En un hermoso bosque encantado, lleno de árboles altos y flores de mil colores, vivían tres amigos: Neil, Oriol y su perro juguetón, Croquetilla. Neil era un niño valiente y curioso, siempre buscando nuevas aventuras. Oriol, por su parte, era un niño muy astuto, que podía resolver cualquier acertijo que se le presentara. Croquetilla, el perro, era pequeño pero muy rápido y le encantaba correr por el campo, jugando a atrapar mariposas.
Un día, mientras exploraban una parte del bosque que nunca antes habían visto, Neil escuchó un extraño susurro que parecía venir de entre los arbustos. «¿Qué será eso?», preguntó con curiosidad. Oriol se acercó y, tras examinar cuidadosamente, vio una pequeña serpiente de colores brillantes que parecía estar atrapada entre las ramas.
«¡Mira, Neil! ¡Es una serpiente!», exclamó Oriol, con los ojos muy abiertos. Croquetilla, al oír a sus amigos, se acercó ladrando. La serpiente, que tenía escamas verdes y azules, estaba muy asustada y parecía estar buscando ayuda.
“Por favor, ayúdenme”, dijo la serpiente con una voz suave y temblorosa. “Me llamo Lila y estoy perdida. No sé cómo regresar a mi hogar”.
Neil, Oriol y Croquetilla se miraron entre sí, sorprendidos. Nunca habían conocido a una serpiente que pudiera hablar. Neil, emocionado por la aventura, le dijo: “No te preocupes, Lila. Te ayudaremos a encontrar tu hogar”.
“Pero, ¿cómo lo haremos?”, preguntó Oriol, rascándose la cabeza. “No sabemos dónde vives”.
“Vivo en el Valle de las Mariposas”, respondió Lila. “Pero el camino es muy largo y lleno de peligros. Necesito amigos valientes como ustedes para ayudarme”.
Sin dudarlo, nuestros tres amigos aceptaron la misión y se dispusieron a ayudar a Lila a encontrar su hogar. Luego de despedirse de los árboles y las flores, el grupo se puso en marcha por el bosque.
Mientras caminaban, se encontraron con un gran arroyo que les bloqueaba el paso. El agua corría rápidamente y parecía muy fría. “¿Cómo podemos cruzar?”, preguntó Croquetilla, mirando a sus amigos con ojos grandes de preocupación.
“Podemos hacer una pasarela con estas ramas”, sugirió Neil, señalando unas ramas grandes y fuertes que estaban cerca. Todos se pusieron a trabajar, recogiendo ramas y apilándolas para formar un puente.
¡Finalmente! Con mucho esfuerzo, terminaron el puente y, uno a uno, fueron cruzando el arroyo. Croquetilla fue el último en cruzar, corriendo con alegría al otro lado al ver que estaban todos juntos.
Después de cruzar el arroyo, continuaron por un sendero que los llevó a una zona con muchas flores hermosas. De repente, escucharon un rugido fuerte. “¿Qué fue eso?”, preguntó Oriol, mirando a su alrededor.
“Yo… yo creo que es un oso”, dijo Lila, temblando de miedo. “El Oso Gruñón vive cerca de aquí y a veces se pone muy malhumorado”.
“Si somos rápidos y silenciosos, quizás podamos pasar sin que nos note”, propuso Neil, pero sabían que era un gran riesgo. Sin embargo, estaban decididos a ayudar a su nueva amiga.
Así que, se pusieron de acuerdo en no hacer ruido. Todos se acercaron sigilosamente al lugar de donde provenía el rugido. Al llegar, vieron a un enorme oso de pelaje marrón que parecía estar muy enfadado porque no podía encontrar su miel. La miel que había guardado se había derramado por el suelo y el oso estaba quejándose.
“¡Ay, no me puedo creer que esto me pase a mí! ¡No puedo encontrar mi miel!”, decía el Oso Gruñón. Neil, Oriol y Croquetilla se miraron y, sin pensarlo dos veces, Oriol tuvo una idea.
“¿Y si le ayudamos a encontrar su miel?”, sugirió. “Si lo hacemos, quizás nos deje pasar sin hacernos daño”.
“Esa es una buena idea”, asintió Neil. “Oye, Oso Gruñón”, llamó él con voz amable, “podemos ayudarte a encontrar tu miel si nos dejas pasar”.
