va: ¿Qué número soy, si me multiplicas por dos soy diez?
Los amigos se concentraron y empezaron a pensar. Decena era la más analítica y rápidamente dijo:
—¡Yo lo sé! Si multiplicamos cinco por dos, obtenemos diez. ¡La respuesta es cinco!
Susi aplaudió con alegría.
—¡Muy bien! Ustedes son realmente inteligentes. Aquí está su primera pista: “El tesoro se encuentra donde todos los números pasan tiempo juntos”.
Emocionados, la tripleta siguió adentrándose en el bosque. Mientras caminaban, comenzaron a preguntarse qué significaría la pista. Unidad se detuvo y dijo:
—Creo que debemos buscar un lugar donde estén todos los números juntos. Tal vez una gran asamblea o un festival.
Decena pensó por un momento y sugirió:
—Podría ser el Campo de los Números, donde a menudo celebramos actividades con todos los números.
—¡Sí! ¡Eso es! —gritó Centena, moviendo su gran cuerpo con entusiasmo—. Vamos hacia el Campo de los Números.
Cuando llegaron al Campo, se dieron cuenta de que efectivamente había muchos números reunidos. Había números bailando, jugando y contando historias. El ambiente era de alegría y camaradería. Los amigos se acercaron a un grupo que estaba jugando a las escondidas, y se unieron a ellos.
Luego de un rato de diversión, Unidad, Decena y Centena se acercaron a un grupo de números que parecían estar discutiendo sobre algo.
—¿Qué sucede? —preguntó Unidad.
—Estamos intentando resolver otro acertijo para llegar al siguiente paso en la búsqueda del tesoro —respondió un número cuatro—. Pero no podemos encontrar la respuesta.
Decena, siempre dispuesta a ayudar, se unió a la conversación.
—¿Cuál es el acertijo? Quizás podamos ayudarles.
El número cuatro les explicó el acertijo:
—Soy un número que se obtiene al multiplicar dos por tres. ¿Cuál soy?
Los amigos miraron entre sí y Unidad fue el primero en gritar:
—¡Seis! ¡La respuesta es seis!
Los otros números aplaudieron y celebraron, contentos de haber resuelto el acertijo.
Un número más viejo, que se presentaba como el Maestro Siete, se acercó a ellos y les dijo:
—Ustedes son verdaderos amigos y resolvieron este acertijo. Su premio será otra pista. “Para encontrar el tesoro, deben ir a la Montaña de los Cálculos, donde las formas adquieren formas mágicas”.
Unidad, Decena y Centena se despidieron de sus nuevos amigos y se pusieron en marcha hacia la Montaña de los Cálculos. Caminando por el bosque se encontraron con un camino que empezaba a subir. A medida que ascendían, comenzaron a ver figuras geométricas como círculos, triángulos y cuadrados que danzaban a su alrededor. Eran alegres y amistosos, y comenzaron a jugar con los números.
—¡Hola, Números! —dijo un círculo redondito—. ¿Qué traen en su corazón?
—Estamos en busca del Tesoro de Números —respondió Centena—. Y necesitamos resolver más acertijos.
—¡Qué fabulosa aventura! —dijo un triángulo—. Podemos ayudarles. Pero deben responder otro acertijo. Aquí va: ¿Cuántos lados tengo? Soy una figura con tres puntos y tres lados.
Unidad, llenito de impaciencia, levantó la mano y gritó:
—¡Un triángulo! ¡Tienes tres lados!
Los números geométricos comenzaron a danzar alrededor de ellos en celebración. Se hicieron una gran fiesta y la montaña pareció cobrar vida con su alegría. El círculo, el triángulo y el cuadrado sonrieron.
—¡Bien hecho! —gritó el cuadrado—. Aquí tienen otra pista que los llevará al tesoro: “Donde los números suman sus fuerzas, hallarás lo que buscas”.
Los amigos agradecieron a las figuras geométricas y continuaron su camino. Decena trató de descifrar la nueva pista.
—¿Dónde los números suman sus fuerzas? Tal vez sea la Plaza de las Sumatorias, donde todos los números se reúnen para sumar.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.