Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de árboles y estrellas, un niño llamado Klaus y su amigo inseparable, Bobby, un perrito juguetón con orejas grandes y ojos brillantes. Klaus y Bobby eran los mejores amigos del mundo, y juntos tenían una aventura muy especial: descubrir el maravilloso poder de su Pequeño Gran Libro.
Este libro no era un libro cualquiera. Era un libro mágico, que ayudaba a Klaus y Bobby a entender qué sentían dentro de su corazón, a conocer sus emociones y a saber cómo hablar de ellas. Y esa mañana, cuando el sol se asomaba tímidamente entre las hojas, Klaus encontró el Pequeño Gran Libro encima de la mesa de su habitación. El libro brillaba con una luz suave y cálida, y parecía invitarlo a una nueva aventura.
Klaus abrió el libro con cuidado y vio que en la primera página había un dibujo de una luz que se llamaba Morena de la Luz. Morena no era una luz común, sino una luz muy especial que ayudaba a los niños a sentir y entender lo que pasaba en su corazón.
—¿Quién es Morena? —preguntó Klaus a Bobby, mientras acariciaba su cabeza.
—Guau, guau —respondió Bobby, moviendo la cola—. Morena debe ser nuestra guía en esta aventura.
Y así, comenzaron su viaje íntimo dentro del Pequeño Gran Libro. Morena de la Luz apareció ante ellos envuelta en un halo brillante de colores suaves, como el rosa de las nubes al atardecer y el azul del cielo tranquilo. Morena les dijo con una voz dulce y calmada:
—Hola, Klaus y Bobby. Hoy vamos a recorrer juntos un camino que está dentro de cada niño y niña: el camino de las emociones. Vamos a descubrir cómo reconocerlas, aceptarlas y entenderlas, porque eso nos hace grandes y valientes.
Klaus y Bobby sonrieron emocionados. Morena los invitó a cerrar los ojos y respirar profundo, como si fueran globos llenos de aire que se inflan despacito y luego se sueltan suavemente.
—Primero, vamos a encontrar la emoción llamada Alegría —dijo Morena—. ¿La sienten en su cuerpo? ¿Dónde les da cosquillitas la alegría?
Klaus cerró sus ojos y pensó en la sonrisa que sentía cuando Bobby le lamía la cara con cariño. Sintió un cosquilleo dulce en la panza y en las mejillas. Bobby, por su parte, movía la cola como una hélice loca, señal de que también sentía esa alegre emoción.
—¡Qué lindo es sentir alegría! —dijo Morena—. La alegría es como un rayo de sol que calienta el alma.
Siguieron caminando por las páginas del libro, y de repente aparecieron unas nubes grises y suaves que cubrían el cielo. Morena les explicó que esas nubes eran la tristeza.
—No hay que tener miedo a la tristeza —les dijo—. La tristeza es importante, porque nos ayuda a entender cuando algo nos duele o nos hace falta.
Klaus sintió un nudo en la garganta, como cuando extraña a su mamá cuando está en la escuela. Bobby se acurrucó a su lado y apoyó su cabecita en la pierna de Klaus para darle consuelo.
Morena les mostró cómo, con la ayuda de su Pequeño Gran Libro, podían hablar de la tristeza, decirla con palabras suaves y abrir las ventanas del corazón para que el sol de la alegría volviera a entrar.
Después apareció la emoción llamada miedo, que se veía como una sombra pequeña que a veces se escondía detrás de las flores. Klaus miró a su alrededor y recordó la vez que tuvo miedo de la oscuridad en su habitación. Pero Morena les explicó que el miedo no es malo, es un mensajero que nos cuida y nos dice cuándo hay que tener cuidado.
—El secreto para que el miedo no se haga grande —les dijo Morena— es conversar con él, nombrarlo y no dejar que nos asuste solos.
Klaus tomó a Bobby en sus brazos y juntos repitieron en voz alta: «Soy valiente, puedo enfrentar mi miedo». Y como por arte de magia, la sombra del miedo se hizo pequeña y se convirtió en una lucecita que acompañaba su camino.
Mientras seguían explorando, encontraron una emoción nueva: el enojo. Era un fuego pequeño pero fuerte, que a veces salía cuando Klaus y Bobby no podían hacer algo que querían o cuando las cosas no salían bien.
Morena les dijo que el enojo también era un mensaje, que había que saber escucharlo para no lastimar ni sentirse mal. «Cuando sientan enojo, respiren profundo y cuenten hasta cinco. Así, el fuego se apaga y pueden pensar mejor», explicó.
Klaus intentó hacer lo que Morena decía cada vez que se sentía molesto y, poco a poco, aprendió a tranquilizarse y a pedir ayuda sin gritar ni empujar.
La aventura continuó entre colores y palabras, risas y silencios, hasta que Klaus y Bobby llegaron a un lugar muy especial dentro del libro: un espejo dorado que reflejaba su imagen con muchas luces y sombras.
Morena les dijo:
—Este espejo es su alma. Aquí pueden verse tal como son, con todas sus emociones y sentimientos. No hay nada que esconder ni temer. Cada emoción es un color que pinta su corazón y los hace únicos.
Klaus miró su reflejo y vio todas las luces que había aprendido a reconocer: la alegría, la tristeza, el miedo, el enojo y muchas más. Y supo que, gracias a su Pequeño Gran Libro y la ayuda de Morena de la Luz, podía entender mejor lo que sentía y expresar su mundo interior.
Bobby ladró contento y se acercó a Klaus. Juntos, tomaron la última página del libro, que brillaba con un mensaje claro y tierno:
—Cada emoción es un amigo que quiere hablar contigo. Cuando aprendes a escuchar, tu Pequeño Gran Libro se convierte en tu gran tesoro.
Klaus cerró el libro, pero la luz de Morena quedó dentro de su corazón, iluminando cada día con cariño y comprensión. Y así, él y Bobby siguieron sus aventuras, no solo por el bosque y el campo, sino por los senderos secretos de sus emociones, que ahora conocían y amaban.
Cada vez que Klaus sentía algo difícil o nuevo, recordaba lo que había aprendido en el libro: que estaba bien sentir de todo, porque esas emociones eran parte de su alma verdadera y valiente.
Y no importaba si a veces la tristeza hacía un nido en su pecho o si el miedo tocaba la puerta, porque Klaus sabía que podía hablar con su Pequeño Gran Libro y que Morena de la Luz siempre estaría allí para guiarlo.
Al final, Klaus y Bobby entendieron que el verdadero viaje de aventura no solo era explorar el mundo exterior, sino también descubrir el maravilloso mundo que habita dentro de cada uno de nosotros.
Y así, con una sonrisa brillante y un corazón lleno de luz, Klaus y su amigo Bobby vivieron felices, siempre listos para una nueva aventura de emociones y descubrimientos, sabiendo que su Pequeño Gran Libro sería su compañero más fiel para toda la vida.
Y colorín colorado, esta aventura emocional acaba aquí, pero el viaje de conocerse a sí mismos continúa cada día, con amor y valor.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.