En un pequeño pueblo rodeado de árboles altos y flores de colores brillantes, vivían dos amigas inseparables, Sofía y Odette. Sofía era una niña curiosa de cabellos rizados y una sonrisa que iluminaba su rostro. Tenía una pasión especial por la naturaleza. Por otro lado, Odette era un poco más tímida, con ojos azules que brillaban como el cielo en un día soleado. A pesar de sus diferencias, compartían un mismo sueño: ser exploradoras valientes y descubrir aventuras maravillosas.
Un día, mientras jugaban en el jardín de Odette, encontraron una puerta diminuta al pie de un enorme roble. La puerta era tan pequeña que solo podían abrirla con el dedo meñique. «¡Mira, Sofía! ¿Qué crees que habrá detrás de esta puerta?», preguntó Odette con un brillo de curiosidad en sus ojos. Sofía, entusiasmada, respondió: «¡No lo sé, pero debemos averiguarlo! ¡Podría ser un mundo lleno de sorpresas!».
Con gran emoción, decidieron intentar abrirla. Con un suave empujón y un poco de magia de su imaginación, la puerta se abrió y un destello de luz salió de ella. Ambas niñas se miraron, llenas de asombro, y decidieron cruzar el umbral de lo desconocido. Al otro lado de la puerta, se encontraron en un jardín mágico, donde todo era más pequeño que en su mundo. Las flores eran del tamaño de ¡puños! y los árboles parecían enormes colosos, aunque eran sólo unos centímetros más altos que ellas.
—¡Guau! —exclamó Sofía—. ¡Es como un cuento de hadas! ¡Mira esos insectos volando! Parecen mariposas, pero son tan grandes como nuestros brazos.
—Y los colores, ¡son tan brillantes! —dijo Odette, girando sobre sí misma para contemplar el paisaje—. ¡Vamos a explorar!
Las dos aventureras comenzaron a caminar por el jardín mágico. De repente, escucharon un suave zumbido. Miraron hacia arriba y vieron a una pequeña abeja con una actitud amistosa que volaba hacia ellas.
—¡Hola, exploradoras! —dijo la abeja, revoloteando con alegría—. Soy Bella, la abeja guardiana de este jardín maravilloso. He estado esperando a dos valientes como ustedes. ¿Quieren saber más sobre nuestro mundo?
Sofía y Odette se miraron con emoción y, sin dudarlo, respondieron: —¡Sí, queremos saber todo!
—Perfecto —continuó Bella—. En este jardín, cada planta y animal tiene su propia historia. ¿Quieren ver algo especial?
Ambas niñas asintieron entusiasmadas. Bella las llevó a un lugar donde un grupo de pequeños caracoles danzaba al ritmo de una melodía encantadora. Los caracoles llevaban “sombreros” de hojas verdes y se movían lentamente, haciendo piruetas bajo la luz del sol.
—Estos son los caracoles bailarines —explicó Bella—. Cada vez que el sol brilla, celebran una gran fiesta. A veces, hasta invitan a las mariposas y a los grillos.
—¡Qué divertido! —dijo Sofía—. Me encantaría bailar con ellos.
Al escuchar esto, los caracoles invitaron a Sofía a unirse a su danza. Mientras tanto, Odette observaba el espectáculo con una sonrisa, disfrutando de la belleza del momento.
Después de un rato, Bella llevó a las niñas a un arroyo cristalino que serpenteaba por el jardín. Allí, conocieron a un pequeño pez dorado que saltaba alegremente de un lado a otro.
—¡Hola! Soy Goldie, el pez dorado —se presentó brincando—. ¿Quieren jugar en el agua?
Odette, quien adoraba los juegos, miró a Sofía y dijo: —¡Sí, vamos a jugar con él!
Así que, sin pensarlo más, ambas se descalzaron y metieron los pies en el agua fresca. Goldie las llevó a conocer a sus amigos, las ranas saltarinas. Estas ranas eran muy alegres y siempre estaban listas para jugar. Juntas, formaron un círculo y comenzaron a jugar a la “silla musical” usando hojas como sillas. La música de la naturaleza las acompañaba mientras saltaban y reían.
Pero, mientras se divertían, de repente escucharon un estruendo proveniente de los arbustos cercanos. Sofía y Odette se miraron preocupadas, y Goldie, con mirada inquieta, preguntó: —¿Qué fue eso?
—No lo sé, pero vamos a investigar —dijo Sofía con determinación.
Siguieron el sonido hasta encontrar un pequeño ratón atrapado entre unas ramitas. El ratón, que parecía asustado, les pidió ayuda. —¡Por favor, ayúdenme! Soy Tico, y necesito regresar a mi hogar.
—¡No te preocupes, Tico! Vamos a ayudarte —dijo Odette.
Sofía y Odette trabajaron juntas, desenredando las ramitas y liberando al pequeño ratón. Tico se sintió agradecido y, con una sonrisa tímida, les dijo: —¡Muchísimas gracias! Como agradecimiento, quiero llevarlas a mi hogar. Es un lugar muy especial.
Emocionadas, las niñas siguieron a Tico a través del jardín. Aprendieron que su hogar estaba bajo la raíz de un gran árbol, donde vivía con su familia de ratones. Tico las presentó a su mamá y su papá, quienes les ofrecieron un delicioso festín de semillas y frutas.
Después de un día lleno de aventuras, Sofía y Odette se dieron cuenta de que había llegado el momento de regresar a casa. Aunque no querían despedirse, sabían que tenían que volver. Bella les ofreció un último regalo: un pequeño botón que las ayudaría a volver siempre que quisieran.
—Este jardín es mágico, y siempre podrán encontrarlo cuando tengan ganas de explorar otra vez —les dijo Bella, despidiéndose con una sonrisa.
Así, con el corazón lleno de alegría y nuevas amistades, Sofía y Odette cruzaron la puerta diminuta una vez más y regresaron a su jardín. Miraron hacia atrás y vieron el jardín mágico desvanecerse detrás de la puerta.
—Fue el mejor día de todos —dijo Sofía, llena de felicidad.
—Sí, ¡no puedo esperar para volver! —respondió Odette.
Y así, con la promesa de nuevas aventuras en el futuro, las dos amigas supieron que la valentía y la amistad siempre les abrirían puertas a mundos maravillosos que estaban esperando ser explorados. Desde entonces, cada vez que querían una nueva aventura, solo tenían que mirar hacia el gran roble en su jardín y recordar que, a veces, las cosas pequeñas pueden llevarte a los lugares más mágicos.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.