En el colegio Pepita Greus de Alginet, había una maestra conocida por todos por su dulzura, cariño y simpatía. Su nombre era Celia, y este año tenía la misión más emocionante de su carrera: llevar a su clase de 22 alumnos de primero de primaria en un viaje imaginario alrededor del mundo, siguiendo los pasos de Willy Fog en «La vuelta al mundo en 80 días».
Los alumnos, Alba, Ernest, Vega, Gael, Milagros, Carlos, Arantxa, Mariam, Iris, Lian, Ferran, Candela, Noel, Nawfal, Jannat, Sofía, Bruno, Elia, Ayoub, Fernando, Keira y Eva, eran conocidos por su espíritu aventurero y su curiosidad sin límites. Y así, con el aula decorada con mapas, globos terráqueos y pequeñas maletas, Celia les presentó el gran desafío del año.
«¡Vamos a dar la vuelta al mundo!», anunció con una sonrisa contagiosa. Los ojos de los niños brillaron con emoción. Para ellos, la aventura ya había comenzado.
El primer destino fue Londres, donde la lluvia parecía cantar en las calles y los relojes marcaban el ritmo de la ciudad. Celia les contó historias de caballeros y dragones, y juntos imaginaron pasear por el Puente de Londres, con paraguas en mano, buscando huellas de aventureros pasados.
Después, viajaron a París. La clase se llenó de «oohs» y «aahs» mientras Celia describía la Torre Eiffel iluminada bajo el cielo nocturno. Los niños dibujaron postales para enviar desde la ciudad del amor, cada uno con un mensaje de paz y amistad.
La aventura continuó en Egipto, donde las pirámides se alzaban imponentes bajo el sol del desierto. Celia, transformándose en una intrépida arqueóloga, guió a los niños en una excavación imaginaria. «¿Quién encontrará el tesoro escondido?», preguntaba, mientras los pequeños exploradores buscaban entre las arenas del aula.
India fue la siguiente parada, con sus colores vibrantes y danzas místicas. Celia enseñó a los niños algunos pasos de baile y juntos crearon una coreografía que representaba el viaje del sol a través del cielo. La música y la risa llenaban el aula mientras bailaban, uniendo sus corazones en la diversidad del mundo.
La travesía no estuvo exenta de desafíos. Al cruzar el vasto océano hacia Japón, una tormenta imaginaria sacudió su barco. Pero Celia, con su calma y valentía, les enseñó la importancia de enfrentar los miedos y trabajar en equipo. Juntos, superaron la tempestad, descubriendo la fuerza que tenían al unirse.
En Japón, los niños se maravillaron con los cerezos en flor y aprendieron a hacer origami. Celia les habló sobre el respeto y la armonía con la naturaleza, valores que los niños prometieron llevar siempre en sus corazones.
La vuelta al mundo continuó, llevándolos a explorar las selvas de Brasil, los vastos paisajes de Australia y las brillantes luces de Nueva York. Con cada destino, Celia no solo enseñaba sobre geografía y cultura, sino que también infundía en los niños lecciones de amistad, valentía y curiosidad.
Al final del viaje, cuando el aula volvió a ser simplemente un aula, los niños se dieron cuenta de que habían viajado mucho más allá de lo que los mapas podían mostrar. Habían aprendido a soñar en grande, a respetar la diversidad y a creer en sí mismos y en sus compañeros.
Celia, observando las caras sonrientes de sus alumnos, supo que había logrado algo maravilloso. No solo había enseñado sobre el mundo, sino que había abierto un mundo de posibilidades dentro de cada corazón joven.
Y así, la clase de primero de primaria del colegio Pepita Greus de Alginet se convirtió en una familia de pequeños grandes exploradores, listos para embarcarse en nuevas aventuras, sabiendo que, juntos, podrían dar la vuelta al mundo y más allá.
La historia de Celia y sus alumnos se convirtió en una leyenda en el colegio, recordando a todos que, con imaginación y amor, se pueden cruzar océanos, escalar montañas y alcanzar las estrellas. Y aunque el año escolar terminó, el viaje de aquellos 22 exploradores y su querida maestra apenas comenzaba, llevando en sus corazones la vuelta al mundo en 171 días y las innumerables aventuras que aún estaban por descubrir.
Este cuento captura la esencia de una aventura que trasciende las fronteras del aula, enseñando a los niños el valor del conocimiento, la amistad y el coraje para explorar el mundo y sus maravillas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.