El oso, sorprendido por la amabilidad de los niños y de Croquetilla, asintió lentamente. “Está bien, pero no soy tan fácil de complacer. ¡Necesito miel, y no me iré de aquí hasta que la encuentre!”
Los tres amigos comenzaron a buscar por el entorno. Después de un rato, Croquetilla, que tenía un gran sentido del olfato, empezó a ladrar emocionado. Se había percatado de que había un tarro de miel atrapado bajo un arbusto.
“¡Miren allí!”, dijo Croquetilla, correteando hacia el tarro. Todos se acercaron y vieron la miel brillando bajo el sol. Con mucho cuidado, levantaron el tarro y se lo mostraron al oso.
“¡Eso es! ¡Eso es lo que busco!”, gritó el Oso Gruñón, saltando de alegría. “¡Muchísimas gracias, pequeños amigos!”
El oso comenzó a comer la miel con su enorme pata, y su semblante enfadado de antes se transformó en una amplia sonrisa. “Son unos niños muy valientes y amables. Pueden pasar sin preocupaciones”.
“¡Gracias, Oso Gruñón!” dijeron en coro, emocionados por haber ayudado a un nuevo amigo. Así, continuaron su camino por el bosque, ahora con más confianza.
Después de un buen rato, llegaron a una gran colina que parecía tener un arcoíris pintado en su cima. “¡Miren, Lila! ¡Podría ser el Valle de las Mariposas!”, exclamó Neil, señalando hacia arriba. Los corazones de todos se llenaron de alegría al ver la belleza del lugar.
Pero, de repente, se detuvieron al darse cuenta de que la cima de la colina estaba rodeada de un nublado espeso. “¿Cómo subiremos allí?”, se preguntó Oriol, mirando a su alrededor.
Lila, con un brillo en sus ojos, respondió: “¡Yo puedo ayudarlos! Puedo guiarlos por el lado que tenga mejor vista”.
Así que, en lugar de subir directamente, siguieron a Lila, quien se deslizaba ágilmente por la colina, guiándolos por el camino correcto. Mientras subían, comenzaron a ver mariposas de todos los colores por todas partes. Eran tan muchas que llenaban el aire con su vuelo.
Al llegar a la cima, se encontraron en un lugar mágico. Allí, las mariposas danzaban alegremente y el sol brillaba más que nunca. “¡Es hermoso!”, dijeron todos al unísono.
“Este es mi hogar”, explicó Lila, con una sonrisa radiante. Se sentó en una roca y, de pronto, las mariposas se acercaron a ella, como si la reconocieran.
“Gracias, amigos, por ayudarme a regresar. Yo, junto con las mariposas, quiero celebrar nuestra amistad”, dijo Lila, invitando a sus amigos a unirse a ella. Entonces, comenzaron a bailar y reír juntos, disfrutando de la mágica atmósfera del lugar.
En ese momento, Neil se dio cuenta de lo valioso que era tener amigos. “Hoy hemos superado muchos obstáculos juntos, y todo gracias a que nos unimos para ayudar a Lila”, reflexionó.
Oriol asintió. “Y también aprendimos que la amabilidad y la valentía pueden llevarnos a conocer lugares increíbles y hacer amigos nuevos”.
Croquetilla, emocionado, ladró feliz y comenzó a correr en círculos alrededor de ellos, como si quisiera unirse a la celebración.
Finalmente, cuando el sol comenzó a esconderse detrás de las montañas, Lila dijo: “No se preocupen, siempre podrán regresar al Valle de las Mariposas. Este es un lugar especial para todos nosotros”.
Y así, mientras la luna comenzaba a brillar en el cielo, Neil, Oriol y Croquetilla regresaron a casa con el corazón lleno de alegría y recuerdos de su gran aventura. Aprendieron que la amistad es el tesoro más grande de todos, y que siempre vale la pena ayudar a los demás.
Desde aquel día en que se encontraron con Lila, la serpiente, Neil, Oriol y Croquetilla continuaron explorando el bosque encantado, sabiendo que cualquier aventura podría llevarlos a la magia de la amistad. Y cada vez que escuchaban el suave susurro del viento entre los árboles, sonreían, sabiendo que en el bosque siempre habría nuevas aventuras esperando por ellos, y que su amistad era más fuerte que cualquier obstáculo que pudieran encontrar.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.