Cuentos de Aventura

Mario y la Mariposa Aventurera

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un día soleado, un niño llamado Mario. Mario era un niño muy curioso, siempre buscando nuevas aventuras en su pequeño mundo lleno de maravillas. Vivía en una casa rodeada de flores, árboles, y un gran jardín donde le encantaba jugar. Su lugar favorito era un rincón del jardín donde siempre brillaba el sol, y donde las mariposas volaban alegremente de flor en flor.

Un día, mientras Mario jugaba en su jardín, notó algo especial. Una mariposa diferente a las demás se posó en su hombro. Era grande y colorida, con alas que brillaban bajo la luz del sol. Mario la miró con asombro y sonrió.

—¡Hola, pequeña mariposa! —le dijo Mario—. ¿De dónde vienes?

La mariposa parecía entender las palabras de Mario. Revoloteó frente a él y comenzó a volar en círculos, como si quisiera que la siguiera. Mario, emocionado, decidió seguir a la mariposa. Era el comienzo de una gran aventura.

La mariposa lo llevó por un sendero que nunca antes había visto. Era como si el jardín se hubiese transformado en un mundo nuevo, lleno de colores y sonidos que Mario jamás había imaginado. El sol brillaba intensamente, y las flores a su alrededor parecían bailar con el viento.

Mientras caminaba, Mario se dio cuenta de que llevaba su pequeño celular en el bolsillo. No solía usarlo mucho, pero su mamá le había dado uno para que siempre pudiera comunicarse con ella si se alejaba demasiado. Mario pensó en llamar a su mamá para contarle sobre la mariposa, pero decidió esperar. Quería descubrir más de esta nueva aventura.

De repente, la mariposa se detuvo frente a un gran árbol con hojas doradas que brillaban como el oro. Mario nunca había visto un árbol así en su jardín. Parecía salido de un cuento de hadas. La mariposa se posó en una de las ramas y comenzó a emitir una suave luz que hacía que todo el árbol brillara aún más.

—¡Wow! —exclamó Mario—. Este árbol es increíble. ¡Parece mágico!

Mientras Mario admiraba el árbol, notó algo en el suelo. Era un pequeño objeto brillante. Se agachó para recogerlo y vio que era una especie de pistola de juguete, pero diferente a cualquier otra que había visto antes. No era para disparar, sino para lanzar destellos de luz que formaban formas en el aire. Mario se preguntó cómo había llegado allí ese juguete tan extraño.

Decidió probarlo y apuntó hacia el cielo. Al apretar el gatillo, un rayo de luz salió disparado, dibujando en el cielo la imagen de un sol sonriente. Mario rió de alegría. La mariposa voló hacia él como si le agradeciera por encender esa luz tan bonita en el cielo.

Mientras jugaba con la pistola de luz, Mario sintió que algo suave se posaba sobre él. Era un chaleco, pero no un chaleco común. Este parecía estar hecho de plumas suaves y brillantes, como si estuviera diseñado para protegerlo. Mario se lo puso y sintió una calidez reconfortante que lo hacía sentir seguro.

—Parece que este chaleco es especial —dijo Mario—. ¡Ahora estoy listo para cualquier aventura!

La mariposa, como si entendiera sus pensamientos, comenzó a volar más rápido, guiando a Mario por caminos aún más misteriosos del jardín. Pasaron por arroyos cristalinos, donde pequeños peces brillaban como estrellas bajo el agua, y prados donde las flores cantaban melodías suaves. Cada rincón de ese lugar parecía lleno de magia.

Después de un tiempo, llegaron a una colina desde donde se podía ver todo el jardín. Mario se sentó en la cima, con la mariposa posada en su hombro. Desde allí, vio que el jardín estaba lleno de vida, con más mariposas, pájaros de colores, y flores que nunca antes había notado.

De repente, Mario recordó su celular. Lo sacó y decidió tomar una foto del lugar, para poder recordar siempre ese momento tan especial. Pero cuando miró la pantalla, en lugar de ver la imagen del jardín, vio algo increíble. Había una foto de sus padres, jóvenes y sonrientes, con una mariposa similar a la que ahora lo acompañaba. Mario se dio cuenta de que esa mariposa no era una mariposa cualquiera. Era un enlace entre él y sus antepasados, que también habían vivido aventuras en ese jardín mágico.

—Gracias, mariposa —dijo Mario con una sonrisa—. Gracias por mostrarme este mundo tan especial.

La mariposa voló alto en el cielo, brillando con luz propia, como si estuviera feliz de haber compartido su secreto con Mario. Y entonces, con un suave aleteo, comenzó a alejarse, dejando a Mario con un corazón lleno de alegría y recuerdos inolvidables.

Mario, con su pistola de luz y su chaleco mágico, se quedó mirando al cielo hasta que la mariposa desapareció en el horizonte. Luego, decidió volver a casa, sabiendo que siempre podría regresar a ese jardín mágico cuando quisiera, solo tenía que seguir su corazón.

Y así, Mario vivió una aventura inolvidable, aprendiendo que la magia siempre está a nuestro alrededor, solo necesitamos abrir nuestros ojos y corazones para verla.

Fin

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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