En el pequeño pero alegre pueblo de Valle Escondido, algo extraordinario estaba a punto de ocurrir que cambiaría para siempre la vida en la escuela Peñihuen Andino. Los niños del primer grado habían estado estudiando el espacio exterior durante semanas, aprendiendo sobre planetas, estrellas y cometas. Pero nunca imaginaron que recibirían una visita de una verdadera viajera espacial.
Era un jueves por la mañana cuando un destello iluminó el cielo del colegio. Los niños, jugando en el patio, levantaron la vista para ver una nave espacial de colores brillantes aterrizando suavemente en el campo de fútbol. La puerta de la nave se abrió y de ella descendió una figura inusual: una gorila llamada Samara, vestida en un traje espacial que brillaba con patrones de estrellas.
Samara saludó a los niños con una gran sonrisa. “¡Hola, amigos terrestres! Soy Samara, la gorila del espacio, y he venido a compartir una aventura con ustedes”, dijo con una voz amigable que resonó a través de un traductor especial en su traje.
Los niños, inicialmente asombrados, pronto se acercaron curiosos y emocionados. La maestra, señora Rocío, invitó a Samara a entrar a la clase donde los niños pudieron hacerle preguntas sobre el espacio.
“¿Cómo es volar en el espacio?”, preguntó Mateo, uno de los estudiantes.
“Es mágico”, respondió Samara. “Flotas libremente y las estrellas se sienten tan cerca que crees poder tocarlas. Pero lo que más me gusta es ver cómo los planetas giran y bailan en el cosmos.”
Impresionados y motivados por las historias de Samara, los niños decidieron que querían experimentar un poco de esa magia. Así que Samara les propuso una misión especial: crearían juntos un jardín espacial en la escuela.
Durante las siguientes semanas, Samara y los niños trabajaron arduamente. Aprendieron sobre las plantas que podrían crecer en condiciones similares a las del espacio, como los tomates y las lechugas. Samara enseñó a los niños cómo cuidar las plantas en diferentes condiciones de gravedad, usando un pequeño simulador de gravedad que trajo de su nave.
El proyecto del jardín espacial no solo enseñó a los niños sobre botánica y ciencia, sino también sobre trabajo en equipo y cuidado del medio ambiente. Cada día, mientras trabajaban en el jardín, los niños aprendían valores importantes como la paciencia y la perseverancia.
La aventura de Samara en la Tierra se convirtió en la charla del pueblo. Padres y maestros también se involucraron, ayudando a expandir el jardín y organizando noches de observación de estrellas para toda la comunidad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.